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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los Titiriteros de Binéfar

Paco Paricio sale al teatro con sus títeres y va y se viste de su abuelo, y les explica a los niños que las zorras roban gallinas y que siempre hay alguien que las espera con una escopeta en el brazo, y que en esto todo el mundo está cumpliendo con su natural; pero también les cuenta que el hombre es bueno a su manera, y por eso en la vejez la gente descubre una verdad, acaso la verdad fundamental de todas las cosas, y así la gente acaba viendo que la escopeta es menos verdadera que la zorra, y quiebra el arma y la manda a paseo. Paricio es titiritero de oficio y condición y les dice a sus amigos que el primer títere está en el sonajero con que le entretienen a uno en la cuna, y luego añade que en México vio una vez una maraca de funeral que era como un sonajero, y concluye que todas las biografías van entre títeres aunque parezcan ir entre paréntesis. En estos días en que marzo trabaja en imponer su primavera, Paco Paricio y su compañía, Los Titiriteros de Binéfar, han pasado por el Sant Andreu Teatre para representar La faula de la guineu, que parte de Esopo pero que llega hasta el campo, el cual queda aún más lejos. Los niños acuden a ver estos títeres con sus padres y con sus abuelos, y en el vestíbulo hacen aviones de papel con los programas publicitarios, y ya dentro de la sala preguntan en voz alta si la zorra es un perro o si está disecada. Los niños se sientan en un teatro y les cuelgan las piernas en la butaca, y de esta manera nos enseñan que no hay por qué tener todo el rato los pies sobre la tierra. Al final de la función Paricio y su mujer, Pilar Amorós, convocan a la chiquillería para que se acerque a tocar los muñecos. "En el teatro se pueden tocar las cosas, a diferencia de la televisión", apunta Paco Paricio. "Los niños, al tocar los títeres, se sienten más amigos del teatro".

Paricio es titiritero de la república de los títeres como su abuelo fue anarquista de los de la otra república. En el teatro de Paco Paricio los actores imitan las voces de los búhos, las gallinas, los zorros, por supuesto, y llevan silbatos de madera para hacer el canto de los pájaros. En plena función sus títeres se convierten un espectáculo de sombras, y así representan cómo anochece en los pueblos, y cómo se recogen las aves para irse a sus nidos, y cómo en las casas prenden las luces, y queda en el campo esa luz solitaria de casa de labranza que se ve detrás de las ventanas, y también representan con estas sombras cómo empiezan a humear las chimeneas, y cómo las ventanas al fin dejan de alumbrar la noche, y entonces la luna se pone a andar su ruta despaciosamente. "Una cosa es el teatro y otra la tele", les dice Paricio a los chavales al terminar la obra, y antes les ha hablado con refranes y, disfrazado de su abuelo, les ha contado que la leña calienta dos veces, al cortarla y al quemarla, y también les ha advertido que ya se harán viejos como él, y si no mal asunto, y que si uno se encuentra un cordel es muy provechoso guardarlo porque todo resulta útil alguna vez. Hay una democracia de los objetos como hay una democracia de las personas, y esto cuanto mejor se sabe es cuando más necesidad se tiene de todo. Paricio aprendió de su abuelo el valor de recoger del suelo un clavo torcido y enderezarlo para que pueda servir en otra ocasión. Existe también una justicia de las cosas humildes, desde luego. "Mi mayor momento de felicidad", evoca Paricio, "era el domingo por la mañana, cuando me iba a la cama de mi abuelo y empezaba a contarme historias. Mi abuela protestaba y le decía: '¿Para qué le explicas eso?'. Con una de aquellas historias, la del bandido Cucaracha, que existió realmente y que dicen que robaba a los ricos para ayudar a los pobres, he acabado montando una farsa de títeres... Mi abuelo era agricultor y me llevaba con él a arrancar hierbas para darles de comer a los conejos, y a coger higos para llevarlos a la tienda, y lo que le daban de los higos se lo repartía conmigo". Y luego añade que, durante la guerra, su abuelo participó en las colectivizaciones agrarias del Bajo Cinca. "A mi abuelo no le gustaba el dinero, decía que tendría que ser como los ajos, que cuando no los gastas se echan a perder".

Cuando Paricio representa a su abuelo en La faula de la guineu, se escupe en las palmas de las manos antes de ponerse a cortar la leña con el hacha, y los niños se ríen al verle hacer esas cosas. Hay principalmente dos tipos de risa, la risa justa de la verdad y la risa injusta de la mentira. A Paricio le enseñó el oficio un titiritero que llegaba al pueblo con una moto y una maleta, y que había sido ayudante de Ezequiel Vigués, Didó. Paco le dibujaba decorados a cambio de que le enseñase a coger las marionetas. Su maestro, que se llama Gerardo Duat, vive actualmente en una residencia para la tercera edad y allí les hace títeres a sus amigos y compañeros. El títere preferido de Paricio es el polichinela: "Es el jorobado, que se ríe de sí mismo y que le da de estacazos al juez, al policía, al demonio y a la muerte, y que le dice a la gente: 'Yo soy de los vuestros". Paco Paricio va a cumplir 51 años en abril, y también en esto tiene este titiritero algo de republicano.

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