La reivindicación de la píldora
La juventud de Juana Aranguren (Bilbao, 1952) fue bastante movida y conflictiva, a pesar de que el franquismo daba sus últimos coletazos. "En mi familia, que era demócrata, las mujeres teníamos ya un papel muy definido y unos límites claros. Por ejemplo, te decían que tenías que estudiar y tener una carrera, pero por si te quedabas soltera o viuda. No podías salir por la noche, porque por la noche sólo salían las putas, etcétera". Y en estas, Juana Aranguren ingresó en la Universidad de Deusto para estudiar Derecho.
"Hasta Preu era una estudiante bastante normalita. En cuanto llegué a la Universidad, no volví a pisar un aula: todo el día panfletos, asambleas, coordinadoras. A mí me echaron de Deusto por roja. Entiendo que era insorportable. El decano llamó a mi madre y le dijo: 'No podemos con ella'. Y mi madre respondió: 'Yo tampoco".
Juana continuó con sus estudios de Derecho en la UPV, en San Sebastián. Entonces entró a militar en la Liga Comunista Revolucionaria, luego LKI, pero prontó optó por la lucha feminista en exclusiva. "Pasamos a reivindicar la píldora, a exigir que queríamos tener relaciones sexuales libres. Ese proceso lo hemos protagonizado nosotras como movimiento: quemábamos sujetadores como signo de liberación, no nos pintábamos porque no queríamos ser mujeres objeto. Los hombres estaban muy percutidos por aquella pelea. Fue una auténtica revolución". Ya instalada en San Sebastián, volvía en pocas ocasiones a Bilbao. "Estábamos muy alejados de los padres, porque la familia era una estructura asfixiante. El mayor conflicto fue el tema de la píldora. 'Una cosa es que seas feminista, pero que seas puta...', te decían los padres. El aborto fue otro conflicto que se vivía tanto en la calle como en casa. Y eso que mis padres no eran especialmente retrógrados. Que yo fuera troskista, les hacía gracia, pero la libertad que conllevaba ser feminista no la asumieron".
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