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La voz sindical en Europa

La Unión Europea (UE) no sale del atasco. La demolición de la Europa social camina con paso firme, parece irreversible, dada su incapacidad para armonizar las políticas fiscales, coordinar unas directrices básicas de política económica y posibilitar unas normas sociales y laborales mínimas que garanticen y mejoren la protección y derechos de los trabajadores. La UE va a la deriva en medio de la tormenta de la globalización neoliberal, las crecientes tensiones y egoísmos interestatales y el consiguiente desencanto y desafección cívica. No hay proyecto compartido.

Aunque parezca dura esta descripción, me limito a realizar una toma realista de la actual temperatura política, social y cívica de la encrucijada europea. En fechas recientes, un editorial de The Economist lo explicaba con mucha claridad, bajo el titular "La Europa que murió" y el subtítulo "Y la nueva que debe pervivir". Este es el gran reto. Por ello, es útil profundizar en el necesario debate sobre el futuro del proyecto europeo. La dudas y los interrogantes son múltiples y diversos. Lo resumiría en los siguientes: ¿cómo reorientar el proyecto europeo en el embravecido mar de la globalización?, ¿es posible salvar su modelo social en la selva de la competitividad?, ¿los egoísmos de los nacionalismos estatales y no estatales pueden ser reconducidos e integrados en un proyecto común capaz de consolidar un poder europeo autónomo frente al americanísmo dominante?

Hay sobre la mesa un conjunto de reformas que conlleva el derrumbamiento del modelo social europeo

No conviene perder de vista que la actual UE-25 es un espacio profundamente desigual, con grandes diferencias tanto sociopolíticas como de derechos de ciudadanía. Algunos responsables políticos sueñan con generalizar al conjunto de la UE la terapia de choque de libre mercado sin restricciones que se aplicó en su momento en los países del Este, ignorando el grado de conciencia política y organización de la sociedad europea y las consiguientes resistencias puestas de manifiesto últimamente (rechazos a la Constitución y revuelta francesa).

En este terreno de juego, ¿qué papel está jugando la Confederación Europea de Sindicatos (CES, es decir, el conjunto del sindicalismo organizado), para reorientar el proyecto europeo y hacerlo políticamente posible y socialmente creíble? La CES es consciente de que hay encima de la mesa un conjunto de reformas que, a medio plazo, suponen arruinar su papel de actor institucional de mediación e influencia, y conllevan la inexorable erosión y posible derrumbe del modelo social europeo.

Por ello, su trabajo es de contestación y elaboración de propuestas alternativas al conjunto de reformas claramente antieuropeístas. Un primer momento significativo fue la resolución de sepiembre de 2005, Forjar una Europa fuerte y social, ante la modernizadora propuesta de Blair de reorientar el proyecto europeo en la línea de "más mercado y menos Europa política". La batalla actual ha sido descrita como una lucha entre los que quieren un modelo social europeo moderno, una unión política y social basada en la economía de mercado y derechos sociales, y los que quieren únicamente una zona de libre cambio, caracterizada por un mercado libre menos reglamentado dotado de instrucciones más débiles. Las diferencias ideológicas son muy grandes, de ahí que sea necesario mejorar la relación de fuerzas. La CES lo concreta en lo siguiente: "Buscamos un esfuerzo común para alcanzar objetivos en materia de energía renovable, conceder una mayor importancia al aumento de recursos para la investigación y el desarrollo y la inversión para alcanzar los objetivos de la estrategia de Lisboa, un enfoque común sobre la política industrial (un campo en el que aparecen preocupantes diferencias entre Estados miembros; y un marco legal para los servicios de interés general en Europa, definiendo los servicios públicos esenciales que deben ser protegidos de la liberalización del mercado". Sin duda alguna, la hora de la verdad ha sido la discusión de los dineros públicos y el debate presupuestario 2007-2013. Todo un espectáculo decepcionante dónde lo único que preocupaba eran los saldos netos y balances fiscales; es decir, si eres contribuyente o receptor neto, con una ausencia total de racionalidad y de proyecto colectivo. La CES consideró que era contradictorio querer, por una parte, más Europa, y por otra, reducir el presupuesto comunitario. Una limitación de recursos propios obliga a realizar cortes en todas las políticas actuales y a abandonar los compromisos anteriores. Esta es la peor estrategia cuando se cuestiona Europa y los ciudadanos se preocupan por su futuro, ya que se pone en peligro el necesario fortalecimiento de la política de cohesión economíca y social. Hay que buscar más recursos.

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Un éxito sindical estimulante ha sido la movilización contra la directiva que pretendía liberalizar "el acceso al mercado de los servicios portuarios". Las dos cuestiones más importantes de la agenda que afectan a los trabajadores son la revisión de la directiva sobre tiempo de trabajo y la propuesta de directiva sobre los servicios en el mercado interior, también conocida como directiva Bolkestein, en las que no ha habido ninguna evolución positiva en el sentido reivindicado por el movimiento sindical. Por todo ello, la CES ha convocado una movilización europea en Estrasburgo, en vísperas de una reunión en plenario del Parlamento Europeo, el 14 de febrero próximo, para demandar que dichas directivas respondan a las necesidades del modelo social europeo.

En esta línea, es urgente que se cree una Alianza Social Europea que aglutine movimientos sociales, organizaciones sindicales, con el objetivo de acumular fuerzas, ofrecer alternativas, fortalecer el trabajo institucional y ejercer la presión y la movilización frente a las medidas regresivas que deterioran y cuestionan el acerbo social comunitario.

Carlos Trevilla es representante de UGT en el Consejo Económico y Sociala (CES) vasco.

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