Gigantes y enanos
Nací en Angola, tengo nacionalidad portuguesa, fui corresponsal en España, he pasado gran parte de mi vida en África y Portugal y vivo actualmente en México. Son datos que le aportan alguna consistencia reflexiva a lo que sigue.
Tenía yo mis 20 años cuando, con toda la generosidad que hermoseaba y completaba el arco de oro de su talento, el profesor Gregorio Marañón aceptó que yo lo entrevistara. Era la primavera de 1956 y el gran Marañón me recibió en la biblioteca de su casa de la Castellana. Una plática memorable, para mí, la que hemos tenido. Al maestro de tantas disciplinas le pregunté, entre otros temas, sobre El Greco, Unamuno, Sartre, Andalucía y... la situación de la mujer en el mundo. "Es un problema crucial, pero apenas escucho crujidos y en penumbra", me dijo Gregorio Marañón, el gigante intelectual que antes había conocido el exilio.
Lo dicho por tan relevante y decisiva figura del pensamiento hispánico apacigua y recompensa, simbólicamente, la justa indignación de Rosa Delia Blanco Terán (he leído su artículo en EL PAÍS de 20 de marzo de 2006). Con sólo meditar sobre lo que hace la "distancia" ciclópea entre gigantes y enanos, uno se tranquiliza. No pasa nada. Las mujeres ahí están para intervenir y hacer cambiar al ominoso statu quo del retraso mental.
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