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Reportaje:

Irujo reinventa la historia

El de Ibero es el pelotari más precoz de todos los tiempos, con cinco finales en menos de cuatro años de profesional

Ni Atano III, ni Ogueta, ni Gallastegui, ni Azkarate o los Retegui. Los nombres históricos de la pelota y sus marcas siguen ahí, pero Juan Martínez de Irujo ya ha empezado a desembarazarse del peso de la historia con la misma soltura que exhibe en el frontón. El de Ibero va a disputar hoy su quinta final entre campeonatos del Manomanista y de Parejas en menos de cuatro años en el campo profesional. Nadie hasta el momento había podido llegar a este récord de precocidad. Sólo un par de pelotaris actuales como Beloki, quien jugó tres finales en sus primeros tres años de profesionales (y venció en dos, ambas en 1995), y Eugui, con un dominio casi absoluto en la jaula entre su debut en 1991 y 1994, se han acercado a Martínez de Irujo.

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Al delantero navarro le segaron la hierba bajo los pies cuando no le seleccionaron para jugar el Mundial de Pelota, celebrado en Pamplona en 2002, y fue relegado al trinquete. El seleccionado fue Oinatz Bengoetxea. Los técnicos siguen hoy sin poder explicar su decisión.

Las gestas del de Ibero superan con creces los límites de la precocidad. Pese a sus 25 años, tiene muchas tablas en los grandes eventos y sólo en una ocasión ha defraudado: la final que disputó con Lasa III en 2004 contra Titín y Goñi III. Históricamente, los pelotaris explotaban sus mejores cualidades tras los 30 años. Por ejemplo, Atano III comenzó a encadenar cuatro txapelas del Manomanista cuando ya tenía 34 años, al igual que Gallastegui. Corría la década de los 40. El azkoitiarra fue el primer pelotari moderno, con manos (bastante maltrechas), pero también con mucha velocidad y capacidad de leer los partidos de una forma casi actual. Ogueta, una década más tarde, ganó su primer título manista con 24 años y fue una excepción.

Otro de los grandes, Retegui II, tuvo que esperar hasta los 26 para alzarse con su primer trofeo, aunque luego mantuvo su dominio durante toda una generación de pelotaris. Pero Martínez de Irujo ya era campeón del mano a mano y subcampeón del parejas con 22. Los métodos de preparación y la insolencia del jugador han hecho el resto: pulir un pelotari casi perfecto que ha sabido aguantar los embates de sus rivales y de la afición y comienza a focalizar toda su fuerte personalidad hacia la cancha con cada vez menos estridencias.

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Desde su entrada casi perfecta (es el primer pelotari que gana el Manomanista en su primer año como profesional) su historia ha sido la de una revelación. "Creo que mientras siga trabajando así las finales seguirán llegando. La diferencia es que este año no contábamos para muchos y estamos en la final por méritos propios", explica el delantero.

Su percepción no es errónea. En el afán por igualar las parejas, la cátedra se sorprendió de que Aspe le uniese con Martínez de Eulate, un zaguero con un lustro de andadura en el profesionalismo, pero más acostumbrado a los complementos que a los estelares. Un dato resulta significativo: todos sus títulos se remontan a fechas anteriores a su debut, en 2001. El pelotari más alto de la competición (roza los dos metros) ha sabido explotar este año sus remos, que golpean la pelota con una fuerza e insistencia martilleante. Ésta es su gran oportunidad y también la de que el Campeonato de Mano Parejas siga siendo patrimonio casi exclusivo de los deportistas navarros.

Sólo Oier Zearra ha nacido fuera de la comunidad foral. El vizcaíno es la esperanza de la pelota en la provincia, carente de rumbo desde hace años. En 2006, se cumple un cuarto de siglo desde que otro vizcaíno, Roberto García Ariño, venciese junto al zaguero Antxon Maíz, la final de 1981. Por entonces, Zearra empezaba a andar en bicicleta y pocos podían creer que una provincia con tanta tradición pelotazale entrase en crisis permanente y casi sin solución, con problemas desde la cantera y muy pocas salidas entre los grandes. García Ariño tuvo la desgracia de topar en sus tiempos con Bengoetxea y Retegui II, que le taparon todas las salidas posibles, convirtiéndole en un finalista casi perpetuo.

Pero si Zearra va a tener que lidiar bastante, un papel primordial recaerá sobre Olaizola II. La otra estrella de la pelota actual supone casi la antítesis de su rival, Martínez de Irujo. El de Goizueta es mucho más tranquilo, golpeador y menos resolutivo que el de Ibero. También ha recorrido los peldaños de la pelota de uno en uno, sin grandes saltos y con algún parón a causa de las lesiones. Por esa razón, siempre ha estado ahí, pero desde que debutó en 1998 hasta que terminó de eclosionar con dos subcampeonatos en 2003 (el de Parejas y el Manista), el menor de los Olaizola ha resultado menos espectacular que Irujo.

Además, las estadísticas otorgan el favoritismo al delantero más joven, aunque la cátedra se muestra más prudente, apuntando la igualdad entre ambos. En la guerra de empresas, un aliciente más en el mundillo de la pelota, Aspe, la empresa de Martínez de Irujo y Martínez de Eulate, se ha mostrado la dominadora de la especialidad. En los últimos siete años, desde la aparición de Aspe, la empresa ha obtenido cinco títulos por sólo dos de los de Asegarce. Sin embargo, en el mano a mano, las cifras son exactamente las opuestas.

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