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Entrevista:AHMAD CHALABI | VICEPRIMER MINISTRO DE IRAK | ENTREVISTA

"Nuestro problema es la resistencia de los iraquíes, no los terroristas"

Ahmad Chalabi nació hace 61 años en una familia de banqueros de Bagdad, ciudad que abandonó en 1958. Estudió en Beirut, y luego en el Massachusetts Institute of Technology, en Estados Unidos, para obtener un doctorado en Matemáticas por la Universidad de Chicago. En Amán (Jordania) fundó el Petra Bank, que en una década se convirtió en el tercer banco del país. En 1989, la entidad fue confiscada por el Banco Central de Jordania a la vista de operaciones fraudulentas con divisas. Chalabi fue condenado en ausencia, ya que huyó de Jordania, país que le ha perdonado recientemente.

Militante millonario o aventurero, a Chalabi se le considera el principal ideólogo iraquí que persuadió a la Administración de Bush para invadir Irak con información manufacturada sobre las armas de destrucción masiva, y también ha sido acusado de pasar información secreta norteamericana a Irán. En noviembre pasado, Chalabi, viceprimer ministro de Irak, viajó a EE UU, donde fue recibido por el vicepresidente, Dick Cheney, y la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, entre otros.

"Nuestro problema es que sectores del pueblo iraquí resisten a la ocupación norteamericana. Estamos ante una resistencia árabe"
"Del terrorista Musab al Zarqaui vaticino que serán los suníes, que están luchando en la resistencia, quienes le expulsarán, le capturarán o le matarán"
"Irak no será un campo de batalla o la rampa de lanzamiento de EE UU contra Irán. Nosotros necesitamos una buena relación con Irán"
"Tenemos que trabajar para que los suníes dejen la lucha y se unan al proyecto de construir Irak. No puede haber una solución militar"
"La verdadera realidad es que, durante el régimen de Sadam, Irak era una tumba masiva sobre un enorme campo de concentración"
"Para nosotros, las armas de destrucción masiva nunca fueron la razón para la guerra de Irak. Nuestra apuesta era derrocar a Sadam"

Chalabi es un chiita laico y dirige la Alianza Nacional Iraquí, partido que no obtuvo escaños en las elecciones del 15 de diciembre de 2005. A finales de enero pasado concedió a EL PAÍS una entrevista en Davos (Suiza). Después de una larga conversación ante un magnetofón, siguieron varias comunicaciones entre Madrid y Bagdad hasta el pasado miércoles 8 de marzo. Siguen extractos del diálogo:

Pregunta. Desde la destrucción de la mezquita Al Askariya en Samarra, el 22 de febrero pasado, la violencia sectaria entre chiíes y suníes mantiene convulsionado a un Irak ya de por sí en proceso de desagregación. A tres años de la invasión norteamericana, ¿la ocupación militar degenerará en guerra civil?

Respuesta. Los principales partidos políticos de Irak y sus líderes han condenado el ataque en Samarra y las represalias posteriores. Una guerra civil requiere la presencia en escena de poderes extranjeros interesados en avivar el conflicto, una abundante financiación para las diferentes facciones y líderes políticos iraquíes que crean en esta guerra civil como un medio para alcanzar sus objetivos. El tamaño de Irak y los grandes esfuerzos que demandan las primeras dos condiciones hacen poco viable tal perspectiva. Y la tercera tampoco se cumple: no hay líderes iraquíes importantes que crean en esta guerra civil para alcanzar sus objetivos. Tengo una experiencia personal en la guerra civil del Líbano en los años setenta y en el Kurdistán en los noventa. Y le digo que las condiciones que tenemos en Irak son muy diferentes de lo que yo vi en ambos casos.

P. La presencia extranjera en Irak es una realidad. Está la ocupación militar y los grupos terroristas. ¿Son relevantes estos últimos?

R. Los norteamericanos no quieren una guerra civil. Y los terroristas extranjeros carecen de fuerza... Créame, nuestro problema no son los terroristas extranjeros en Irak. Quizá sean los que promueven los ataques suicidas, pero no es nuestro gran problema...

P. Usted quiere decir que el problema es más grave, ¿es eso?

R. Por supuesto, claro que sí. Nuestro problema es que sectores del pueblo iraquí resisten a la ocupación militar norteamericana. Estamos ante la resistencia de una comunidad iraquí muy grande que está basada en la religión. Estamos ante una resistencia árabe.

P. Por tanto, no confía usted en una solución militar.

R. Si nuestro principal problema fueran los terroristas extranjeros, sería más fácil encontrar una solución militar. Pero nosotros no buscamos una solución militar a la resistencia iraquí. Tenemos que trabajar para que los suníes abandonen la lucha y se unan al proyecto de construir Irak. Insisto: no puede haber una solución militar. Y le digo algo más. Cuando hablamos del terrorista Abu Musab al Zarqaui, yo vaticino una cosa: serán los suníes que están luchando en la resistencia quienes expulsarán, capturarán o matarán a Al Zarqaui.

P. ¿Por qué está tan seguro?

R. Al Zarqaui está en la zona de la resistencia suní. Y hay un fuerte conflicto entre la resistencia suní y los terroristas de Al Zarqaui.

P. Usted subraya el carácter suní y auténticamente árabe de la resistencia. ¿No cree que Washington erró al ignorar la posibilidad de esa resistencia?

R. La planificación estuvo muy mal preparada. Es un hecho. La única idea que había era la de instalar un Gobierno provisional... Y le diré que no era una idea de la Administración de Bush... Era mía. Y la boicotearon. Cuando llegaron los norteamericanos a Bagdad, dijeron que no era posible formar un Gobierno de exiliados iraquíes. En mayo de 2003 tuvimos una reunión con los comandantes militares, Jay Garner, el primer procónsul, y Zalmay Khalilzad, entonces enviado especial de Bush [hoy embajador de EE UU en Irak]. Khalilzad dijo que la idea de un Gobierno provisional era estupenda y se lo propuso a Bush. Pero decidieron lo contrario. Paul Bremer sustituyó a Garner. Dicho esto, también le digo que la resistencia a la ocupación militar ya nos llevó a nosotros, en los años noventa, a promover un golpe de Estado para acabar con Sadam. No nos parecía que la idea de una invasión fuera buena. O al menos no era nuestra opción principal. Pero no nos escucharon.

P. Pero sí hicieron caso de sus informes sobre la existencia de armas de destrucción masiva antes de lanzar la invasión de Irak. La Administración de Bush sostiene que los servicios de inteligencia fueron engañados por gente como usted, entre otros, quienes recibían dinero a cambio de información que resultó ser falsa. ¿Qué dice a esto?

R. Vayamos por partes. Para nosotros, las armas de destrucción masiva nunca fueron la razón para la guerra de Irak. Yo hablé en 1998 en el Congreso de EE UU, bajo la presidencia de Bill Clinton. Y ese congreso aprobó lo que se llamó el Iraq Liberation Act (o Ley de Liberación de Irak), en el que se promovía el derrocamiento de Sadam a través del apoyo logístico a la oposición iraquí. El Congreso de EE UU dio su aprobación para entrenar a los iraquíes dispuestos a combatir a Sadam. Ésa era nuestra apuesta. Teníamos una base de apoyo en el Kurdistán iraquí, en el norte del país. El sur estaba fuera del control de Sadam. Trabajamos en esa perspectiva. Y le diré por qué no creíamos en una invasión. Por tres razones: para evitar una guerra Irak-EE UU como tal; porque el Gobierno que debía sustituir al de Sadam debía tener bases de credibilidad dentro del país, y porque había que mantener el Estado iraquí, no desmantelarlo. Era una difícil propuesta, pero viable. Es más, gente como Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz y Richard Perle, entre otros, firmaron el 26 de enero de 1998 una declaración dirigida a Clinton solicitando una acción más decisiva contra Sadam.

P. ¿Tuvo usted algo que ver con la célebre declaración del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, firmada por 18 personalidades, muchas de las cuales forman parte de la Administración de Bush?

R. ¡Claro! Explicamos el asunto a los firmantes y les pedimos su apoyo...

P. Las armas de destrucción masiva no eran razón para cargarse a Sadam, ha dicho usted antes. ¡Pero toda la carta gira en torno a la amenaza que representaban esas armas en manos de Sadam!

R. Me gustaría recordar que el informe elaborado por el panel independiente sobre la inteligencia de EE UU en relación con las armas de destrucción masiva, de marzo de 2005, ha dejado todo muy claro. Ha habido una campaña consciente de sectores de la Administración de Bush, tras la guerra, para desviar las culpas, al no hallar armas de destrucción masiva, hacia las fuentes que aportaron las informaciones. Estas fuentes eran débiles para poder defenderse ante las múltiples acusaciones...

P. ¿En qué porcentaje diría usted que influyó en la decisión de Bush de ir a la guerra?

R. Menos del 1% [risas].

P. Pero el informe citado dice que sus informes insolventes sobre las armas de destrucción masiva existieron, ¿no es así?

R. Le contaré una anécdota.En 2001, un desertor del régimen iraquí, un ingeniero especializado en cementos por inyección, se puso en contacto con nosotros. Nos dijo que había construido un depósito para el Ministerio de Industria Militar. Creía que, por sus características, podía estar destinado a almacenar armas prohibidas. Él no había visto esas armas. Era una sospecha. Le pusimos en contacto con The New York Times. Esto ocurrió en diciembre de 2001, dos meses y medio después del 11-S. La entonces periodista de dicho diario Judith Miller estaba buscando una historia. Diría que estaba buscando desesperadamente una historia sobre las armas de destrucción masiva. La llamamos y le dijimos que había una persona que podía interesarle y que podía ir a verla. Vio la oportunidad y decidió entrevistarle. Al mismo tiempo, llevamos a este ingeniero ante la Administración de Bush. No podíamos confirmar ni probar lo que decía. Sonaba interesante y parecía que decía la verdad. Yo no le vi nunca, pero fui informado de esto. Una persona que trabajaba con nosotros había sido compañero de curso y confirmó su identidad. Sabíamos que si lo introducíamos en la Administración de Bush y no le dábamos cierta publicidad, seguramente ya no le volveríamos a ver. Miller, pues, le entrevistó. Enseguida llevamos al ingeniero ante la Administración de Bush. Les gustó lo que decía. Dijeron que era una mina de oro... La periodista publicó la historia. Pero a él ya no le volvimos a ver. Desapareció.

P. La Administración de Bush, ¿sigue en Irán la misma hoja de ruta que condujo a Irak?

R. Irak no será un campo de batalla o la rampa de lanzamiento de EE UU contra Irán. Bush no quiere que Irán se convierta en un poder nuclear. Nosotros tenemos una larga frontera con Irán. Necesitamos una buena relación con Irán. Las comunidades chiíes iraní e iraquí comparten la misma fe. Muchos dirigentes de los partidos chiíes vivieron durante la época de Sadam en Irán. No creo que, más allá de la retórica, estemos en una situación parecida a la de Irak.

P. Abu Ghraib ha sido clausurada. ¿Cree que esto anula el efecto de lo que representaron las torturas allí?

R. Las fotografías de Abu Ghraib fueron terribles, pero no debemos perder la perspectiva: la verdadera realidad es que, durante el régimen de Sadam, Irak era una tumba masiva sobre la cual se erigía un enorme campo de concentración.

Ahmad Chalabi, viceprimer ministro de Irak.
Ahmad Chalabi, viceprimer ministro de Irak.REUTERS

"Políticos de España cogiendo contratos, ése es el asunto"

Pregunta. El Gobierno español de Aznar apoyó en 2003 la guerra de Irak en medio de grandes manifestaciones contra la invasión. En 2004, el Gobierno de Rodríguez Zapatero retiró las tropas españolas de Irak. ¿Cómo recibió usted la decisión?

Respuesta. No he visto nunca

a Aznar... No, espere, sí, le vi una sola vez. Fue después de la guerra. Quizá fue en Naciones Unidas

o cuando vino de visita a Bagdad. Otra vez vi a la ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio. Agradecemos que España hubiese formado parte de la coalición dirigida por

EE UU. Hubo muertos españoles y lo sentimos mucho. Pero, al tiempo, no me sorprendió el rechazo del pueblo español antes de la guerra. Conozco España, he viajado por

Andalucía. A la gente no le gustan las aventuras militares. Respeto, por otra parte, la decisión del

Gobierno elegido por el pueblo

español de retirar las tropas en abril de 2004.

P. Empresas españolas se be-neficiaron con el Programa Petróleo por Alimentos de la ONU.

¿Qué sabe usted?

R. No quisiera provocar escándalos. El Informe Volcker menciona a diversas empresas beneficiarias. Mi fuente no es ese informe.

Hay muchos documentos de la Mukabarrat, el servicio de inteligencia iraquí, que hablan sobre ello.

P. Repsol tenía un contrato en regla de compra de crudo...

R. Olvídese de Repsol. Éste no es el asunto.

P. ¿Cuál es el asunto?

R. Cierta gente, políticos cogiendo contratos...

P. ¿De España?

R. ¡De España, claro! Dejémos-

lo ahí.

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