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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Iglesia y Estado

Antonio Elorza

Autor de un notable estudio sobre el Tercer Reich, publicado tres años antes en la misma casa editorial, Michael Burleigh se pregunta ahora por las relaciones conflictivas entre religión y política entre 1789 y 1918, lo cual en buena medida significa indagar sobre los orígenes de los movimientos totalitarios en tanto que religiones políticas. Se trata de estudiar los vaivenes, los obstáculos y los retrocesos con los que tropieza el camino de secularización emprendido por las sociedades europeas -léase eurooccidentales, sin España- desde el siglo XVIII hasta el apocalipsis guerrero que reintroduce el papel de la religión en los comportamientos colectivos, en las creencias y en la vida política. Un excelente ensayo preliminar sitúa de paso al lector ante otra trayectoria, la de la elaboración en las últimas décadas de los conceptos que van a ser utilizados en el posterior análisis.

PODER TERRENAL. Religión y política en Europa. De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial

Michael Burleigh

Traducción de José Manuel Álvarez Flórez

Taurus. Madrid, 2005

600 páginas. 23,50 euros

El resultado es a un tiem-

po brillante y desigual. Burleigh ha elegido la forma de un relato muy fluido en el que se insertan análisis específicos, retratos de intelectuales y políticos, e incluso anécdotas significativas y apuntes muy lúcidos de interpretación sobre obras de arte, en la línea de Starobinski. El estilo es ventajoso para el lector, pero tiene el inconveniente de prestarse a la formación espontánea de bancos de niebla sobre aspectos que hubieran debido ser abordados. El primero, la relación entre el estallido secularizador de la Revolución Francesa y las formas de religiosidad, y de secularización progresiva, en las décadas que la preceden. Los decisivos procesos de transferencia de sacralidad no merecen en consecuencia la atención debida, aun cuando esté muy bien configurado el relato de los orígenes doctrinales y de la evolución del conflicto Iglesia-Estado durante la Revolución en Francia.

Curiosamente, en un li-

bro que arranca de ésta falta asimismo toda mención al papel determinante que la misma juega en la definición del modelo nacionalista que va a ser seguido o captado desde distintos ángulos a lo largo del siglo XIX. Algo falta a una historia de los nacionalismos europeos sin el Vive la Nation! como punto de partida. Nuevamente, a modo de contrapartida, el relato sobre el despliegue del abanico de esos nacionalismos, desde el alemán al italiano o al polaco, es muy esclarecedor. Lo mismo que el capítulo siguiente, donde Burleigh examina la floración de distintas fes en el curso del 800, no sin lagunas, como las relativas a las dos principales corrientes obreras, marxismo y anarquismo. En una obra sobre el nexo religión-política, Bakunin se merece mucho más que unas referencias al hilo de Nechaev, en el marco del por otra parte excelente capítulo séptimo relativo a la sacralización de la violencia en la Rusia zarista. Luces y sombras hasta el final: el último apartado, sobre la Gran Guerra, estudia muy bien el uso por los gobiernos de la sanción religiosa; mucho menos los mecanismos tras de los cuales va transformándose entre 1914 y 1918 un patriotismo que pronto será utilizado por los movimientos fascistas.

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