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Agresión sexual a punta de pistola

"Siempre iba acompañado de alguien, nunca solo. Los fines de semana, él y los demás bebían hasta caerse al suelo, y luego la montaban", cuenta un inmigrante ecuatoriano del barrio de Usera, que compartió con Eric Javier Velastegui Jara "alguna juerga". Pide anonimato. El único trabajo conocido en España de Velastegui ha sido el de agente comercial de teléfonos móviles. Pero le duró poco.

Velastegui se ha sentado esta semana en el banquillo de los acusados de la Sección Cuarta de la Audiencia de Madrid. Se enfrenta a 21 años de cárcel por violación, secuestro y robo con intimidación. Pero al llegar a la Audiencia, ya llevaba a sus espaldas, pendientes de un recurso ante el Tribunal Supremo, otros 30 años de prisión por una violación anterior y robos con intimidación. "Si es confirmada por el Tribunal Supremo la violación que ya tiene, otra eventual condena le saldría gratis", sentencian fuentes jurídicas.

En el juicio celebrado la semana pasada contra Velastegui y un amigo suyo por la violación de una chica en la Casa de Campo de Madrid, su estrategia defensiva fue decir que no se acordaba de nada.

La agresión sexual sucedió la madrugada del 3 al 4 de mayo de 2003. Ese día, se escudó ante el tribunal, "celebré mi cumpleaños en mi casa con amigos, pero había estado bebiendo durante tres días y no me acuerdo de nada".

Velastegui no quiso responder a las preguntas del fiscal ni a las del abogado de la pareja, José María Garzón.

A la espera de la sentencia que emita la Audiencia, en el sumario por esta segunda violación consta que su ADN es el mismo que el hallado en el semen encontrado en la vagina de su víctima, quien, además, le identificó ante la policía tras ser detenido.

Fue un acto bestial. Velastegui llevaba supuestamente una pistola y el otro acusado, según el fiscal, una barra de hierro. Ambos se acercaron a un coche en cuyo interior, con los pestillos echados, había una pareja. Eran las seis de la mañana. De súbito, impactaron la barra de hierro contra el cristal. Al chico le metieron en el maletero, desnudo. Velastegui apartó a la chica unos 50 metros del coche y, pistola en mano, la violó.

Jamás olvidarán las víctimas tan terrible experiencia. Tanto miedo le infundió a ella, que no se resistió. "Llegué a pensar que me iba a matar", confesó la chica en el juicio. Durante su interrogatorio, el tribunal ordenó poner un biombo para que ella no tuviese que ver su cara de nuevo. Velastegui apenas si miró a la sombra del biombo, indiferente.

Un registro judicial hecho en casa de Velastegui tras su detención, destapó para la policía la existencia en España de una banda latina tan violenta como jerarquizada.

Buscando en su habitación, los agentes hallaron numerosas fichas y fotografías de miembros de la banda. Anotaciones de pago de cuotas y la biblia de los Latin Kings emergieron también de sus cajones.

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