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Reportaje:

Hazañas ecológicas en casa

Antonio Lucena, un ingeniero de minas de 72 años, ha convertido su hogar en una verdadera planta de reciclaje para defender el medio ambiente

La casa de Antonio Lucena, un ingeniero de minas de 72 años, es una planta de reciclaje y ahorro de energía en miniatura. Cada residuo que genera tiene su destino correcto, ya sea el aceite de freír, las pilas o un bote de pintura que se ha secado. Porque lo del papel, el vidrio y los tetrabriks ya estaba superado incluso antes de que en las calles apareciesen los contenedores de colores. Tampoco gasta un vatio de potencia si no es verdaderamente necesario. Este ecologista convencido cree que las pequeñas acciones domésticas para cuidar la naturaleza son sólo "el principio del principio" y que hay que hacer mucho más.

El periplo por el hogar de Lucena es toda una excursión didáctica. En la cocina, la pieza principal es el cortacorriente donde están enchufados pequeños electrodomésticos como el microondas. "Si lo tengo encendido, aunque sea en reposo, el reloj se ilumina de forma innecesaria, es lo que se llama consumo fantasma, así que lo enchufo al cortacorriente y sólo lo acciono cuando necesito calentar", apunta el ingeniero.

Enciende la calefacción sólo un par de horas "en las habitaciones que están ocupadas"

La nevera es de clase A, "la que garantiza que el consumo energético es la mitad de todo el parque nacional", aclara, "pero aún así, hay que cuidarla bien", dice, como si el aparato fuese un miembro más de la familia. "Es que hay gente que mete alimentos calientes en el frigorífico y ese calor expandido la hace esforzarse más para mantener el resto de alimentos a la temperatura idónea. Eso merecería una multa", señala Lucena. "Y hay también quien descongela la comida a la intemperie en lugar de pasarla del congelador al frigorífico durante 24 horas. Esa práctica revierte en consumo eléctrico porque mientras el alimento se está descongelando está robando calor a la nevera", añade.

El grifo del fregadero y los del cuarto de baño tampoco se salvan de la incisiva política energética de Antonio. "Les he puesto un aparato que introduce aire en el agua cuando se abre el grifo y eso hace que gasten la mitad sin que se note en la presión", advierte. Y al hablar del agua, se le escapa un lamento: "Es pecado beber agua mineral en un país donde tenemos un agua estupenda. No nos damos cuenta de que, de los 6.000 millones de habitantes que hay en la tierra sólo una sexta parte puede disfrutar de agua en condiciones, y nosotros estamos entre los privilegiados; yo me hago de cruces cuando veo a la gente cargar con agua embotellada", suspira.

El cubo de basura de la familia Lucena es otro ejemplo a seguir: no se aprecia ni una brizna de materia que no sea la orgánica. "Todos deberíamos entregar así de limpia la basura por si los responsables de este país se deciden de una vez por todas a hacer compost, que es muy necesario en España porque nuestras tierras tienen muy poco contenido orgánico", alecciona este maestro.

El aceite de freír que se ha quedado sucio también tiene su propio envase que, una vez lleno, viaja hasta Torrejón de Ardoz donde una empresa se encarga de darle fines ecológicos. "Echar el aceite por el desagüe es una barbaridad porque ese aceite llega hasta la estación depuradora de aguas residuales y forma una capa encima que evita que entre el oxígeno en las aguas fecales procedentes de las casas", puntualiza.

Las lecciones de ecología esperan en cualquier rincón de la casa de Antonio. Algunas habitaciones se iluminan con bombillas de bajo consumo -"11 vatios frente a las de 60 del pasillo"- y la calefacción se enciende sólo un par de horas "y en las habitaciones que están ocupadas".

Según los datos de la Consejería de Economía, si una de cada 10 familias de la Comunidad sustituyese una lámpara de 60 vatios por otra de bajo consumo, el ahorro sería equivalente al gasto energético residencial de Alcalá de Henares. Y si todos los frigoríficos de la región se cambiasen por aparatos de eficiencia energética de clase A, se produciría una reducción similar a la energía eléctrica consumida en todos los hogares de Alcorcón y Móstoles durante un año.

Las bajas temperaturas del invierno no arredran al ingeniero Antonio Lucena que, a pesar de sus 72 años, se ducha con agua fría.

Todas estas medidas no tienen nada que ver con un afán desaforado por reducir los números en las facturas de luz y agua, sino por una verdadera inquietud por cuidar la naturaleza. "Si estas pequeñas contribuciones que yo hago se reflejasen en las facturas, lo haría todo el mundo", sentencia Antonio Lucena.

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