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Reportaje:ESCAPADAS

Un secreto de los Borgia en Gandía

Un largometraje recupera los escenarios valencianos de la saga

El exceso no es mala sazón para el arte, según frase de Dalí. Tal vez por eso la familia Borgia ha sido una veta para la literatura, el cine, la ópera (Donizetti), el teatro y hasta el ensayo desmelenado.Las imágenes más recientes están por estrenar; Antena 3 presentó esta semana fragmentos del largometraje Los Borgia en el Festival de Málaga, dirigido por Antonio Hernández (Lisboa, En la ciudad sin límites) y que estará en las salas en octubre. La cinta se ha rodado en escenarios medievales de Olite (Navarra), Viterbo (Italia) y en la patria chica de los Borgia, Xátiva y Gandía.

Cuesta asociar la desmesura que atestiguan el arte y la historia con esa geografía límpida, tan mansamente mediterránea, como son las orillas de Gandía. Y sin embargo, ahí empezó todo. La familia, una de las más poderosas de su tiempo, consiguió que en 1455 fuera elegido papa Alonso Borja, nacido en Xátiva, quien adoptó el nombre de Calixto III. El clan se instaló en Roma e italianizó su apellido. Unos años después se ciñó la tiara papal el sobrino de Alonso, Rodrigo, que adoptó el alias de Alejandro VI (entre 1492 y 1503) y fue padre de (entre otros) César y Lucrecia Borgia, bellos, malvados y tan excesivos como él, aunque una cierta corriente reivindica ahora el ángulo más positivo de un papa humanista, que sedujo a Maquiavelo y protegió a Copérnico, Leonardo o Miguel Ángel. En la ficción, Lluís Homar (La mala educación, Obaba) dará vida a Alejandro VI, y la joven actriz María Valverde (Melissa P., La flaqueza del bolchevique) encarnará a la misteriosa Lucrecia. También participan rostros como Eusebio Poncela, Mónica Cruz o Paz Vega.

Los Borgia pasaron a ser asunto universal, y poco queda en su tierra que los evoque. A pesar de que el futuro Alejandro VI compró en 1485 el ducado de Gandía para otro de sus hijos, Pere Lluís. En el lote iba incluido el Palacio Ducal, que se convertiría en piedra de toque para redimir el nombre de la familia. En efecto, allí nació el cuarto duque de Gandía, quien, tras haber cumplido el encargo de Carlos V de trasladar el cadáver de la bella emperatriz Isabel desde Toledo hasta Granada, sufrió una crisis religiosa, se hizo jesuita, llegó a ser tercer superior de la orden, y a convertirse, en fin, en san Francisco de Borja. Calderón de la Barca le dedicó un auto sacramental (1670).

Los jesuitas adquirieron en 1890 el ruinoso palacio donde había nacido y vivido el duque santo. Y si ya éste había dispuesto para sí una mínima y preciosista capilla, los jesuitas continuaron la mutación del edificio con la idea de trocarlo en una especie de santuario, semillero y casa de probación para uso interno (Xabier Azalluz fue uno de los educandos), y foco de piedad y peregrinaje de cara al exterior. Así se fueron sacralizando los aposentos, hasta llegar a recrear con puro cartón piedra la alcoba donde naciera el santo, estampa gótica perfecta para un thriller o historia de fantasmas.

Vuelta al pasado

Parece que tan espurio pastiche tiene los días contados. Los jesuitas, a través de un patronato -y con la mira puesta en el quinto centenario del santo, para el año 2010-, tratan de devolver al edificio su dignidad. No hay que olvidar que el palacio, en pleno casco viejo de Gandía, había sido corte de Alfons el Vell, quien reunía en ella a poetas como Pere y Ausiàs March, Joannot Martorell o Roís de Corella, a finales del siglo XIV. Pero de aquel tiempo fundacional apenas quedan huellas. Los rasgos predominantes son la obra nueva de época barroca. Y por más que las visitas sean guiadas, no es fácil evitar la sensación de embrollo.

Todo se disipa, sin embargo, al llegar a la llamada Sala Dorada. Una secuencia de cinco salas, en realidad, un espacio barroco que fagocita cualquier otra impresión. Muy jesuítico, teatralmente concebido como un travelling o ejercicio espiritual (ignaciano) para deslumbrar, literalmente: pasar de la penumbra a la luz, multiplicada en los brillos del oro, los barnices de los cuadros, la ilusión de los frescos de Gaspar Huertas, el reflejo del suelo de azulejos de Manises. Las estancias que producen esta sacra alucinación siguen siendo casi un secreto, por desgracia, para los muchos turistas que acuden a las playas de Gandía.

La Sala dorada del Palacio Ducal de Gandía está formada por una sucesión de cinco salones separados por pórticos.
La Sala dorada del Palacio Ducal de Gandía está formada por una sucesión de cinco salones separados por pórticos.CARLOS PASCUAL

GUÍA PRÁCTICA

Información- Palacio Ducal de los Borja (962 87 14 65). Calle del Duc Alfons el Vell, 1. Visitas en grupos guiados desde las 10.00 hasta las 12.00, por la mañana, y por la tarde, de 16.00 a 18.00, en invierno, y hasta las 20.00, en verano (www.palauducal.com).- Turismo de Valencia(www.comunitatvalenciana.com).

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