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El porvenir urbano del arte líquido y flexible

Juan Cruz

Gerardo Vera tiene fe en que la nueva sala Valle-Inclán sea uno de los ejes de esta "red de la esperanza cultural" que Madrid podría tener si se conjuntan las ofertas de lugares como La Casa Encendida, el Museo Reina Sofía y la propia sala... Fue sorprendente para él que la gente del barrio recibiera de uñas la inauguración de la sala ("Queremos centro de salud, y no teatro"), y cree que ahora le toca a él tratar de integrar "el teatro en el barrio".

Para ello, habla con asociaciones culturales, con hoteleros: para que el teatro cumpla allí su función urbana. "Vamos a llevar información a Lavapiés, y eso lo vamos a vivir juntos. Ya estamos viendo que hay gente del barrio que acude a las representaciones de Divinas palabras". ¿Y veremos a la ciudad integrando el teatro? "Es un problema cultural; cuando se escriba con mayúsculas la cultura, el teatro será un factor de integración urbana. Ahora hacemos cultura de aluvión, y éste es un problema educativo. ¡Si hasta hace 20 años aquí no había educación gratuita, y en Francia lleva siglos habiéndola!".

Juan Mayorga, el joven dramaturgo que hizo la versión de estas Divinas palabras, nos decía que el teatro "es un arte que puede hacerse cargo de preocupaciones colectivas, y es muy poderoso; aun siendo líquido y flexible, es capaz de hablar de lo que en otro sitio no se habla. Habría que aprovecharlo para eso".

Madrid, dice, "no está a la altura de su historia teatral... Hoy que se habla tanto de nación, ¿dónde está ese teatro nacional capaz de recoger los problemas de la población...? ¿Cuándo van a llegar a los escenarios los problemas de los inmigrantes?". ¿La reacción del público de Lavapiés? "Es un barrio con carencias escandalosas, pero un teatro de calidad le ayudará a conocer una vida mejor. Pasó en el Royal Court, en la periferia de Londres: integró a los inmigrantes, los convirtió en público y en protagonista, es un teatro capaz de percibir, y no sólo de recibir propuestas. ¿La cartelera madrileña? Sólo representa una fracción de la vida: hay una hegemonía del teatro que se dedica a matar el tiempo, y hay pocas alternativas".

Ainhoa Amestoy, de 28 años, directora, actriz, autora, era muy tajante ayer desde Santander, donde lleva de gira su espectáculo Las mujeres del Quijote: "La cultura teatral de la ciudad está estancada por el entretenimiento. La gente de la ciudad no se integra, es consumidora; faltan ideas, no hay iniciativas interesantes, y así qué relación va a tener la juventud con lo que se representa. Lo más renovador viene de fuera. A nuestra generación no nos lo están poniendo fácil. La Casa Encendida, el Círculo de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional están haciendo cosas minoritarias, pero interesantes; pero es difícil que la ciudad y el teatro se encuentren, porque tampoco se dan coincidencias culturales en torno a los teatros. Como si el teatro y la vida se estén dando la espalda".

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