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Reportaje:

Un abecedario para Blas de Otero

Bernardo Atxaga reivindica el anclaje social de la poesía en el 90º aniversario del nacimiento del escritor bilbaíno

El poeta Blas de Otero nació en Bilbao, en un piso de la calle Hurtado de Amézaga, el 15 de marzo de 1916. Ayer, 90º aniversario de su nacimiento, volvió a conmemorarse en su ciudad natal el Día de Blas de Otero, con el recuerdo añadido del medio siglo cumplido ya por Pido la paz y la palabra, la obra más popular del poeta y la más representativa de de su poesía social. La voz de otro poeta sirvió de homenaje al autor de Ángel fieramente humano. Bernardo Atxaga le dedicó uno de sus abecedarios, recorriendo un camino desde la "a" a "z" inspirado por la obra y la figura de Blas de Otero, y cargado de poemas, recuerdos y de la defensa de una poesia "anclada" en el mundo que le rodea.

"Blas de Otero tuvo la suerte de tener lectores que crean lectores"

Atxaga dijo que el abecedario de Otero era "ceniciento" como escribió en el poema Biotz begioetan, titulado así en recuerdo de otra poesía de Xabier Lizardi. "Sin embargo, hubo poca ceniza en lo que a su obra poética se refiere. Siempre marchó bien", añadió. "Su poesía era leída, cantada, traducida y, sobre todo, admirada". Entre la lista de ilustres admiradores citó a José Hierro, a Dámaso Alonso, a Vidal de Nicolás y a Gabriel Aresti. "Blas de Otero tuvo la suerte de tener lectores que crean lectores".

Atxaga dedicó hace 15 años otro alfabeto a Blas de Otero, un poeta al que admira por su musicalidad, su oficio y su compromiso, aunque no comparta sus utopías políticas. Al releer el alfabeto en 2006 descubrió que su visión del poeta y su obra ya no era la misma. "Entonces pensaba que había otro camino para la poesía, un camino que no estaba ligado a conceptos políticos o utopías, y pensaba que ese camino era mejor". El tiempo transcurrido ha hecho que el autor de El hijo del acordeonista y Obabakok cambie su opinión. "Ahora pienso que a la poesía no le va nada mal ir ligada a algo exterior, aunque las utopías y las ideologías no pueden ser las mismas que en el pasado". Atxaga se reconoce ahora "más descreído del individualismo" y defiende que la poesía "colgada de sí misma" corre el riesgo de convertirse "en una sucesión de reseñas autobiográficas".

Los resultados de ese "conocimiento del alma humana" pueden ser en ocasiones magníficos, como la poesía de Leopoldo María Panero, señaló Atxaga. Pero la mayoría de las veces, consideró, no pasa de un "trabajo de maquillaje". "Suelen ser mentirijillas más o menos piadosas que los poetas se cuentan a sí mismos y, de paso, a los demás", explicó. "No se a quién puede interesar este tipo de textos". Por el camino hacia la zeta final Atxaga defendió que cualquier actividad artística, sea la literatura, la pintura o la escultura, necesita un "anclaje" en la sociedad en la que surge. "En el vacío, siendo completamente autónoma, autosuficiente, sin más tema que el intratema, la actividad artística no podría volar", aseguró.

En el primer alfabeto Atxaga dedicó la letra "d" al dios "al que el poeta le pedía que le dejara con su vacío". Ayer prefirió hablar de la "d" de democracia y dictadura y recordar la enorme resonancia que los poemas comprometidos de Otero tuvieron en una sociedad asfixiada por la censura, gracias, por ejemplo, a las canciones de Paco Ibáñez. "Ahora se puede publicar todo, pero la caja de resonancia está en su contra", lamentó Atxaga. "Si fuera que los poemas, o la literatura, ya no se necesitaran; si fuera que la verdad tiene otros cauces, habría que aceptar esta semimuerte del género. Pero ¿es ése el caso? Yo lo dudo".

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El abecedario tuvo espacio reservado para hablar de los poetas Gabriel Aresti, Gabriel Celaya y Nazim Hikmet y de su compromiso político. "Tenían una fe, participaban de unas ideas políticas que, utópicamente, abogaban por el fin de la explotación del hombre por el hombre y por la implantación de la justicia, y esa forma de sentir y de pensar les confería seguridad y les llevaba a una posición ética sin holguras ni concesiones". Y también permitió a Atxaga recordar la amistad y el respeto mutuo que unió a Blas de Otero, "poeta vasco en castellano" y a Gabriel Aresti, "poeta vasco en euskera". "Esa relación ejemplar es un modelo a seguir por la gens que vive en la gran urbe vasca".

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