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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cura es Otelo

Hablar de Otelo es hablar de voces. José Cura tiene el color vocal, potencia y, sobre todo, temperamento dramático que exige el colosal personaje verdiano. Su mejor arma, más allá de la técnica y el estilo, es su presencia escénica. En su visceral interpretación, el tenor argentino despoja de toda nobleza al personaje y se mete de tal forma en su piel, en su torturada psicología, que llena la escena y mantiene sin desmayo la tensión dramática hasta el angustioso final. Cura es Otelo. Así de sencillo.

No fue el único triunfador. A su lado, la soprano búlgara Krassimira Stoyanova cautiva con su sensacional Desdémona. Tiene una voz lírica de gran belleza, con volumen suficiente, frasea con gusto y transmite con naturalidad la dulzura y también la firmeza del personaje. Desde el canto más delicado a la crispación, desde el anhelo amoroso del primer dúo al escalofrío de la muerte en la voz, Stoyanova y Cura comunican los sentimientos de sus personajes con una gran veracidad dramática. Vocalmente, el barítono georgiano Lado Atanelli luce una voz estupenda, pero su interpretación del malvado Yago no acaba de cuajar por falta de garra teatral. Estupendas actuaciones del tenor italiano Vittorio Grigolo, un Casio con voz de gran calidad, y la mezzosoprano georgiana Ketevan Kemoklidze como Emilia.

Otello

De Verdi. Intérpretes: José Cura, Krassimira Stoyanova, Lado Ataneli, Vittorio Grigolo, Giorgio Giuseppini, Ketevan Kemoklidze, Vicenç Esteve Madrid, Francisco Santiago y Roberto Accurso. Coro y Orquesta del Liceo. Director musical: Antoni Ros Marbà. Director de escena: Willy Decker. Coproducción de la Monnaie de Bruselas y Ópera de Ginebra. Teatro del Liceo. Barcelona, 9 de febrero.

Atento y eficaz en el control de las dinámicas, Antoni Ros Marbà dirige Otello primando más el equilibrio y los detalles orquestales que la tensión dramática. El coro hizo lo que pudo, confinado a un angosto espacio que no favorecía la expansión de las voces.

Willy Decker firma una agobiante y claustrofóbica producción en la que lo sacrifica todo al servicio de una lectura psicoanalítica del drama, algo pedante en su afán de depuración escénica: escenario único, vacío y muy inclinado, con una omnipresente cruz blanca gigante.

José Cura y Krassimira Stoyannova, en <i>Otello.</i>
José Cura y Krassimira Stoyannova, en Otello.JORDI BARRERAS

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