"Con las derrotas del amor uno aprende a conocerse a sí mismo"
Juan José Téllez (Algeciras, 1958) se llama a sí mismo romántico. Pero no alude al Romanticismo literario sino a una actitud ante la vida que le determina que la poesía puede cambiar el mundo. Un género "minoritario" al que se agarra con el convencimiento de medir su éxito por su capacidad de conmover. Lo pone en evidencia en Las causas perdidas (Ediciones Endymion), Premio Aljabibe de Poesía, que divide en dos partes con nombres femeninos. Es su último libro publicado. En él remueve las frustraciones eternas, las ilusiones supervivientes y las derrotas de batallas que merecen la pena ser vividas.
Pregunta. Las causas perdidas habla del fracaso y de las utopías. ¿Es un libro de esperanza?
Respuesta. Creo que sí. El pesimismo es constructivo. No creo en la complacencia de lo que existe. El conservadurismo a ultranza de lo malo conocido en vez de la apuesta por lo bueno por conocer no sirve de nada. Si el ser humano fuera optimista por naturaleza, no habríamos salido todavía de las cavernas.
P. Pero esa esperanza se mantiene a pesar de la continuidad de los fracasos.
R. Los fracasos son relativos. Hay quien se empeña en que el paso de la humanidad sea el del cangrejo y hay quienes nos resistimos a que eso sea así. Entiendo que merece la pena perder algunas batallas. Lo que no conviene es perder el horizonte, la convicción de que quizás convenga dar dos pasos adelante y dos atrás, y que conviene acostumbrarse a la derrota, o mejor dicho, no dejarse engañar por la victoria. Nos están transmitiendo que lo único importante es el éxito, pero eso es un espejismo. Lo importante no es encontrar la felicidad sino sencillamente buscarla.
P. ¿Las derrotas del amor son las que más duelen?
R. Son las que más moldean tu carácter. Con las derrotas del amor uno aprende a conocerse a sí mismo, lo cual no es ninguna tontería. Se conoce uno a sí mismo y también a los demás, con lo que se prevén derrotas futuras.
P. De sus poemas se extrae la sensación de que, aunque se pierda, merece la pena vivir algunas guerras personales.
R. Por supuesto. Si no existieran las ganas de ser feliz o la posibilidad de reír y sonreír con otro, esta vida sería un camelo. A mí me gusta incurrir en géneros como el de la poesía porque es minoritario, se dice en vías de extinción, y eso me parece maravilloso en un tiempo en el que medimos la calidad de la cultura como si fuera o si tuviera que ser un espectáculo. La cultura no hay que medirla por estadios sino por corazones. A veces es mejor conmover a un puñado de corazones que mover, como un muñeco de guiñol, a miles de espectadores.
P. En uno de sus poemas reivindica una frase escuchada en un cine de barrio. "Ninguna palabra en siux significa adiós". ¿Las despedidas son un reconocimiento de un fracaso?
R. Es una frase que me gustó. Creo que nunca se termina de decir adiós. No estoy acostumbrado a despedirme. Me gusta reencontrarme con mi pasado, le saludo, le doy conversación, veo cómo ha ido cambiando a lo largo del tiempo, veo cómo han ido aquellos que compartieron mi pasado y, por lo común, me siento feliz de haber tenido pasado. Me encanta la posibilidad de seguir teniendo futuro y, sobre todo, presente.
P. El western aparece en su libro.
R. La estética del western me gusta porque creo que es la que mejor cuadra con los tiempos que corren. Estamos en un tiempo en el que la ley se está viendo superada por los forajidos. Aquí quienes dictan su visión del mundo son los grandes rancheros de Washington o los cuatreros fanáticos que juegan en su contra.
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