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Columna
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Anacronismo

De cuando en cuando asisto a actos en los que la Justicia destaca los méritos de quiénes se dedican a su administración. Esta semana he tenido la fortuna de asistir a uno de estos actos. A cuatro magistrados que ejercen en Andalucía se les ha concedido la Cruz de San Raimundo de Peñafort. Su buen hacer judicial, bien conocido por quiénes llevamos algún tiempo en estos menesteres, también les ha sido reconocido oficialmente. Ha sido un buen día para ellos, para ellas y para quiénes hemos participado en su fiesta. Felicidades.

Sin embargo, si dejamos ir la mirada hacia atrás nos encontramos algo sorprendente. Esta cruz, en sus distintas categorías, se crea por el Decreto de 2 de marzo de 1945. Un Decreto que firmó Francisco Franco. Premiaba una Justicia nacida de la mal llamada cruzada y que se inspiraba en la doctrina social católica, que era la única y verdadera fe e inseparable de la conciencia nacional. Una Justicia que nada tiene que ver con la que se sanciona en la Constitución. Aquí la Justicia encuentra acomodo en el pueblo; en la independencia del resto de los poderes y se interpreta, y aplica, sin advocaciones divinas ni bajo el patrocinio de la Iglesia.

Realmente un anacronismo. Tan fuerte que aún hoy, y pese a la reforma de 1985 por la que se suprimió del reverso el escudo del dictador, sigue esta insignia destacando signos de la Iglesia. No es propio.

No sé, tal vez, después de vivir treinta años con una Constitución que se proclama laica, y que ha dejado para la historia y en su valle a quién solo era responsables ante Dios y la Historia, pudiera pensarse, para premiar los méritos de quiénes administran Justicia, en condecoraciones que reflejen la independencia de esta Justicia, en la que tiene cabida Raimundo de Peñafort por su condición de jurista y sabio, pero no por su santidad y sus milagros.

En cualquier, y en todo caso, este jueves fue un buen día. Se premió la labor de quiénes llevan muchos años tratando de dar a cada uno lo que es suyo conforme a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico. Nada más y nada menos. No es fácil. Y como es la realidad no hay nada, ni siquiera Franco con su Decreto, que la enturbie. La vemos. Enhorabuena.

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