El festival cierra con el tono amargo de historias sobre mujeres oprimidas
Philip Seymour Hoffman triunfó fuera de concurso con su interpretación en 'Capote'
Las dos últimas películas presentadas en la competición han aportado al festival un poco de color y bastante de amargura. La iraní Offside, de Jafar Panahi, que hace seis años sedujo al mundo con El círculo, ha retomado su lucha en favor del papel social de la mujer con un cuentecillo relacionado con el Mundial de fútbol. Por su parte, la alemana Réquiem, que los rumores habían elevado a la categoría de obra maestra, es una esotérica denuncia del daño psicológico que puede producir la presión religiosa en la vida de alguien. En cualquier caso, el día obtuvo su esplendor con Capote, donde el actor Philip Seymour Hoffman hace una composición realmente memorable del inquietante escritor.
La suerte ya está echada, y el jurado presidido por Charlotte Rampling tiene todas las cartas en la mano. Según se mire, le será fácil acertar dado que no han sobrado películas apasionantes, pero difícil también por la misma razón. Cuando, como en esta edición, la mayoría de los filmes son de tono medio, el capricho más inesperado puede provocar sorpresas y hasta escándalo. Pasa con frecuencia. El año pasado se premió aquí un musical surafricano sobre Carmen, que aún se recuerda con asombro. Intentando evitar un patinazo semejante, la dirección del festival ha creado este año un nuevo premio que decidirá conjuntamente con el jurado. Bajo el paraguas del nombre de Alfred Bauer, que fue el fundador del festival y figura de prestigio, el nuevo premio tiene la ambigüedad de no aclarar si va a ser tanto o más importante que el Oso de Oro. Esta noche lo sabremos.
La iraní Offside cuenta cómo unas chicas pretenden entrar al encuentro de fútbol que decidió en Teherán la intervención iraní en la próxima Copa Mundial, que se celebrará precisamente en Alemania, lo que ha motivado la programación de varias películas relacionadas con el fútbol. Offside es la crónica de una discriminación: la policía descubre a varias adolescentes camufladas de chicos para entrar al fútbol, y las encierra durante todo el encuentro en un corralito para que los hombres no las vean. Las peripecias de cada una sirven para ridiculizar la ley iraní que impide a las mujeres un trato de igualdad. El mensaje es evidente y la película se hace simpática especialmente cuando suena un himno patriótico acompañando al fracaso de las chicas: Offside es un empeño arriesgado para su país aunque en Berlín se quede pequeñita.
Por otro lado, se venía hablando de la película alemana Réquiem, de Hans-Christian Schmid, como la sorpresa de última hora. No ha sido para tanto. Réquiem es dura y extraña, está filmada con energía y bien interpretada por Sandra Hüller, una muchacha de nuestros días que padece de epilepsia, o eso dicen los médicos. Sin embargo, los curas y ella misma creen que en realidad está poseída por el diablo: se le cae el rosario de entre los dedos, no puede acercar su mano al crucifijo, no logra rezar... La película muestra con énfasis el rígido ambiente religioso que impera en casa de sus padres, lo que lleva a deducir que es la represión familiar el problema que ella tiene. El caso está basado en un hecho real (la chica murió tras una centena de exorcismos, según dice un letrero final) y la película lo cuenta con buen pulso dramático, pero eludiendo la claridad de la denuncia, lo que conduce a una ambigüedad innecesaria. ¿Estaba realmente poseída o era un cuento de pastores protestantes? En cualquier caso, Réquiem ya ha obtenido en este festival el premio de la crítica internacional.
Lo mejor del día estuvo en Capote, de Bennett Miller, que habla del genio de un gran escritor tanto como de su egoísmo. Se centra en el proceso vivido por Truman Capote durante la gestación de A sangre fría, novela de no ficción sobre un asesinato múltiple en un apartado pueblo de Kansas. Encontraron a los dos jóvenes asesinos y pronto se les condenó a muerte. Capote fue a verles a la cárcel e influyó para que la ejecución se retrasara. Pero, reconocido y vanidoso escritor de éxito, se desinteresó de los asesinos cuando le apremiaba publicar su libro. Naturalmente, Truman Capote (en España no se han fiado de titularla simplemente Capote) arrancó una ovación de poner los pelos de punta, y Philip Seymour Hoffman casi salió a hombros. De haber estado a concurso, el jurado no hubiera podido olvidarlo.
Babelia
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