A Bilbao le sienta bien Manon
En los ya más de cincuenta años de actividad de la ABAO, Jules Massenet no puede competir en presencia bilbaína con nombres tan arraigados como Verdi, Puccini o Donizetti, ni su ópera más representativa Manon figura entre los títulos más representados de sus temporadas, pero desde 1955 en que se ofreció por primera vez cuenta hasta la fecha con trece representaciones, a lo largo de nueve temporadas, con el aliciente de haber contado con intérpretes tan importantes como Rosanna Carteri, Renata Scotto, Lydia Marimpietri, Mirella Freni, Montserrat Caballé, Raina Kabaivanska, todas asociadas a un repertorio más bien italiano pero capaces de poner en estado de añoranza y conmoción al aficionado más conspicuo. Las dos últimas Manon bilbaínas, en cambio, fueron anglosajonas, Valerie Masterson y Mary Mills. Ninguna intérprete francesa en el recuento, pero ¿existió alguna que pudiera satisfacer a público tan exigente en cuestiones sobre todo vocales? Inequívocamente no. La lista de Caballeros Des Grieux pasados por Bilbao es también apabullante: Giuseppe Campora, Ferruccio Tagliavini, Jaime Aragall, Luciano Pavarotti, Alfredo Kraus y Roberto Aronica. Aquí se quebrantó la norma: hubo en 1983 un Des Grieux francés y tan típicamente francés aunque nacido en Mónaco como el excelente tenor Alain Vanzo, seguramente con Kraus el mejor intérprete del personaje en los últimos tiempos.
La temporada actual de la ABAO tiene un especial toque femenino, ya que de los siete títulos en juego, cuatro llevan nombre de mujer: Rusalka, Traviata, Butterfly y Manon. Las tres primeras reflejan la aniquilación de la mujer ante el varón. La Valéry cuenta redimirse de su vida pasada con la pureza de su amor hacia Alfredo, pero sus proyectos se frustran por la intransigencia de un señor intolerantemente burgués y luego por la muerte, otra intransigente. Cio-Cio-San renuncia a su mundo por un oficial americano y cuando se da cuenta de la realidad de sus intenciones no le queda otra cosa que cumplir con su código de honor japonés, es decir, hacerse el harakiri. Con Rusalka ocurre algo parecido; se despoja por amor de su cualidad de ondina para poder acceder como humana al cariño de un príncipe que en cuanto se le cruza en su camino otra mujer se olvida olímpicamente de ella.
Pero con Manon ocurre al revés: es ella la que domina la situación, la que seduce al hombre y luego le abandona por un ricachón, vuelve a recuperarlo poco antes de que tome los hábitos, llevándole luego a la ruina y a la desesperación, cuando ella muera antes de ser deportada como prostituta a Nueva Orleans. Claro que la vida que hubiera llevado el maleable Des Grieux, tanto en su calidad de aburrido noble provinciano como del poco convencido abate de Saint-Sulpice que pretendía ser, lo mejor que le pudo haber ocurrido fue haber conocido a esta voluble, caprichosa, sensual, algo viciosilla, aprovechada, amoral, inconsistente... pero fascinante Manon. Porque Manon es quizás el personaje femenino de ópera francesa del diecinueve más cautivante, aunque tenga que rivalizar con otros tan llamativos como Carmen o Dalila o con aquellos igualmente surgidos del talento de Massenet, que como su contemporáneo italiano Puccini tomó a la mujer como selecta heroína de sus partituras: Thais, Esclarmonde, Herodiade, Anita la Navarraise. Comprendió Massenet el impacto de su Manon, en 1893, una continuación de la historia, Le Portrait de Manon, donde de una manera bastante menos interesante nos cuenta, musical y dramáticamente, lo que le sucedió al héroe tras la muerte de la amada.
Manon nos seduce por la per
sonalidad de la protagonista, algo menos por el candoroso encanto de Des Grieux, además de por la música que describe con refinado ardor la pasión de los amantes, evocando al mismo tiempo con elegante mirada el preciosista siglo dieciocho. Uno no puede evitar, si visitando París se encuentra con la Cours de la Reine, tararear con Manon Je marche sur tous les chemins o si se acerca a Saint-Sulpice imaginar a Des Grieux alejando tentaciones inoportunas con el Ah, fuyez, douce image. Tal es la vigencia y el poderío de esta magnífica obra.
En Bilbao cantan Manon la soprano Ainhoa Arteta y el tenor Marcello Giordani, de nuevo cantantes de origen no francés. Aunque Manon y Des Grieux llevan prácticamente el peso de la obra, Lescaut, el sinvergüenza primo de Manon, y el Comte des Grieux, el intolerante padre del protagonista, tienen sus oportunidades momentáneas de destacar. Respectivamente serán, José Julián Frontal y Giovanni Battista Parodi. Dirige el canadiense Ives Abel la producción de Alain Garichot ya vista antes en Tours y Ginebra y que sitúa la acción en los años cincuenta de la centuria pasada.
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