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Gervasio Sánchez y Ricardo Calero reflexionan en una exposición sobre la injusticia

"No se puede vivir en un simulacro permanente", escriben el fotógrafo Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) y el artista plástico Ricardo Calero (Jaén, 1955) en el catálogo de la exposición Latidos del tiempo. A través de fotografías, dibujos, collages, esculturas e instalaciones, la muestra invita a reflexionar sobre las situaciones injustas que han vivido y viven millones de personas en todo el mundo, de Chile a Angola, pasando por Bosnia o Afganistán. La guerra o la indiferencia del Primer Mundo están detrás de muchas de estas vivencias.

La exposición se inaugura hoy en el Museo San Telmo de San Sebastián, tras pasar por Zaragoza y Sevilla. Llega como preludio de la cuarta edición de los Encuentros de Cine y Derechos Humanos organizados por el Ayuntamiento donostiarra, que se celebrará del 24 al 31 de marzo.

Latidos del tiempo, que permanecerá abierta hasta el 26 de marzo, recibe al visitante con textos de 13 personas comprometidas con los derechos humanos que hablan sobre la justicia, la violencia, las víctimas, el miedo, la escasez frente a la abundancia, el abuso de poder, la información...

"Es una exposición dura", que "habla de la gente que ha pasado por situaciones tremendas, pero que, con la mayor dignidad posible, es capaz de sobreponerse y darnos lecciones de vida", relató ayer Calero. "Es importante que el visitante se deje impactar, que piense que tras cada fotografía, dibujo o escultura hay una persona que tiene una historia que contar y derecho a ser respetada", añadió Sánchez.

Ocho espacios

La muestra se ha dividido en ocho espacios. Arranca con Tiempo y silencio, donde se proyectan 12 imágenes de la destrucción que causó la guerra de los Balcanes. "Hemos empezado por aquí porque siempre pensamos que estas cosas ocurren en lugares lejanos, pero estamos a 1.500 kilómetros y tenemos un nivel cultural similar", advirtió Calero.

Bajo el epígrafe Identidad y memoria se exhiben restos de ropa, carnés y otros objetos que las familias de los fallecidos guardan como reliquias. El espacio Crueldad y dolor queda integrado por fotografías de mujeres mutiladas, mujeres que han perdido a su marido en la guerra, mujeres que llevan años preguntando por el paradero de sus hijos,...

Poder e indiferencia deja paso a Soledad y ésta a Miedo y esperanza. Este último apartado está planteado como una calle con casas de cristal en cuyo interior se descubren distintas realidades: el miedo de la familia que huye de Sarajevo, pero también la esperanza de un niño que juega en un campo de refugiados. Alegría y supervivencia da a conocer la historia de Sofía, una joven de Mozambique que con 13 años se quedó sin piernas por la explosión de una mina y a los 18 se desenvolvía con una prótesis, se había casado y tenía un niño. Resistencia y dignidad llama al diálogo.

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