Atrapar lo fugitivo
"¿Y qué carencia transforma / el precario aliento en poema / y se deforma y derrama / sólo en la página?". Quizá Rosa Lentini haya pretendido dar, en este fragmento de uno de los poemas de la primera parte de El veneno y la piedra, una pista al lector sobre el fondo obsesivo, de una angustia serena, que lleva al sujeto poético creado a buscar los ángulos ocultos de la existencia. Una búsqueda que concibe el poema como espacio superador de los límites del idioma. No para describir la realidad, sino para dar cuenta de algo no definible que tiene que ver con el sentido último de la existencia humana, con la frontera, extremadamente frágil, que separa vida y muerte. Ese sentido se apunta, sobre todo, en la primera parte del libro, El veneno, construida, como la segunda, con poemas cortos e intensos. El veneno es la obsesión por atrapar el momento vivido, la sombra de la eterna pregunta sobre su sentido y la apelación a la palabra como remedio contra su pérdida ("todo ofrece el asombro / de una sílaba / en su vasta rapiña").
EL VENENO Y LA PIEDRA
Rosa Lentini
Icaria. Barcelona, 2005
106 páginas. 10,50 euros
La piedra es el título de la
segunda parte. La piedra como lastre, como peso, pero también como materia perdurable que se sobrepone al tiempo, que cruza las generaciones, que es soporte en el que la palabra, como expresión sublimada de momentos de la existencia, queda grabada durante siglos. Es la metáfora del lugar que acoge los efectos del "veneno": el desasosiego ante los límites de la existencia conduce a una reflexión fragmentaria -en textos fronterizos al haiku- sobre las posibilidades del lenguaje para conjurarlos: "La seguridad de lo escrito", escribe Rosa Lentini.
El libro se cierra con ocho poemas, más largos y de tono más meditativo, en los que se advierte una sentimentalidad no visible en los apartados anteriores. El título procede de un verso de Anne Michaels: Dominar el miedo. Lentini ejerce en sus poemas el lema de la canadiense: meditar con lucidez sobre la muerte, desvelar lo que hay de oculto en lo cotidiano, atrapar y fijar lo fugitivo, estar por encima del miedo y no a su capricho, eternizar el presente: "Pasado y futuro son un sonido / de raíces desasidas".
El veneno y la piedra es un libro de madurez. Un libro de corte metafísico pero, como ocurría con el anterior, El sur hacia mí (2001), con anclajes reconocibles en lo vivido. Es decir: con emoción y con memoria. Con vida.
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