El Atlético viaja en globo
Los rojiblancos logran su cuarta victoria consecutiva tras desatascar un partido muy trabado con la Real Sociedad
Érase uno de esos partidos en los que uno de los dos equipos, el Atlético, tiene muchas ganas de atacar, y gira y gira y vuelve a girar la pelota sobre su eje. Pero se le ocurren muchas ideas subsidiarias, ideillas pequeñas, batallas perdidas, y ninguna solución definitiva. El otro equipo, la Real Sociedad, se conjura para no atravesar el medio campo y acumula jugadores por detrás del balón y bombea oxígeno sin ningún propósito concreto. Sólo para resoplar mejor y aguantar el resultado. Pero de tanto inflar los pulmones, el grupo de Arconada se quedó sin resuello al final y el Atlético, subido en un globo de hidrógeno que conduce Ibagaza, consiguió su cuarto triunfo consecutivo. Una sucesión de victorias que no se daba desde hace más de dos años.
ATLÉTICO 1 - REAL SOCIEDAD 0
Atlético: Leo Franco; Velasco, Pablo, Perea, Molinero; Luccin, Ibagaza (Gabi, m. 83); Galletti (Kezman, m. 37), Maxi, Petrov; y Fernando Torres (Colsa, m. 88).
Real Sociedad: Riesgo; López Rekarte, Jaúregui, Labaka, Garrido; Viáfara, Mikel Alonso; Novo (X. Prieto, m. 73), Stevanovic, Gari (M. González, m. 75); y Skoubo.
Goles: 1-0. M. 82. Torres centra para que Kezman remate de cabeza a gol.
Árbitro: Puentes Leira. Amonestó a Luccin, Molinero y Pablo Ibáñez. Expulsó a Viáfara (m. 89).
Unos 48.000 espectadores en el Calderón.
Así que durante 82 minutos todo fue muy aburrido. Por ejemplo, en todo el primer tiempo apenas pasaron cosas. Pasó, sí, que por alguna conjunción planetaria imprevista, la Real consiguió sacar un córner y que, producto de esa jugada, tuvo dos oportunidades consecutivas. Pasó que Petrov se quedó solo frente a Riesgo y se aturulló como suele aturrullarse cuando toca controlar las pulsaciones y sortear la sombra del portero. Pasó que Galletti, que tiene un muslo derecho de cristal, se lesionó y saltó al césped Kezman, que aguardaba en el banquillo porque a Pepe Murcia, su entrenador, no le gusta tocar lo que funciona y el equipo había funcionado en Barcelona. También pasó que cayeron objetos al césped y que la grada donde se ubican los fanáticos coreó eslóganes de muy mal gusto recordando la muerte de Aitor Zabaleta, seguidor de la Real, en las inmediaciones del Calderón.
La actitud de la Real, su empecinamiento en la renuncia a todo lo que a primer golpe de cerebro se imagina uno que debe ser el juego, tuvo uno de sus puntos más elevados cuando disparó a puerta desde su campo sin que Leo Franco estuviera adelantado. Sencillamente, con el propósito de quitarse la pelota de encima. El célebre Viáfara, autodenominado un líder, no tuvo otra misión que incordiar a Luccin. Y así todos los jugadores del equipo donostiarra. Uno por uno se anularon con la tarea de anular a sus pares. Paradójicamente, Leo Franco tuvo que intervenir más que Riesgo. Una falta, un saque de banda, un balón largo, la Real sin hacer una sola jugada que merezca tal nombre, llegaba a su manera y creaba peligro.
El Atlético, que definitivamente ha apostado por la velocidad, no tenía espacios. Una dificultad muy seria cuando se pretende jugar al contragolpe. Evidentemente, Gonzalo Arconada, el técnico del club guipuzcoano, contaba con ello. Como no quedaba una baldosa libre en el césped, los rojiblancos se vieron obligados a elaborar el juego. A buscar la famosa rendija. Y la había, porque la Real defendía con muchos futbolistas, pero no especialmente bien. Pero el Atlético, aunque tiene sus cosas, no es precisamente un fino mecanismo de relojería; un paciente estratega del tablero.
Ibagaza insistía en los centros al hueco, largos balones, algunos astutos. Pero siempre había cinco o seis futbolistas de la Real defendiendo el tesoro. En el segundo periodo una jugada al primer toque entre Petrov, Fernando Torres y Kezman, que concluyó con un tiro alto del serbio, fue la primera ocasión en la que los rojiblancos le arrebataron la llave de la guarida al conjunto donostiarra. La segunda, casi con los mismos protagonistas, supuso el gol de Kezman. Fue uno de esos astutos centros de Ibagaza, pero es que entonces la famosa rendija ya no era una estrecha franja de aire, sino un pasadizo.
Los últimos minutos, sin que el partido llegase a descoserse del todo, fueron más entretenidos. No es que se viera una sucesión vertiginosa de oportunidades, claro. Pero por aquello del cansancio, de la hartura de la rutina en la marca, de la inminencia definitiva del final, los dos equipos se volvieron descuidados y pasaron más cosas. Ya corría más el aire. Y eso es bueno para Ibagaza. El pequeño argentino inició la jugada del gol rojiblanco con una apertura a Torres. El Niño se la puso en la cabeza a Kezman y el serbio la dejó en la red. Tan asombrados estaban los futbolistas rojiblancos y sus aficionados, que se quedaron saludando en el centro del campo. Sorprendidos, quizá, de que el viento de popa dure ya cuatro jornadas.
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