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Reportaje:

Un hombre solo entre dos trenes

Freire se enfrenta en la clásica ciclista Milán-San Remo a Petacchi y Boonen con todos sus 'obreros'

Carlos Arribas

¿Qué diferencia hay entre fabricar coches, salchichas o victorias en una carrera ciclista?

Esta pregunta, dados los tiempos que corren, no es tan incongruente como para no haber rebotado en la cabeza de Óscar Freire varias veces estas últimas semanas. Y tantas veces como se la ha preguntado tantas veces le ha costado encontrar una respuesta. Tanto, que no sabe.

Tantas veces como 15, por lo menos, porque 15 son las veces esta temporada en que el belga Tom Boonen (diez) o el italiano Alessandro Petacchi (cinco) han ganado una carrera. Todas las veces, de la misma manera. Tres, cuatro o cinco corredores de su equipo, entrenados para ello, especialistas en ello, sólo pendientes de ello, obreros especializados en una cadena de producción, se ponen al frente del pelotón, ya convertido en una flecha, en los últimos kilómetros. Ritmo infernal. Ritmo imposible. Relevos cortos. Cada vez más deprisa. Son los trenes, el último orgullo de la táctica ciclista moderna. El tren de Petacchi, ganador en 2005 de la Milán-San Remo. El tren de Boonen, ganador en Madrid del último Mundial.

"Así es el ciclismo de ahora: cada vez está todo más controlado. Pero creo que puedo ganar"
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Y, entonces, a 200 metros de la meta, cuando todos sus obreros han cumplido su cometido, se queda solo, ante la última línea, el líder, el jefe, Petacchi, Boonen, que sólo tiene que dar cuatro pedaladas en progresión, levantar los brazos, señalarse como el mejor.

"Así es el ciclismo de ahora", reflexiona Freire, 30 años recién cumplidos; "cada vez está todo más controlado, cada vez son más profesionales los actores, cada vez todo está más en su sitio. Esto es así y no se puede cambiar. Y creo que en el ciclismo del futuro se verá desde más lejos quién va a ganar. Creo que, salvo en el Tour, cada vez será más difícil dar sorpresas. En un Tour puede ganar cualquiera. En una Milán-San Remo es imposible. Un hombre solo, como yo, tiene cada vez menos espacio".

Sin embargo, contradiciéndose, Freire, un hombre solo, ha ganado una Milán-San Remo, la clásica de casi 300 kilómetros, el Mundial de primavera, que se disputa hoy. La ganó hace dos años. Sorprendió al alemán Erik Zabel, ganador cuatro veces y ahora en el ocaso, penúltima locomotora en el tren de Petacchi. Le sorprendió cuando ya levantaba los brazos, cuando ya se sentía pentacampeón. Le robó la victoria con el último golpe de riñones.

"Es lo que se puede hacer, aprovecharse de un error de los rivales. Aunque yo también los cometo, como hace un año, cuando un error de última hora me dejó fuera", dice Freire; "cuando gané, no me estorbó nadie. Y es lo que espero que pase este año: que se molesten entre los trenes de Petacchi y Boonen y yo pueda aprovecharlo".

La victoria sobre Zabel en 2004 es la que mejor simboliza lo que es Freire en el ciclismo moderno, un hombre a contracorriente, un francotirador. "Nunca he tenido un equipo que me dejara a 200 metros y para algunas carreras me gustaría. Las pocas veces que me han dejado he ganado", alega; "pero yo no cambio nada de lo que hago. Estoy contento con lo que gano, con lo que hago. Si no he ganado más [cuenta 46 victorias por 108 de Petacchi y 46 de Boonen, que tiene cinco años menos] es por falta de ambición en las pequeñas. Pero, al tiempo, cada vez tengo más ambición para las grandes".

Y si Freire, tres veces campeón mundial, no ha ganado más carreras pese a ser un corredor rapidísimo, hábil y muy inteligente ha sido también por culpa de las lesiones. Insidiosas y de origen desconocido. Dolores en la espalda, en el glúteo. La última le duró desde su penúltima victoria, la Flecha Brabanzona, marzo de 2005, hasta la última, una etapa de la Tirreno-Adriático, el pasado sábado: "Llevo nueve años de profesional, pero se podrían resumir en cuatro completos. La última lesión ya no me da guerra, pero no sé hasta cuándo. Como no sé cómo se curó y qué la produjo, lo único que puedo hacer es tener cuidado, tocar madera y esperar que no se reproduzca". "Pero, pese a todo, creo que esta Milán-San Remo se puede ganar"·, concluye.

SCIAMMARELLA
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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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