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El PP postula a la Comunidad Valenciana como el modelo de España periférica "viable"

Camps positiva su argumentario a través de un valencianismo de afirmación española

Miquel Alberola

La condición de no problemática, "frente a Cataluña y el País Vasco", dinámica y con identidad propia sitúa a la Comunidad Valenciana en un plano "preferente" de la representación del Estado. El PP, que apuesta por el modelo del Estatut valenciano como límite de la reforma del Estado, propone en su discurso a la autonomía valenciana como ejemplo de una España descentralizada "viable" frente al "paradigma disgregador" catalán y vasco. El presidente Francisco Camps trata de positivar así su argumentario y resignifica su discurso valencianista en la más pura tradición de la derecha valenciana.

El PP ha convertido en un recurso político la "emergente" situación que vive la Comunidad Valenciana en comparación con el resto de autonomías de España. En un momento en el que Cataluña y el País Vasco atraviesan una profunda crisis productiva y tratan de superar la tensión constante con el Gobierno central (tanto por el convulso tramo de la reforma estatutaria como por la gestión de la negociación con ETA y sus protagonismos), el Consell quiere poner en valor el balance de "dinamismo" y "tranquilidad" de la Comunidad Valenciana en el ámbito económico y social. Asimismo, quiere resaltar logros políticos de difícil consecución en otras partes, como la aprobación de la reforma del Estatut con el consenso de los dos grandes partidos, el PSOE y el PP, en un momento en el que el desencuentro entre ambos es total.

En ese escenario, la Comunidad Valenciana, siguiendo el razonamiento del entorno del presidente Camps, se sitúa en un plano preferente en la representación de España, por delante de otras comunidades históricas como Galicia o Andalucía, con unas economías lastradas por sus resonancias rurales. A este nuevo protagonismo contribuye sin duda la personalidad política de los valencianos, que, sin partidos autóctonos parlamentarios, se mueve por los cauces homologados del mercado electoral español. Además, su condición de periferia con lengua propia, que la aleja del núcleo de comunidades castellanas y de su obvia simplificación, la refuerza en ese contexto como un exponente "viable" de una España de las autonomías en la que el propio recorrido administrativo ha difuminado la jerarquía histórica de Cataluña y del País Vasco y ha disparado emociones autonómicas de regiones que nunca las albergaron, así como su sentimiento simétrico con el resto del Estado.

La reciente visita de los Reyes a tierras valencianas, en la que el presidente de la Generalitat recalcó con insistencia en cada uno de sus parlamentos "la lealtad de los valencianos a España", está llena de sugerencias en base a esa lectura. Y en la misma dirección apuntan también los discursos pronunciados por el Rey en Ontinyent y Utiel, en los que se refirió de forma constante al "espíritu dinámico e integrador de los valencianos" y al "ejemplo reconfortante

sobre la vitalidad y el futuro de España".

Este discurso positivo, que constituye el único argumentario no truculento del PP valenciano, es el que ya nutre los datos que manejan a modo de valor añadido los servicios de captación de inversiones exteriores que ha impulsado el Consell, como la entidad Valencian Community Investments. "Ésta es una comunidad que, aparte de dinamismo, ofrece la estabilidad que no tienen otras", se señala desde el entorno de Camps. "Además, es uno de los territorios de España donde la situación política está mejor valorada", se añade. La afirmación se sustenta en un análisis comparativo entre comunidades del último barómetro autonómico del Centro de Investigaciones Sociológicas, según el cual el balance entre las opiniones positivas y negativas respecto a la situación política en la Comunidad Valenciana es de 16, 9 puntos frente al de Cataluña, cuyo saldo es de 1,8, el del País Vasco (-1,3), el de Galicia (-2,4) o el de Andalucía (-1,3).

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De Mayans a Abril

Con este discurso en el eje de su representación y con un gobierno de signo contrario en Madrid, Camps trata de destraumatizar su argumentario y conciliarlo con una idea de España que, frente a la noción de la mitología castellana de José Cadalso, arranca en tierras valencianas con Gregorio Mayans y los ilustrados austracistas que viven bajo el régimen de Felipe V. Mayans propone reformas ante la necesidad que tiene el Reino de Valencia de un mercado unitario y unas leyes que beneficien al comercio y la productividad del azúcar y la seda, sin poner en duda la unidad de España.

Esas son las inquietudes básicas que vehicularía la Sociedad Económica de Amigos del País y que asumiría a finales del XIX un valencianismo no beligerante, aunque reivindicativo, que tampoco pone en discusión la pertenencia al Estado y que a menudo invierte sus ganancias en bienes estatales, como el Marqués de Campo o Ignacio Villalonga. Esa sensibilidad es recogida durante el franquismo por Martín Domínguez o Joaquín Maldonado, que se sienten cómodos en el régimen, aunque, llegado el caso, denuncian la falta de atención del Gobierno. Incluso está presente en el Ruego que en 1976 formulan a Adolfo Suárez los procuradores a Cortes y consejeros nacionales del Movimiento valencianos, con el apoyo de diputaciones y cámaras, imbuidos de los 12 volúmenes del Estudio Económico y Social de la Región Valenciana, que fue hijo del Tercer Plan de Desarrollo de Laureano López Rodó.

UCD recogió este guante en el proceso estatutario a través de Fernando Abril Martorell, y Camps trata de sacarle punta en una coyuntura política que devuelve el País Vasco y Cataluña al primer plano

Orgullosos de ser españoles

El último barómetro autonómico del Centro de Investigaciones Sociológicas sobre la Comunidad Valenciana, elaborado en diciembre de 2005, arroja muchas luces sobre las claves para una resignificación de los valencianos como modelo periférico "incruento". Para empezar, a la pregunta sobre si hay que reformar la Constitución, el 42,1% de los valencianos responden de modo afirmativo mientras que un porcentaje similar (41,4%) se siente cómodo en el modelo. Aun así, de los que se muestran partidarios de la reforma, su mayoría (40%) cree esa modificación se debería efectuar en el aspecto concreto de la sucesión de la corona. En esa línea, ante la consulta sobre fórmulas alternativas de organización del Estado en España, la mayoría (54,8%) opta por la estabilidad del estado actual de las cosas, frente a un 26,2% que prefiere un Estado en el que las comunidades tengan mayor autonomía que en la actualidad, un 12,3% que apuesta por la supresión de las autonomías y un 2,9% que propugnan un Estado que reconociese a las comunidades autónomas la posibilidad de convertirse en naciones independientes. En esa dirección, el 86% de los valencianos prefiere utilizar el término región para referirse a la Comunidad Valenciana frente a un 4,5%, que escoge el de nación.

Si estos datos dibujan el perfil del valenciano como un ciudadano satisfecho con su situación, los resultados de la pregunta sobre la significación de España arrojan una identificación total con la nación. El 59,8% considera que es su país; el 18,9%, una nación de la que se siente miembro, y el 13,9%, el Estado del que es ciudadano. Frente a ese 91,5%, sólo un 7,1% ve a España como un Estado formado por varias nacionalidades y regiones, mientras que un raquítico 0,3% considera que es un Estado ajeno del que su país no forma parte. En paralelo, un 58,2% de los valencianos se siente muy orgulloso de ser español, un 34,2% se siente bastante orgulloso y un porcentaje simbólico poco (4,9%) o nada (1,4%) orgulloso. Los valencianos, al contrario que los catalanes o los vascos, se afirman hacia España.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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