Inversiones
Recuerdo que estaba en el sofá, con las piernas apoyadas en la mesa, perdido en alguna ensoñación inconfesable, cuando dijeron por la tele que en Asia, víctima de la gripe del pollo, había muerto una niña. Hace de eso tres, cuatro, siete años, no sé, pero era la primera vez que oía hablar del virus de la gripe aviar y la verdad es que ni se me pasó por la cabeza llamar al banco para dar la orden de comprar acciones de Pescanova. "Por Dios, si era evidente que iban a subir como la espuma", me dice un vecino con el que juego al futbolín y tomo el vermú los domingos por la mañana. Hay gente con un olfato especial para establecer este tipo de asociaciones mercantiles, y sin haber olido la Teoría del Caos. Una cosa es la teoría y otra la práctica. Usted puede saber mucho acerca del caos y no tener ni idea de cómo se practica. Se practica invirtiendo.
Estuve escuchando en la radio los comentarios sobre Endesa y la empresa alemana que la quiere engullir. Pero no saqué en claro si debo comprar acciones de Gas Natural o de velas de cera. Mucha gente, en EE UU, se arruinó cuando sustituyeron la cámara de gas por la silla eléctrica: no vendieron a tiempo. Pero algunos de los que se forraron adquiriendo eléctricas tampoco supieron desprenderse de ellas cuando apareció la inyección letal, que puso por las nubes las acciones de los laboratorios farmacéuticos. La pena de muerte, y la muerte en general, es determinante en los movimientos de la Bolsa. Lo que pasa es que hay que estar muy atento.
El otro día, Schwarzenegger no se pudo cargar a un reo, porque un par de médicos hipocráticos, dos gilipollas, se negaron a colaborar. Se quedó con la jeringuilla en la mano, como si fuera un pene flácido. Si el ejemplo cunde, las farmacéuticas podrían caer en picado. Quizá sea el momento de volver al gas, y a las eléctricas. Pero primero tendrían que gasear o electrocutar a una niña. La Bolsa parece indescifrable, aunque si le dedicas tiempo acabas comprendiendo sus sutilezas. Las sutilezas de la Bolsa son lo que en otros ámbitos llamamos rudimentos. Si escuchas que un pollero ha muerto en Asia y, en lugar de venirte a la cabeza Pescanova, te pones a pensar en los misterios de la vida, estás perdido.
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