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Reportaje:

La cena siempre fría en el asilo

Las familias denuncian el deficiente trato que se dispensa a los ancianos más dependientes en algunas residencias

Antonio Jiménez Barca

Es la hora de la cena. En la residencia pública El Encinar, en Leganés (Madrid), hay 40 ancianos sentados en el comedor. La mayoría, aquejados de Alzheimer, es incapaz de llevarse el tenedor o la cuchara a la boca. Sólo dos auxiliares les atienden. "Se comerán la cena fría, como siempre, porque no tienen alguien que venga a ayudarles y las empleadas no dan abasto, y así todos los días, para desayunar, para comer, para cambiarles los pañales", asegura Pío Maceda, uno de los familiares que han denunciado el deficiente trato que reciben los 130 residentes de este asilo. Sus quejas, de la mano del portavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid, llegaron hace dos semanas al Parlamento regional.

Las instalaciones de esta residencia son impecables. Las habitaciones, amplias y bien dotadas. Pero los parientes se quejan, sobre todo, de falta de personal, y de que esta falta de personal repercute muchísimo en la ya escasísima calidad de vida de estos ancianos. "Nosotros vamos todas las tardes a ver a mi suegra y le damos de comer", explica Maceda. A su lado, su mujer, con un infinito cariño, levanta a su madre del sillón y la vuelve a sentar para que haga un poco de ejercicio.

La anciana, una señora de más de 80 años, embutida en una bata azul, ausente, canturrea algo en un murmullo ininteligible. De vez en cuando alza la voz, grita. "Si no viniéramos nosotros, nadie la movería, no hay gente para eso, y estaría toda la tarde sentada, sin poder moverse, y estas personas, como todas, necesitan movimiento", añade Maceda. "Y nosotros somos unos privilegiados, porque ella está atendida porque venimos todas las tardes. ¿Qué pasa con el resto de ancianos, ésos a los que nadie o casi nadie viene a ver?", se pregunta Maceda.

No es la primera acusación sobre residencias de ancianos en pocos meses. Tampoco la más grave: en noviembre de 2005, seis trabajadores de la residencia de la tercera edad de Paterna (Valencia) denunciaron en los juzgados a la directora del centro por tratos vejatorios a los ancianos.

En Cataluña, Estrella Fernández ha acudido a la asociación del Defensor del Paciente y a los juzgados para denunciar el maltrato que sufrió su padre en una residencia de Barcelona: "No sólo mi padre: una tarde en que yo estuve allí -alguien de mi familia siempre acudía a verle-, yo vi a cinco ancianos que se pasaron solos toda una tarde en su silla de ruedas. Yo era la única persona consciente que estuvo con ellos. En un momento dado, una de las señoras empezó a quitarse las vendas de las piernas, a rascarse y a hacerse sangre. Por eso acudí a la asociación Defensor del Paciente", explica.

En España hay 7,2 millones de personas mayores de 65 años. De ellas, presentan alguna discapacidad 1,7 millones y el 2% vive en residencias para ancianos. Los asilos en España reúnen 300.000 plazas, de las que 65.000 son de titularidad pública.

"Es muy difícil e injusto generalizar, pero si se les debiera juzgar por sus resultados, creo que las residencias en España están peor que en países de nuestro entorno", asegura el médico especialista en medicina preventiva Antonio Burgueño, que ha colaborado con la Comunidad de Madrid en este aspecto y que actualmente es uno de los autores de un estudio sobre ancianos residentes e inmovilización. "En España se inmoviliza al 27% de los ancianos dependientes que viven en residencias. En EE UU, por ejemplo, no se llega al 15%; en Noruega, no alcanza el 2% y en Japón hay centros que ya practican el 0%", explica Burgueño. "También nos consta que se usan más psicofármacos que en otros países", añade. El informe, terminado en diciembre de 2005, ha sido llevado a cabo tras consultar a 63 residencias, tanto públicas como privadas, y a 4.500 ancianos. Burgueño es uno de los impulsores, junto con la Confederación Española de Organizaciones de Mayores, Ceoma, del programa Desatar al anciano, encaminado a concienciar a profesionales y responsables de residencia de la necesidad de no condenar al mayor a una inmovilidad total.

Precisamente el presidente de Cecoma, Eduardo Rodríguez Rovira, urge a las administraciones central, autonómica y local para que se garantice "no sólo la salubridad de estos centros, sino que se cumplan las condiciones mínimas que requieren los mayores para vivir dignamente".

María Jesús Morala, portavoz de la Asociación de Enfermos de Alzheimer, asegura que las quejas de los usuarios de las residencias, "que son muchas", llegan casi siempre por los mismos motivos: "Falta de personal". Morala recalca que en muchas residencias el número de auxiliares que atienden a ancianos muy dependientes "es escaso" y que, debido a los sueldos exiguos que se pagan en el sector, "están mal preparados y rotan muchísimo". "Como se pagan 600 o 700 euros al mes, pues a las primeras de cambio un auxiliar encuentra un trabajo en una casa particular y se va, y estos enfermos necesitan personal estable en el que puedan confiar", añade.

El director general del Mayor de la Comunidad de Madrid, José María Alonso Seco, considera que el panorama no está tan negro: "Por lo que yo conozco, las residencias de ancianos están bien, aunque esto no quiere decir que no se produzcan problemas singulares y que no tengamos que mejorar". En el caso concreto de la residencia de El Encinar, Alonso especifica que el centro "cumple y ha cumplido en todo momento con la legalidad y no ha merecido nunca ninguna sanción".

El director del Mayor añade que, más allá de acusaciones concretas, el modelo de residencia de ancianos está cambiando meteóricamente. Se está pasando de los centros concebidos hace años un poco como hoteles a las residencias de ahora, en las que se necesita una atención mucho más especializada porque los ancianos cada vez viven más y son más dependientes.

Las estadísticas dan la razón a Alonso. Dada la evolución de la población y la evolución de la esperanza de vida, en 2010, según un estudio del Ministerio de Asuntos Sociales, España tendrá tres millones de personas dependientes; y en 2020, el número de seres humanos que necesitarán ayuda para desenvolverse en su vida cotidiana será de 3,5 millones.

Pío Maceda, mientras oye a su suegra canturreando su cancioncilla ininteligible, añade: "Protestamos por ella", y señala a la anciana, "pero dado cómo va la sociedad, también por todos nosotros".

Pío Maceda, con otros miembros de una asociación que denuncia el trato que reciben sus parientes en una residencia de ancianos de Madrid.
Pío Maceda, con otros miembros de una asociación que denuncia el trato que reciben sus parientes en una residencia de ancianos de Madrid.RICARDO GUTIÉRREZ

Falta de personal

La residencia de Leganés El Encinar, denunciada por algunos familiares por desatención hacia los ancianos, es pública, esto es, pertenece a la Comunidad de Madrid, que es quien otorga cada una de sus 132 plazas, pero su gestión ha sido encomendada a la empresa privada Geroplan. La directora general de Geroplan, Lourdes Rivera, asegura que la crítica principal de los parientes -la falta de personal- no se sustenta: "Nosotros tenemos en plantilla 81 empleados, entre los que se cuentan un terapeuta, un fisioterapeuta y 42 auxiliares". Y añade: "Entiendo que a los familiares les parezca poco, porque a ellos todo siempre les parecerá poco, pero cumplimos, con creces, con lo que nos exige la Comunidad de Madrid". La diputada socialista Carmen García Rojas, por su parte, asegura que lo que exige el Gobierno regional "no es suficiente, está desfasado". Y lo explica: "Ahora, el 90% de las personas que acuden a estas residencias está muy necesitada de ayuda, por eso vamos a pedir que se reclame más personal". La parlamentaria también critica que las inspecciones "sean escasas". "La Consejería de Servicios Sociales sólo cuenta con nueve inspectores para controlar más de 300 residencias, entre privadas, públicas o públicas concertadas, como es el caso de la de El Encinar".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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