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Reportaje:Festival de Cine de Málaga

Rodar fábulas como verdades históricas

Cineastas analizan el auge del "falso documental" y sus virtudes frente a la "manipulación" de los medios

Javier Martín-Arroyo

"La clave del falso documental es poder mentir sin engañar al espectador", explicaba ayer el realizador Isaki Lacuesta, director de la estimulante Cravan versus Cravan y jurado de la sección de documentales en el Festival de Málaga. La paradoja esconde el nuevo género de moda y el secreto de los nuevos realizadores que flirtean con la ficción. Con formato realista de documental, ruedan secuencias que simulan protagonistas y hechos de la historia reciente. "Se trata de inocular virus para evitar que la enfermedad de la mentira se propague", añadía metafórico Lacuesta.

La intención de estos creadores es, además de recrear su particular fábula, educar al espectador para que entienda cuáles son las claves a la hora de enfrentarse a una realidad que a menudo se presenta como "objetiva". Una sugerente vuelta de tuerca en el mundo de la imagen y la manipulación por parte de los medios de comunicación en la presentación de la "realidad objetiva" y a la que el espectador se presta casi a diario. "Ante la construcción de la realidad que realiza el poder, los creadores se alzan y preguntan... ¿y si todo esto fuera mentira?", interroga el crítico Casimiro Torreiro, que ayer coordinó la mesa redonda sobre el falso documental.

"El espectador no debe dejarse engañar y creer que cualquier forma de rodar es lícita"
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La carpa de mesas redondas acogió un apasionado debate con la presencia de los directores Carlos Molinero, Diego Mastrelles e Isaki Lacuesta, y con la presencia del director del Instituto del Cine, Fernando Lara. Para Torreiro es lógico que hoy día muchos nuevos creadores tiendan a "subvertir la realidad" para presentar como ciertos hechos que no lo son.

Moisés Salama, responsable de la sección de documentales a concurso, opina que los directores "siempre incurrieron en una cierta manipulación" al rodar la realidad a la que se enfrentaban, y de ahí que "se forzaran muchos planos". "Lo importante hoy día es que cuando un espectador vea un producto no se deje engañar y crea que cualquier forma de rodar es lícita".

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El Festival de Málaga exhibió ayer el último ejemplo de una larga lista, La niebla en las palmeras, dirigida por Carlos Molinero. La cinta relata los fragmentos biográficos de Santiago Bergson, físico, fotógrafo y un personaje de aventura a través de acontecimientos que marcaron su vida: un amor adolescente, la revolución de Asturias, el final de la Segunda Guerra Mundial...

Pese a su buena y reciente fama, uno de los problemas a los que se enfrenta el género documental es la multiplicidad de formatos que contiene. "Es un hándicap que arrastra al ser un saco tan ancho. En el documental caben tanto En construcción de Guerín como los documentales de Operación Triunfo o las ácidas críticas de Michael Moore", ejemplifica Cuesta.

En lugar de utilizar recursos narrativos de la ficción, el falso documental utiliza los códigos del documental para armar una ficción, pero esto no lo convierte en documental.

En toda obra hay un punto de vista subjetivo, un posicionamiento de cámara, y una puesta en escena. "En el debate quedó claro que por ejemplo en el famoso documental Nanuk el esquimal, la segunda mujer del esquimal en realidad no era una amiga del pueblo...", recuerda el director Diego Mastrelles. Según los directores de falsos documentales, el espectador debe poner en tela de juicio "sus formas de representar la verdad". Pero la petición no está reñida con el juego. "Yo reivindico que podría ser un ejercicio lúdico el pervertir los códigos", apunta el realizador.

"¿Por qué justo ahora se pone de moda el término falso documental? Un espectador que vea el documental de Telemadrid sobre el 11-M no tendrá la misma noción del atentado que otro que vea uno rodado por una productora independiente. La gente está preocupada por si lo que ve está manipulado", resume Mastrelles.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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