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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Con Milosevic bajo tierra, Serbia afronta sus problemas reales

Montenegro, Kosovo y la UE, retos para la estabilidad

Guillermo Altares

El largo funeral de Milosevic, que se prolongó durante una semana desde su muerte en La Haya hasta su entierro el sábado en su ciudad natal de Pozarevac, ha terminado y ha pasado más inadvertido de lo que muchos pensaban. Pero ahora empiezan los verdaderos problemas para Serbia, un país que nunca acaba de terminar su transición a la democracia. "Milosevic llevaba 20 años creando problemas, y ahora lo va a hacer también muerto", asegura el periodista Sasa Mirkovic, presidente del Consejo de Administración de B92, la cadena independiente de radio y televisión que encabezó las protestas que acabaron con su régimen en 2000.

Tanto la ausencia de honores oficiales como la poca repercusión que ha tenido en la sociedad serbia la muerte de Milosevic, principal responsable de las guerras que arrasaron Yugoslavia, ha demostrado que este país avanza al futuro; pero la presencia de decenas de miles de nostálgicos y ultranacionalistas en Belgrado o Pozarevac es un signo de que esas fuerzas siguen ahí y que pueden aprovecharse de los acontecimientos que se avecinan en los próximos meses.

La desaparición del ex presidente ha mostrado que el país está dividido en dos

El Gobierno serbio debe entregar al general Ratko Mladic, acusado de genocidio, al Tribunal de La Haya antes del 4 de abril. En caso contrario, la UE amenaza con bloquear el todavía muy incipiente proceso negociador. Además, el 21 de mayo, Montenegro celebrará un referéndum para independizarse y acabar con la Unión de Serbia y Montenegro, el Estado heredero de Yugoslavia, una consulta que tiene bastantes posibilidades de ganar. Y, para terminar, Kosovo, la provincia serbia de mayoría albanesa administrada por la ONU desde los bombardeos de 1999, avanza hacia la independencia, que le puede ser concedida por el Consejo de Seguridad de la ONU el próximo otoño.

Milosevic utilizó este territorio, cuna de la Iglesia y el Estado medieval serbio, para atizar los peores instintos del nacionalismo y ahora el Partido Socialista de Serbia (SPS) que presidió, y los ultranacionalistas del Partido Radical de Serbia (SRS), se preparan para recoger el testigo. Tras pedir no ser citado por su nombre, un alto funcionario del Gobierno no puede ser más claro: "Mladic, Montenegro, Kosovo, la crisis económica, las presiones de la UE, el Tribunal de La Haya, el entierro de Milosevic, los radicales y los socialistas... Por favor, ¡dadnos un descanso!".

"Esta muerte ha mostrado que Serbia está dividida en dos. Los partidarios de Milosevic son minoría, pero están ahí", prosigue Mirkovic, y añade: "No creo que pueda cumplirse el plazo para entregar a Mladic. Serbia todavía tiene que hacer una catarsis completa y ésta puede pasar por una victoria de los radicales".

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En las últimas elecciones, celebradas a finales de 2003, tras el asesinato del presidente Zoran Djindjic, los radicales de Vojislav Seselj -encarcelado en La Haya por crímenes contra la humanidad- fueron el partido más votado con un 27,6%, aunque el nacionalista moderado Vojislav Kostunica logró formar un Gobierno minoritario, con el apoyo de las fuerzas democráticas, pero también del SPS. Observadores extranjeros creen que la ducha de malas noticias que esperan los serbios puede traducirse en una preocupante subida de radicales y ex comunistas.

"Creo que hay un problema más grave que la sociedad: son nuestras instituciones, porque en muchas de ellas están sentados los mismos que edificaron esta política criminal", señala Natasa Kandic, fundadora y directora del Humanitarian Law Center de Belgrado y la mujer que logró un vídeo con imágenes del asesinato de musulmanes en Srebrenica por parte de policías serbios, que provocó un gran choque moral en esta sociedad. "Existe una mayoría en Serbia, decente, que sí quiere enfrentarse a su pasado", añade.

En los años setenta, Yugoslavia tenía un PIB similar al de España y, cuando cayó el muro de Berlín, su nivel de vida era muy superior al de otros países socialistas. Aunque Milosevic fue el responsable de la destrucción de toda esta herencia, los serbios que votan radical o socialista le identifican con los buenos tiempos pasados.

Además de los problemas políticos, Serbia, con nueve millones de habitantes (incluyendo Kosovo), sigue teniendo que reconstruir su economía. "Yugoslavia era un sinónimo de buena calidad en la producción, pero ahora producimos lo mismo que hace 20 años", explica Misa Gravrilovic, de 33 años, empresario y ex dirigente de la rebelión estudiantil que acabó con Milosevic. "Se han hecho buenos progresos", dice el último informe de la UE sobre la economía serbia, que llevaba varios años seguidos de crecimientos (5,6% en 2005). "Este país ha llevado a cabo una serie de reformas críticas en un periodo muy corto de tiempo, pero son necesarios nuevos esfuerzos".

La sensación de que los esfuerzos no acaban nunca está muy anclada en la sociedad serbia.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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