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Columna
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Penalizaciones

Si usted se pasa en el consumo del agua y gasta más de 130 litros al día, su recibo se verá penalizado. No se tendrá en cuenta si es familia numerosa o que su cuñado haya venido a vivir con usted hasta que le pinten su casa, tendrá que pagar con penalización. Tanta capacidad de distingo no entra en mente burocrática: a quién le importa que tenga que soportar a su cuñado, y menos cuando el recargo está justificado por un encomiable fin ecologista. Es que cuando la Administración asume una ideología, aunque sea el ecologismo, encuentra una justificación para volver a sus orígenes autoritarios sin ningún remordimiento.

Y eso que en el área del Gran Bilbao en su día, a los principios de los ochenta, se instituyó un recargo extraordinario en el recibo para sanear la cuenca de la Ría y que se ha perpetuado. Lo seguimos pagando, se haya saneado -probablemente nunca lo esté del todo- o no. Pero quién penaliza a la Administración por perder en fugas incontroladas más de un 20% de los caudales de las conducciones o por toda esa agua que, además de inundarnos, se ha perdido tan ricamente en el mar: nadie. Hay cosas en las que seguimos siendo súbditos, y cuando a los políticos y funcionarios locales -sobre todo- se les ocurre redimirnos de nuestras aviesas intenciones de gastar agua o conducir nuestro coche... dése por ungido con un nuevo impuesto, una nueva tasa, un nuevo recargo y muchas nuevas molestias.

Penalizado estoy por las obras de un garaje para residentes cercano a mi casa, promovido por el Ayuntamiento. Desde las ocho de la mañana a las ocho de la noche nos ensordecen con el ruido de los martillos neumáticos de las excavadoras, nos hacen zanjas por todas partes, hay que arremangarse los pantalones para no ensuciarse en el barro o hay que cerrar las ventanas incluso a la noche, cuando el ruido ha cesado, para evitar el polvo. Además, casi cada semana tienes un corte de agua -por lo menos, hasta que no lo acaben no tendré recargo en el recibo-. Y todo para que te pueda tocar -porque depende de un sorteo- una plaza para tu coche: dos líneas en el suelo por el módico precio de seis millones de las antiguas pesetas, a lo que habrá que añadir la contratación de un servicio de seguridad, con el agravante de que esas dos rayas nunca serán de uno, porque a los cuarenta años la plaza revierte al Ayuntamiento.

Si a pesar de todo se la dan, dése por felicitado. El abogado del bufete del primero, que vive en Sollube y viene todos los días en coche, no lo ha obtenido, a pesar de empadronarse en el despacho. Si es que es hasta para alegrarse y todo. Empezaron a penalizarnos con la regulación del aparcamiento, cuyo permiso para estacionar el coche en la calle vino a sumarse al impuesto de circulación, y ahora, sólo por seis millones adicionales, más el coste del guardia de seguridad y las cámaras de vigilancia, quizás tenga usted un aparcamiento que nunca será suyo. Realmente se trata de una política reequilibradora de rentas donde las haya, porque las plazas para los residentes valen la mitad en los barrios de la periferia debido a que las pagamos los que vivimos en el centro. Nada más lógico; sólo ejercemos el igualitarismo comunitarista al nivel local. Creo que estas cuestiones no debieran estar penalizadas. Ya pagamos por ello en todos los impuestos y cargas locales; los del Ensanche, muchísimo más que los de la periferia.

Puestos a ello, penalizada y bien penalizada tendría que estar la intervención soez y maleducada que tuvo Zaplana en el Congreso criticando a la vicepresidenta a cuenta del modelo aborigen que lució en su viaje por Kenia y Mozambique. Fue algo realmente innoble. Si quería protagonismo lo consiguió: nadie habló al día siguiente de otra cuestión que no fuera ésta. La intervención de Rajoy sobre el Estatut catalán desapareció ante la irrupción de su compañero en el tema de la vestimenta indígena y las malas calificaciones personales que hiciera.

Rajoy no asciende en popularidad. Para que esto se produzca él debería penalizar a sus compañeros de bancada, a Acebes y Zaplana, porque a causa de sus destempladas intervenciones le hacen desaparecer del mapa. Que caiga en la cuenta: la erosión de los partidos no la hace el de enfrente, la hacen los de los costados. Pues a penalizar. Y esta vez con sentido común.

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