Naciones desesperadas
A partir del miércoles, España se dividirá en tres. La vanguardia conectada que ve la segunda parte de Mujeres desesperadas con esas descargas piratas en Internet de los teléfilos ciberfrikis; los habitantes de la millonaria ciudad de los abonados que desde el próximo 15-M seguirán sus peripecias semanales en el dial 21 (Fox) de la plataforma digital, y el resto de los ciudadanos, que después de la Semana Santa podrán apasionarse en diferido con las chicas de Wisteria Lane y harán crecer el share del Ente. Es decir, los ciudadanos ilegales, los habitantes de la ciudad de los abonados y la audiencia generalista.
No está mal que España, por fin, se divida en tres, en algo más que dos, y que la tele (no podía se de otra manera) sea el motor de esta bendita deriva del maniqueísmo que nos agobia, enclaustra y desconecta. Los que estamos totalmente a favor de la globalización de las costumbres, vengan de donde vengan, deberíamos hacerle un monumento a Wisteria Lane porque la serie ha conseguido un consenso peninsular modélicamente transversal, y eso, aquí, es oro.
Ni siquiera Dallas, en su tiempo, logró lo que las mujeres meloirónicas de Wisteria Lane están consiguiendo en sus diferentes prime-time de triple lectura; que por unos instantes España ya no se divida en dos, ¡por Dios!, y deje de crispar binariamente con nacionalidades del siglo pasado, ideologías equivocadas de milenio y duelos mediáticos extraviados de galaxia.
Les parecerá frívolo, pero ésta es la tríada que ahora mismo se lleva y cuyo símbolo será Mujeres desesperadas: la España on-line, la España de pago y España como Ente y como problema. Una nueva versión triangular de la lucha de clases, de género y de generaciones, en perfecto remix, en la que ya cuenta tanto estar conectados (tal es el único verbo identitario) como tener o no tener recursos domésticos para la sincronización global del consumo. Se olvida esto. Lo que yo no olvido es aquel pionero doblaje al catalán de Dallas que hizo más por el nacionalismo de Cataluña que todas las oraciones subordinadas del Estatut.
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