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Reportaje:

La fumadora empedernida

Un laboratorio de Agricultura pertenece a la red de la OMS contra el tabaquismo

Tereixa Constenla

En Sevilla hay un centro de trabajo donde es obligatorio fumar. Donde se exhala compulsivamente el humo de decenas de cigarrillos. Donde se percibe de forma permanente un olor desaparecido de las oficinas desde enero. La que se salta la ley de la ministra Elena Salgado es una máquina de fumar, la versión perfeccionada de un artilugio patentado en 1936 en Alemania.

La máquina nació al servicio de la industria tabaquera. Su inventor no debió vislumbrar que, al cabo de las décadas, se pasaría al enemigo. Hoy sirve a los intereses de la industria, pero también a las administraciones públicas que han entablado una batalla contra las tabacaleras, como es el caso de la Junta de Andalucía, la primera institución pública europea que demandó a seis compañías por el gasto sanitario causado por patologías ligadas al tabaquismo de 135 pacientes.

El Centro Nacional de Tabaco nació en Sevilla para estudiar las variedades españolas con la intención de mejorar las marcas
"Ni la gente fuma de la misma manera ni los cigarrillos son los mismos que en los años sesenta", expone un químico

Al Centro Nacional del Tabaco, un organismo público creado por el Ministerio de Agricultura y traspasado posteriormente a la Consejería, le ha ocurrido algo similar a la máquina. Su laboratorio nació para estudiar el tabaco con el objetivo de mejorar las variedades españolas y se ha reciclado en uno de los centros de análisis de referencia de la lucha contra el tabaquismo incluidos en la red mundial (TobLabNet) de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El laboratorio agroalimentario de la Consejería de Agricultura es el único español que figura entre los 22 que forman esta red de centros públicos, que ahora mismo están volcados en establecer métodos alternativos para analizar la composición de los cigarros y sus efectos. TobLabNet (Tobacco Laboratory Network) se constituyó en abril de 2005.

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La topografía del humo

La máquina fuma como hace décadas. "La topografía del fumador depende de la condición social, la época y muchos factores; ni la gente fuma de la misma manera ni los cigarrillos son los mismos que en los años 60, cuando se elaboró la norma ISO", expone un químico que trabaja en el laboratorio.

"Con los métodos alternativos que están en debate en la OMS cambiarían el volumen y la frecuencia de la calada, serían más acordes a las de ahora, y se cuida también el volumen de aire que entra por los agujeros de ventilación", añade un epidemiólogo de la Consejería de Salud. Ambos señalan que las mediciones actuales benefician a las tabacaleras al arrojar datos inferiores a los reales.

En España, al margen de las que poseen las empresas del sector, hay tres máquinas de fumar de propiedad pública. La del laboratorio de la Consejería de Agricultura y Pesca; otra que pertenece al servicio de aduanas de la Agencia Tributaria y una tercera del Ministerio de Sanidad. La que está en servicio en Sevilla fue adquirida en 2001 por 228.000 euros y permitió retirar a su predecesora, apenas automática y casi descatalogada en la actualidad.

Un 'pulmón' de fibra de vidrio

La validez de las mediciones de la máquina obligan a respetar unos parámetros meticulosos, establecidos a nivel internacional. La sala tiene que estar permanentemente a 22º C de temperatura y 60% de humedad. Los cigarrillos que va a fumar se almacenan en una cámara climática entre 2 y 10 días. Cuando comienza a funcionar, el volumen de succión de la máquina es de 35.000 litros por calada (inferior al humano y, por tanto, en revisión). Cuando se han consumido los 20 cigarrillos, se almacenan, por un lado, los residuos gaseosos en un bolsa que calcula el monóxido de carbono de cada cigarro y, por otro, los valores "particulados", que se recogen en un filtro de fibra de vidrio, que reproduce la situación del pulmón. A este condensado de humo se añade una solución, que se agita durante una hora. Del líquido resultante se mide por un lado la cantidad de agua y por otro la nicotina, también permite calcular el alquitrán presente. Un cromatógrafo permite medir las concentraciones de cada sustancia. Con este proceso se descubrió la presencia de sustancias no declaradas como metales pesados, hidrocarburos poliaromáticos y amoniaco al analizar las marcas que alentaron la demanda presentada en 2002 por la Junta contra seis tabacaleras. Este mes ha comenzado el análisis de otras 20 marcas.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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