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Christina Rosenvinge cierra con su nuevo disco la trilogía americana

'Continental 62' refleja el pop vanguardista de la artista

Elsa Fernández-Santos

Las canciones de Christina Rosenvinge tienen una dulce y oscura melancolía, una chocante visceralidad. Con Continental 62, que hoy sale a la venta, la cantante cierra su trilogía americana, que arrancó con Froozen pool (2000) y siguió con Foreign land (2002). Canciones en inglés y castellano salpicadas de ecos franceses y neoyorquinos. Considerada hoy una cantante de culto, ella afirma que evoluciona movida por su instinto y su autoexigencia.

Continental 62 es el vuelo que conecta el aeropuerto neoyorquino de Newark con Barajas. "Es el avión que cogí para volver a Madrid y es el avión que cogen mis músicos cuando vienen a trabajar conmigo". Tercera parte de una trilogía que marca un largo viaje ("el de ida, el de estancia y, ahora, el de regreso") vital y también musical.

"Es un disco muy meditado", explica Rosenvinge. "He tardado año y medio en grabarlo y cada canción es una pequeña historia". Historias de terrores cotidianos, de soledades y mentiras, y también de amor y amistad. Desde la cálida y triste ¿Quién me querrá? a la oscura Tok tok, una historia de acoso y pasión, -"Isabel maldito aguijón, / esta vez no habrá compasión / al final tú tenías razón, / se puede renacer sólo tras la humillación"- . "Bueno, es un pequeño thriller inspirado en la música de Bernard Herrmann. En realidad, la escribí porque me encanta la palabra putón, ¡tan francesa¡ Es una mujer que acosa a otra, una mujer fatal, ese demonio que han inventado los hombres para desviar la culpa que les produce el deseo. Pero las mujeres fatales no existen y la palabra putón es fantástica". El cine, explica, es una fuente de inspiración casi más fuerte que la música. "La música de cine es muy descriptiva, muy emotiva. Las bandas sonoras de Michelle Legrant o de Badalamenti son claves para mí. En las canciones meto siempre pequeñas piezas, una especie de islas, paisajes sonoros, que nacen de ahí".

Rosenvinge ha contado para su nuevo trabajo con los músicos Steve Shelley, Jeremy Wilms, Tim Foljahn y Lee Ranaldo. Además de Charlie Bautista y la producción de Suso Saiz: "Suso ha sido productor, psiquiatra y confesor", dice riéndose. "He volcado en él todas mis dudas y me ha ayudado mucho a aclararme sobre mis ideas y mis planes imposibles. Cada vez me vuelvo más exigente, pero me faltan conocimientos para llegar adonde quiero y en ese sentido él me ha ayudado mucho".

Además, con Continental 62 se estrena Søster, el nuevo sello de Rosenvinge, y su página web (www.christinarosenvinge.com), que en los próximos días estrenará el vídeo musical de Liar to love. "Finalmente, la facilidad en la difusión de la música que proporciona Internet, a pesar de haber llevado a la industria a la bancarrota, tiene mucho de positivo. No sabemos muy bien adónde vamos, pero se ha salido de esa estructura cerrada de compañía-radio-tienda de discos y eso abre caminos interesantes".

Desde que la cantante decidió dejar Warner su empeño se ha centrado en crecer: "Fui yo la que me tiré del tren en marcha; quizá fue un suicidio comercial, pero había agotado una etapa, fue una decisión muy consciente, tenía que hacer otras cosas; creo que si hay algo que no he sido nunca es deshonesta. No reniego de nada, sólo he evolucionado. Y cada vez me siento mejor, en todo; a los 40 años uno empieza por fin a tener una ligera idea de quién es".

Christina Rosenvinge, el viernes en Madrid.
Christina Rosenvinge, el viernes en Madrid.CRISTÓBAL MANUEL

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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