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Columna
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Atrapados en Tokio

Juan Ignacio Crespo

Desde el 4 de enero de 1990 ha corrido mucho agua bajo los puentes, pero la Bolsa japonesa no ha logrado superar un nivel que apenas es el 40% del que alcanzaba por entonces. Pudiera parecer que aquel día, primero del año con el mercado abierto, alguien hubiera dado un banderazo de salida, mientras decía: "¡queda inaugurado este ciclo bajista!".

Un inversor que hubiera mantenido durante estos 16 años una cartera de valores idéntica a los que componen el Nikkei 225 seguramente habría acumulado cierto resentimiento hacia el archirrepetido mantra de los años noventa de que la renta variable es la mejor inversión en el largo plazo.

¿Cuantos años faltan para que esa afirmación se vuelva realidad en Japón? La historia conocida de los índices de Bolsa permite dar unos plazos máximos orientativos, utilizando para su cálculo la analogía con el Dow Jones Industrial, que también pasó por un larguísimo periodo de postración tras el crash de 1929, costándole después 23 años el poder recuperar los niveles máximos que había alcanzado en octubre de ese año.

Si el Nikkei se comportara de manera parecida, aún tendría por delante un largo periodo de siete años hasta recuperar la cota de 1990 (cercana a los 40.000 puntos) lo que equivaldría a una revalorización de aquí a entonces del 150%, algo que dejaría más que satisfechos a la mayoría de los inversores. ¿Merece la pena intentarlo?

Si miramos las rentabilidades más recientes de los fondos de renta variable japonesa todo indica que sí: durante los doce últimos meses han acumulado un 35% en promedio y durante los tres años últimos un 20% de media anual compuesta. Sin embargo, la renta variable japonesa no es apta para miedosos: durante los últimos 30 días ha estado sometida a un violento proceso ondulatorio en el que se han sucedido dos movimientos bajistas y dos alcistas de un 10% de amplitud, algo que tiene al promedio de los fondos de renta variable japonesa con pérdidas del 3% en 2006. Aunque el elemento desencadenante de la oleada de ventas parece haber sido la investigación oficial a una empresa de Internet, en realidad no existe una explicación para esas convulsiones.

La caída de la Bolsa de Japón ha destapado una multitud de problemas que poco tienen que ver con los que han afectado durante años a su economía y sí con la calidad de la información que proporcionan las empresas cotizadas en Bolsa, las sospechas de parcialidad política en la investigación a una de ellas o la misma fiabilidad de los sistemas informáticos de la Bolsa de Tokio, que han acumulado diversos y llamativos fallos en un par de meses.

La clave durante los próximos meses será la reacción que tendrá la inversión extranjera ante todos estos acontecimientos: no hay que olvidar que la fuerte subida de la Bolsa japonesa desde comienzos de la pasada primavera ha estado soportada por el flujo de dinero procedente del exterior. Aunque los virulentos altibajos a veces son el síntoma más llamativo de una fase alcista que se agota.

Juan Ignacio Crespo es director general de Finanduero.

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