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Reportaje:

La Ventilla, contra las líneas azules de los parquímetros

Los vecinos del barrio se quejan de que el Consistorio ha reservado casi todas las plazas de aparcamiento para no residentes

La zona de la Ventilla está en estado de alerta. Y todo por las líneas azules que aparecieron pintadas en su principal arteria: la avenida de Asturias.

Cuando el servicio de estacionamiento regulado (SER) entre en vigencia, buena parte de los 4.500 vecinos deberán pagar para poder aparcar sus vehículos en esa calle. La única escapatoria es esperar a las ocho de la noche. Los días de diario, a esa hora, vence el plazo de la regulación. Los sábados se adelanta a las tres de la tarde.

"Abusan porque somos gente mayor", protesta Román Esteban. Él vive en una de las viviendas protegidas construidas a ambos lados de la avenida de Asturias. "Todos los días, para poder aparcar el coche, tengo que dar dos o tres vueltas a la manzana", describe. En las horas punta, la situación es caótica. Pueden verse coches estacionados en las entradas de los garajes.

Los vecinos han recogido 200 firmas. Denuncian que no se respeta su derecho de residencia en la avenida.
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Las regulaciones del SER establecen que "debe haber, como mínimo, un 75% de la superficie delimitada con línea verde -de estacionamiento libre para los residentes-, y el resto, con línea azul". "Eso aquí no se cumple. Los que vivimos en la avenida de Asturias no podemos aparcar allí. Y las calles transversales y perpendiculares -que son verdes- están siempre atestadas de coches", prosigue Esteban. Él ha levantado la voz entre los vecinos. Redactó una proclama bajo el lema "¡Basta ya!", para informar del problema a los demás.

En el texto les anima a reclamar contra el plan de estacionamiento regulado. Para ahorrar tiempo y trabajo, Esteban hasta incluye en su proclama un texto modelo para la reclamación: "Responsabilizo a los responsables del SER de todos los problemas judiciales y económicos que pueda ocasionarme la nueva normativa que se va a implantar en la zona donde resido". Además, Esteban ha impulsado la recolección de firmas, como parte del protocolo organizado para denunciar su problema. Muestra un escrito. En él puede leerse: "Oficina de Registro, distrito Tetuán. Fecha de entrada, 16 de febrero de 2006". Ese día, Esteban y sus compañeros presentaron la rúbrica de 200 personas a su protesta.

"La única respuesta oficial que recibimos es que la avenida es una vía comercial, y que por eso está pintada de azul", informa Esteban. Lo rodean ocho vecinos. Viven en la zona desde hace más de diez años, cuando se trasladaron a las casas protegidas de la Ventilla. Refunfuñan. "Yo estoy operado del corazón y de un aneurisma. Uso el coche para movilizarme. ¿A usted le parece que tenga que ir a aparcar lejos de mi casa?", pregunta uno de los vecinos. Una historia parecida se revive en cada uno de ellos.

Informada del asunto, la Concejalía de Movilidad se defiende. "En la zona de la Ventilla se respetan los porcentajes previstos por el SER. Incluso la superficie pintada de azul no llega a ser del 25%", informa una portavoz. Además, aclara: "Los vecinos pueden aparcar en las calles transversales y perpendiculares a la avenida de Asturias. El SER se propone dar prioridad al residente, y no perjudicarlo".

Sin embargo, Francisco Fernández Pallarés pone cara de pocos amigos. "A nosotros nos dejaron abandonados", denuncia. "Que hayan pintado toda la avenida de azul es una provocación", dice. A su lado, José María Martín asiente. "Nos vamos a pegar todos en las pocas plazas verdes que haya", esboza.

Y continúa: "Esta mañana, por ejemplo, no tenía lugar para aparcar. Al final, lo de siempre. Entró con calzador. ¡No sé cómo voy a hacer para sacarlo!".

Estos tres vecinos están cansados. Sienten que el SER fue la gota que rebasó su paciencia. "¿Por qué nos tienen que obligar a acostumbrarnos a los bocinazos o a que la gente estacione en doble fila porque no hay lugar?", preguntan.

Los residentes sospechan. Ven otras intenciones detrás de las líneas azules: "La avenida de Asturias es una calle muy golosa. En poco tiempo, crecerá y se transformará en recaudatoria. De hecho, ya se han adjudicado varios locales comerciales nuevos. Y va a seguir creciendo", aporta Román Esteban.

"¿Qué va a pasar a partir de ahora con las plazas de garaje?", preguntan los vecinos. "¿Nos puede asegurar alguien que vamos a poder comprarlas a un precio razonable?", inquieren.

Uno de ellos esboza una respuesta: "Van a ser mucho más caras. Después de todo, en algún lugar vamos a tener que dejar los coches".

Garajes vacíos durante nueve años

A ambos lados de la avenida de Asturias hay bloques de edificios. En cada uno de ellos viven 100 familias. La mayoría se mudó a esa zona en julio de 1997, cuando el Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima) terminó de construir las casas protegidas.

Los edificios tienen garajes. Una particularidad los distingue: han pasado nueve años sin que sus plazas hayan sido adjudicadas. Uno de los vecinos exhibe la solicitud de una plaza de garaje que hizo ante las autoridades. Resalta la fecha: "Diciembre de 1997".

"Saben que las queremos comprar, pero los garajes siguen desiertos", reclaman los residentes. Uno de ellos, Francisco Fernández Pallarés, aporta más datos: "Después de nuestras solicitudes, la respuesta que nos dieron fue que no había suficientes peticiones para adjudicar las plazas".

En mayo del año pasado, informaron a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, del problema. "Nos envió al responsable del área y luego éste prometió solucionar el asunto en dos meses. Ya ha pasado casi un año", dice Román Esteban.

Los garajes tienen mal aspecto. En lugar de autos, motos y bicicletas, sus plazas cobijan telas de araña y goteras. La huella del tiempo se nota en los techos, humedecidos y despintados. Pequeños charcos y herramientas en desuso completan el paisaje oscuro. No hay luz en ninguno de los garajes.

Los autos están en la puerta de entrada. Aparcados, en doble y hasta triple fila. No hay cartel indicativo de "vado permanente", como en un garaje común. En la calzada, la pintura sentencia casi una década de abandono: la línea azul deja aparcar. Como si los garajes no existieran.

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