La jauría
Qué suerte, meditaba yo, que el señor Aznar prefiera almorzar con el presidente de Estados Unidos a ir de cacería con el vicepresidente Cheney, quien, al parecer, tiene el gatillo tan flojo como robusto el hermetismo informativo. Qué suerte, me repetía el último martes, merodeando en torno al acto de defensa de las libertades que tuvo lugar en mi actual barrio. Cierto que sucedió al otro lado de la frontera, en la parte norte de la señorial avenida Diagonal (en la zona sur tenemos menos pretensiones, y una cantidad de sex-shops y sitios de alterne que ni les cuento), en donde se encuentran el banco que mece mi hipoteca y el selecto Círculo Ecuestre.
Épica resistencia. Las señoras: obligadas a musitar sus palabras predilectas -servicio, visón, adónde vamos a ir a parar- de la perseguida lengua castellana, temiendo que se personaran los escuadrones de la muerte de los Mossos d'Escuadra. No como otras mujeres, de provocativa lengua pecadora, aleluya.
Me extrañó que, para la recogida de firmas contra Calígula (salir de Bambi para acabar en esto) se congregaran tan pocos catecúmenos. Pero no podemos pedir que atesten las trincheras, considerando lo poco que dura la luz verde en los cruces de la Diagonal, y el estado venerable en que se encontraba más de la mitad de los mártires de su España. Y menos mal que, cuando don Mariano Gladiator compareció tras su epístola en el Ecuestre, sus acólitos no se enteraron de que el líder del PP se había llevado un rapapolvo, precisamente de empresarios que suelen anidar en el lado norte de todas las Diagonales. El mundo está sembrado de ingratitud, pero hay que reconocer que algo grave le pasa al Candidato a Dedo del Partido Popular cuando sus teóricos pares le piden que él y los suyos se tomen un válium.
Personaje literario, don Mariano el Sobreactuado. Lástima que ya Alberto Moravia retrató a alguien bastante más interesante en El conformista: novela sobre la integración en la jauría de un hombre que quiere hacerse perdonar, y perdonarse, ciertos comportamientos de su pasado mal vistos en la Italia del nuevo orden fascista. Léanla: es un aleccionador estudio de carácter, denuncia de la perversidad intrínseca a todo conformismo.
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