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Columna
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Respeto

Sumo la mía a las opiniones expresadas estos días sobre la crisis de las caricaturas de Mahoma, porque pocas cosas tengo claras, pero ésta sí.

Estoy de acuerdo con los que reclaman más respeto hacia los sentimientos de los islamistas. Pero no estoy de acuerdo en la forma de manifestar este respeto. Parto de la base de que no se debe coaccionar a ningún medio de expresión que quiera hacer chirigota de Mahoma o de quien sea, santo o laico, vivo o muerto. La libertad de expresión no consiste en decir lo que a uno le apetece, sino en aceptar que los demás hagan lo mismo, nos guste o no. Y obtener esta libertad ha costado muchas cabezas y muchas miserias. Hay que respetar los dogmas ajenos, pero los nuestros, también, y para mí la libertad de expresión es tan sagrada como puede ser Mahoma para el imán de Elsinore. De modo que adelante con las caricaturas y tres hurras por Charlie Hebdo. Si por esta causa algunos quieren dar brincos, pegarse puñetazos en sus propias cabezas y amenazar al mundo, son muy libres de hacerlo. Yo les sugeriría que en vez de canalizar sus lamentos y su rabia hacia los excesos de nuestra libertad, los canalizaran hacia los defectos de la suya, pero allá ellos.

Comprendo la preocupación de los gobernantes que ven venir el lío y piden comedimiento, pero argumentar que no se deben hacer según qué cosas no porque estén mal, sino porque otros se pueden poner de los nervios, es tratar a estos otros como si fueran el tonto del pueblo, cosa que en este caso puede parecer justificada, pero no lo está. Los mahometanos no son unos desequilibrados. Ciertas manifestaciones públicas, de las que el terrorismo es la más aparatosa, contaminan en el imaginario colectivo a la comunidad de donde surgen. El respeto nos impone luchar contra esta generalización. Me niego a que me identifiquen con las torturas en Abu Ghraib y me niego a pensar que todos los musulmanes se traen un mal rollo con Mahoma. Unos cuantos sí. Es su problema. Si nos los traen a casa, garrotazo y tente tieso. Al margen de esto, no tenemos por qué ejercer unos miramientos que tienen algo de paternalista y de colonial.

Que cada cual en su casa haga lo que quiera, incluidos los daneses. No se van a pasar la vida viendo películas de Dreyer.

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