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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Sopa de letras y de gansos

No ha hecho más que empezar, pero tenemos la impresión de que tampoco se va detener el menudeo de opiniones sobre el eventual pacto electoral entre Esquerra Unida-Entesa y el Bloc Nacionalista. Lo han postulado estos días el portavoz parlamentario de aquella formación, Joan Ribó, el cabeza visible de Esquerra i País, Pascual Mollà, y la diputada Isaura Navarro. En la disciplinada base se perciben pronunciamientos en el mismo sentido, que a la postre responden a una preferencia generalizada. Desde la otra parte pactante -los nacionalistas de Enric Morera- sólo se espera una señal para sentarse y negociar cuanto antes un arreglo, habida cuenta de que no se reducirá el listón del 5% antes de los próximos comicios autonómicos. Sólo así, en amistosa coalición, es previsible que se estrenen en el hemiciclo de las Cortes.

Las ventajas de tal concordia, además, parecen obvias. Sumar todo ese surtido de siglas podría traducirse en una fuerza política realmente representativa y hasta es posible que se constituyese en decisiva y arbitral a la hora de otorgar el gobierno a uno de los partidos mayoritarios. Quizá no llegase nunca a cubrir el 12 o 15% del electorado votante, pero tampoco es delirante tal previsión. O sea que, de sumar sus efectivos y capacidad de convocatoria, podría constituirse como una fuerza a tomar en consideración y no, como es el caso, un conglomerado testimonial -o poco menos- de piñas y peñas subalternas, por más que alardeen de partidos y agrupaciones. En este sentido, una mera disección de ese universo sólo revela su fragmentación anacrónica, redundante y pueril.

Estamos persuadidos de que el lector de estas líneas sabe a qué nos referimos cuando hablamos de la fragmentación de la izquierda, decimos de la que está a babor del PSPV-PSOE. Pero, tanto a título ilustrativo como de mortificación, viene al caso meter el escalpelo a ese panal de grupúsculos que se intitulan unidos. En primer lugar aparece el segmento predominante que está integrado por los comunistas -¿pero qué esperarán a cambiar de marca y de talante?-, los independientes, y Esquerra i País. Todo seguido viene la Entesa, formada por Els Verds-Esquerra Verda (¿serán dos distintos o dos en uno?) y Esquerra Valenciana. En su conjunto decantan lo que se define como Esquerra Unida (EU).

Pero el aparente popurrí no acaba ahí. Por si no tuviesen bastante tarea con negociar las tomas de posición sobre los problemas del día a día y una convergencia -no digamos fusión- entre ellos, los denominados Verds, Esquerra Valenciana y Esquerra i País abonan, junto a una facción del Bloc descrita como soberanista (¡toma ya!) un llamado Compromís pel País Valencià. Y para acabarlo de arreglar, gente de alto copete intelectual que no encuentra ubicación entre este muestrario que acabamos de exponer, alumbra una plataforma tan inane como cualquiera de las dichas y que se presenta como Compromís pel Canvi. Pues sí, muy comprometidos pero perfectamente inútiles.

Como es lógico, nadie en su sano juicio puede tomarse en serio una oferta política que viene amparada por esta olla de grillos o sopa de gansos, porque, a la postre, veteando tanto izquierdismo, ecologismo y nacionalismo no hay más que un vivero residual de narcisos. Tal es el principal obstáculo para alcanzar un consenso, agravado aquel por la perspectiva de cada uno de los grupitos en obtener una parte del botín en forma de escaño o concejalía. Una miseria que la izquierda no se sacudirá hasta que caiga en la cuenta de que su unidad no es un asunto táctico, sino estratégico, ético y de mera sobrevivencia.

Claro que también puede haber ocurrido que este universo de minorías tan respetables como patéticas se haya adaptado a su condición subalterna, desoyendo la demanda social -en la medida que lo es, que tampoco ensordece su clamor- de una izquierda que sea, a un tiempo, referente y decisiva. ¿Y qué lo impide si todos cuantos se reclaman de ese ámbito político son simultáneamente verdes, nacionalistas, independientes y hasta marxistas? Pero una cosa es razonar y otra litigar con los ambiciosillos, doctrinarios y chovinistas de unas siglas sin historia. A veces dan la impresión de que en la izquierda estando apuestan para que nada cambie ni se una.

Músicos marginados

Ya casi nos hemos olvidado de que hay cantantes valencianos, queremos decir que cantan en valenciano. Muchos de ellos fueron un revulsivo de la transición política y la democracia les es deudora. Pero nunca o apenas rindió el régimen ese tributo de gratitud. Ni con los socialistas mandando, ni menos aún con la derecha que gobierna la autonomía. Ahora, y sin apelar a deudas históricas, con el único crédito de su calidad y número, reclaman un reconocimiento de los medios de comunicación públicos, que les tienen marginados. Es mortificante si miramos hacia atrás y una injusticia ahora mismo. ¿En qué país vivimos? Buena pregunta.

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