Los incidentes tras el 'macrobotellón' del Raval se saldan con 54 detenidos y 69 heridos
Los graves altercados incluyeron la quema de mobiliario urbano y destrozos en comercios
Barcelona vivió durante la madrugada del sábado los altercados más graves de los últimos años. El macrobotellón convocado para el viernes por la noche derivó a partir de las 2.00 horas en una batalla campal por todo el Raval y el centro de la ciudad entre los alborotadores y agentes de la Guardia Urbana y de los Mossos d'Esquadra. Los disturbios se saldaron con 54 detenidos y 69 heridos, de los cuales 37 eran agentes. Los detenidos prestaron ayer declaración ante la policía. Se preveía dejar en libertad, hasta que sean requeridos por el juez, a aquellos sobre los que no recaían acusaciones graves.
De los detenidos, la mayoría son españoles, de entre 18 y 26 años, y siete menores
Las pegatinas de promoción con la palabra ravalejar que exhibían los comercios parecían ayer una ironía. El barrio del Raval amaneció desolado. Durante la madrugada anterior, grupos de jóvenes descontrolados quemaron entre 25 y 30 contenedores, rompieron decenas de cabinas teléfonicas y papeleras, destrozaron comercios, cristales de entidades bancarias y lunas de varios vehículos, y sobre todo se dedicaron a lanzar botellas de cristal, piedras y latas a la policía.
Uno de los incidentes más graves se produjo cuando la quema de cuatro contenedores en la calle de Joaquín Costa afectó a la fachada de una vivienda y de la Casa Almirall, el bar modernista de copas más antiguo de Barcelona. Su dueña, Sílvia, se quejó de que la situación era el resultado de muchos años de permisividad.
Los altercados se extendieron por las callejuelas del barrio, pero también llegaron al corazón de Barcelona. Alrededor de las 2.30 los incidentes alcanzaron La Rambla, donde se encendió una hoguera con contenedores y conos de tráfico delante del Liceo. Desde allí, un grupo bajó a la plaza Reial, donde vació todas las papeleras, y otro se fue hacia la plaza de Catalunya. Varias dotaciones de antidisturbios de los Mossos d'Esquadra trataban de dispersarlos lanzándoles pelotas de goma, pero los violentos no se dejaron amilanar. Así, los cerca de 350 agentes desplegados en la zona no lograron normalizar la situación hasta pasadas las 4.00.
En total se practicaron 54 detenciones. No se habían producido tantas a raíz de unos altercados desde marzo de 2002, tras una marcha antiglobación. Pero nada tienen que ver unas con otras, porque el perfil de los que protagonizaron los incidentes del sábado más bien corresponde a jóvenes que no suelen concurrir a protestas de ese tipo.
El concejal de Seguridad y Movilidad del Ayuntamiento, Jordi Hereu, cifró en 200 personas las responsables de los incidentes. Hereu restó importancia a la convocatoria del botellón, cuyo seguimiento dijo que fue minoritario. "Fue una instrumentalización nueva de un colectivo que otras veces que ha usado acontecimientos ciudadanos, permitidos o no, para llevar a cabo una estrategia de vandalismo y de claro atentado contra la convivencia", aseguró. Hereu aludía a los altercados de las fiestas mayores de Gràcia del pasado verano, unos festejos que varios grupos de jóvenes aprovechan para enfrentarse a la policía como una diversión más.
Pero lo de Gràcia no fue nada en comparación con lo sucedido el sábado. Coincide el perfil de los que realizaron actos vandálicos en el Raval. La mayoría de los alborotadores eran chavales muy jóvenes, algunos adolescentes, aunque esta vez se apuntaron a la batalla personas mayores, incluso de 40 años, claramente ebrias. De los detenidos, la mayoría son españoles, de entre 18 y 26 años. Siete son menores y 10 extranjeros. No pertenecían a grupos organizados y tampoco compartían ningún tipo de estética.
Por la tarde, nada presagiaba lo que acabó sucediendo. El macrobotellón estaba convocado para las 23.00. Por entonces muy pocas personas se concentraban en la Rambla del Raval. Un equipo de limpieza regaba la calle para evitar que los asistentes se pudieran sentar en la calzada. No obstante, a partir de la medianoche la afluencia se fue incrementando notablemente hasta concentrar a unas 500 personas en la rambla y otras tantas repartidas por los alrededores.
La policía había desplegado ya las vallas que blindaban la Rambla del Raval. El acceso se restringió para evitar la entrada de bebidas alcohólicas. Con este fin, los agentes registraban las bolsas y mochilas de quienes intentaban cruzar el vallado, pero el registro fue burlado una y otra vez porque el lugar estaba lleno de coladeros.
Los participantes gozaron al principio de cierta permisividad. Así, se daban a la botella frente a las vallas y en las calles y plazas adyacentes, como las cercanas de Emili Vendrell y de los Àngels. La policía iba requisando botellas, que vaciaba en la misma acera. "¿Qué prefieres, que la tire o que te multe?", le preguntó un mosso a un menor de edad que apenas se sostenía en pie. Las medidas de seguridad causaron una gran irritación entre los jóvenes. Lo que empezó como una lluvia de insultos y de objetos dispares concluyó en un duro enfrentamiento que aterrorizó a los vecinos.
No todos los asistentes participaron en los incidentes más graves. Los culpables de los disturbios fueron unas 200 personas muy violentas, la mayoría encapuchados, que acudieron con ganas de guerra. Quemaron contenedores, rompieron escaparates, destrozaron mobiliario urbano e incluso llegaron a lanzar algún cóctel mólotov. Efectivos de los cuerpos antidisturbios cargaron contra ellos. Comenzó de esta manera una auténtica batalla campal que se extendió por todo el Raval y cercanías. Las callejuelas del antiguo barrio chino se convirtieron en ratoneras. La gente estaba atrapada entre los objetos que lanzaban los radicales y los proyectiles de goma que disparaba contra ellos la policía antidisturbios. Muchas personas resultaron heridas y tuvieron que ser atendidas por los equipos sanitarios desplazados a la zona.
Los agresores utilizaban cualquier cosa que tuvieran a mano para agredir a la policía. Tampoco se libraron los bomberos. Por ejemplo, los alborotadores usaron como arietes los carros de la compra de un establecimiento de La Sirena que quedó arrasado. Los encargados de la tienda lamentaron ayer los daños ocasionados por los violentos, que incluían también el robo de género.
Un local del Institut d'Estudis Catalans también quedó gravemente afectado. La zona padece incidentes todos los fines de semana, pero nunca habían alcanzado tal gravedad. A pesar del temor, varios vecinos se atrevieron a increpar a los violentos. Desde sus balcones les lanzaban agua y hasta lejía para persuadirlos. Algunos bares del barrio tuvieron que cerrar precipitadamente y sus propietarios se quejaron por la pérdida económica que les reportaría el cerrojazo.
Los botelloneros se marchaban por decenas del Raval una vez iniciados los disturbios. Muchos habían acudido con un espíritu lúdico, mientras que otros se tomaron esta cita etílica como un acto de protesta contra la ordenanza cívica barcelonesa.
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