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Columna
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El juego de las mesas

El comunicado difundido el pasado sábado por ETA, además de proclamar la autoría de los ocho atentados perpetrados entre del 5 de enero y el 14 de febrero de este año, viene a desmentir los rumores propalados durante las últimas semanas sobre un inminente anuncio de alto el fuego temporal, tregua indefinida o abandono de las armas de la organización terrorista. La convicción expresada hace doce días por el presidente del Gobierno según la cual ya se habría iniciado el principio del fin de la violencia elevó el nivel de las expectativas optimistas, bruscamente desinfladas por la publicación de un texto cuyo principal objetivo es descartar -por omisión- la perspectiva de un desistimiento de la actividad criminal de ETA.

El documento sostiene que "la propuesta más firme" a fin de "superar el conflicto" del País Vasco es la plataforma lanzada por Batasuna -suministradora de "la metodología y las claves fundamentales" para conseguirlo- el 14 de noviembre de 2004 en Anoeta. El nacionalismo radical aspira a crear dos mesas negociadoras diferentes: formada la una por los portavoces de todos los partidos vascos sin exclusión, que debatirían entre sí -a extramuros del Parlamento de Vitoria- el futuro marco institucional de Euskal Herria; constituida la otra por representantes de ETA y de los Gobiernos español y francés, que discutirían las cuestiones relacionadas con el desarme de la organización, la suerte de los presos y las reparaciones a las víctimas. Esa separación, sin embargo, es puramente analítica: en realidad sólo habría un proceso integral de negociación con dos carriles que no podrían existir el uno sin el otro.

El nacionalismo radical da por descontadas las conclusiones finales de la mesa de partidos -sólo cabría discutir acerca de calendarios y métodos- sobre dos cuestiones: la identidad del sujeto político (resultado de la unificación del actual País Vasco, Navarra y los tres territorios franceses ultrapirenaicos) y su derecho a decidir (el ejercicio sin fecha precisa del principio de autodeterminación). "La paz -proclama el comunicado- estará basada en los derechos de Euskal Herria o no habrá paz". Una negociación cuyo resultado estuviese predeterminado de antemano es como hacer trampas en un solitario. De ahí que los socialistas vascos rechazasen la semana pasada el coactivo orden del día de la mesa de partidos propuesta por Batasuna, a la que acudirían para defender la Constitución y el Estatuto: "La paz no es enredarnos en un galimatías sobre ámbitos, decisiones, territorialidades, sujetos políticos y otras especulaciones sobre el ser o no ser de Euskadi".

Aunque convocadas formalmente por separado y con diferentes invitados, las dos mesas de la propuesta de Anoeta serían en realidad mecanismos indisociables de un engranaje único dirigido a lograr por la vía pacífica los objetivos que la organización terrorista no ha conseguido obtener por la vía armada a lo largo de varias décadas. Resulta crucial saber cuándo y en qué orden de prelación se pondría en marcha cada pieza de la maquinaria: ETA teme que el anuncio de un abandono de las armas antes de la formalización pública del compromiso de constituir la mesa de partidos en los términos dictados por Batasuna le dejaría sin bazas; a su vez, el Gobierno no puede emprender -por mandato del Congreso- el final dialogado de la violencia mientras la organización terrorista no evacue el escenario y renuncie a ser a la vez juez armado e interlocutor político de la negociación.

La afirmación del comunicado según la cual "la solución del conflicto" no puede venir "de un solo lado" y su llamamiento a los "movimientos vascos" a fin de que "den pasos sin esperar a nadie, pasen de las palabras a la acción y muestren actitudes valientes" emplaza a los restantes actores a tomar la iniciativa y aleja la posibilidad de una tregua inmediata de ETA. Aunque sólo sea una cláusula de estilo tremendista, la retórica del documento es intranquilizadora: "Hemos derribado y agrietado algunos muros pero deberemos superar otros luchando duro". La apuesta de ETA a favor de una Democracia Vasca, contrapuesta a la "democracia española de la Monarquía y la Guardia Civil" supuestamente defendida "con uñas y dientes" por el PNV, constituye un ominoso presagio del juego con cartas marcadas en la mesa de partidos que Batasuna pretende.

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