Andanadas a discreción
No sabemos si a su paso por Valencia, el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, habrá conseguido entonar el ánimo de sus huestes, más aplicadas estos días al jolgorio fallero que a la brega política. El mentado dirigente ha invocado un posible y próximo cambio electoral, confiando en la madurez de la ciudadanía, pero el pronóstico suena a cortesía alentadora más que a diagnóstico razonado. Las encuestas conocidas y el pulso de la calle no auguran por ahora una debacle de la derecha autonómica, a pesar de los episodios de corrupción que la agusanan y el cisma interno -aludimos a la división entre campistas y zaplanistas- que lastra el liderazgo de su jefe de filas y del Consell.
Se diría que sospechan una adversidad en las urnas, por más que alardeen de lo contrario
En realidad, los socialistas valencianos -y seguramente también el mentado alto dirigente- parecen confiar en que el eventual vuelco de las urnas se produzca por el mero desgaste que al PP de Francisco Camps le causan esos dos problemas, sin duda mucho más desestabilizadores que la labor de oposición que ha venido desarrollando el PSPV, premio fin de legislatura a la moderación o irrelevancia, según se mire. Una actitud que le ha sido criticada desde su mismo entorno, pero que, paradójicamente, podría ser la adecuada para desatar los nervios de los populares, recurrentes en el abuso de la exageración. Se diría que son ellos quienes de verdad sospechan una adversidad en las urnas, por más que alardeen de lo contrario.
En este sentido, han sido sorprendentes las andanadas disparadas desde el cogollo dirigente del PP autóctono, atosigado por la doble tarea de azuzar la gestión del Gobierno central, condensando la crítica en el presidente Rodríguez Zapatero, y no dejar al mismo tiempo que el prudentísimo Joan Ignasi Pla levante cabeza, con lo que a menudo le otorga una beligerancia que no acomete. Pero gobernar una plaza como la valenciana obliga en estos momentos a cubrir ese doble frente: defender el fuerte y contribuir a la cruzada para la reconquista de la Moncloa.
Así visto, se comprenden algunos de los desahogos retóricos. El del presidente de la Generalitat, por ejemplo, cuando afirmaba que "el gobierno de ZP es el peor valorado de la historia de la democracia dos años después de haber ganado las elecciones". No precisa quién lo valora así, pero se le adivina. La secretaria general del PP, la desvaída Adela Pedrosa, remacha el clavo asegurando que "ZP aísla la Comunidad Valenciana por tierra, mar y aire". Y, además, "nos menosprecia, margina y acosa". Todo lo cual sería un daño menor al lado de la sequía con que, a su juicio, nos castiga. Porco governo. El vicesecretario regional del partido, Ricardo Costa, sin quebrar el doble del pantalón, evalúa el perjuicio en 3.000 millones de euros en dos años, que ya es afinar.
Una mascletà que calificaríamos de bien sincronizada de no haber sido por la chirriante opinión de Eduardo Zaplana, reivindicando haber gestionado mejor que nadie y sin escándalos la Comunidad. Lo proclama ahora, precisamente, cuando el PP valenciano está abrumado por irregularidades de todo calibre -algunas heredadas del hoy portavoz- cuyas consecuencias sobre el electorado son imprevisibles. No olvidemos que en cada ocasión con más nitidez, el segmento decisivo del vecindario, puesto a pie de urna, opta, entre las mayoritarias, por la oferta partidaria con mayores garantías morales, habida cuenta de que las dos son cada día más intercambiables en el aspecto ideológico y estratégico.
O sea, que, de los políticos, se prefiere la eficiencia gestora a la par con la menor codicia posible, eufemísticamente descrito. Un aspecto, éste, en el que al PP valenciano le han salido rana muchos feligreses, empapelados por los juzgados y los medios de comunicación. Sumemos a ello, y no es baladí, la pertinaz gresca interior del PP, a la que aludíamos más arriba. Lo previsible es que cesen las hostilidades por común conveniencia, aunque está por saberse cómo ha de producirse tal paz a la vista del enconamiento que se constata entre las facciones. Un conflicto que abona las expectativas de los socialistas y les hace pensar que no están tan desahuciados. Eso les ha venido más o menos a predicar el citado dirigente federal, que tiene motivos sobrados para creer en los prodigios y que la moderación es siempre recompensada.
La consejera desairada
La consejera de Turismo, Milagrosa Martínez, acudió a la cita obligada que es la feria internacional de Berlín, pero su comparecencia en el certamen no pudo ser más desdichada, en opinión de algunos de sus conspicuos colegas. La información oficial de la muestra omitió casi todo sobre nuestros mejores motivos: la Ciudad de las Artes, Copa del América, turismo rural, playas adaptadas para discapacitados o Ciudad de la Luz. Y lo peor: ni siquiera fue recibida por la primera firma mundial de turoperadores, con capital de la CAM. Parece que la consejera viajó como turista y no de trabajo, según dicen.
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