Josep Egozcue, un humanista
Biólogo, presidió la Sociedad Europea de Reproducción Humana
Hoy es un día triste porque ha muerto Josep Egozcue. Reconocido internacionalmente como científico, era además un verdadero humanista, ¡eso que tanto se predica pero que tan pocas veces se da! Sus preocupaciones por las implicaciones éticas de la ciencia son prueba de ello y fueron las que le condujeron a dedicar buena parte de su tiempo a la bioética. Esta disciplina fue el campo donde tuve la suerte de compartir con él numerosas jornadas de trabajo, siempre agradables y provechosas. Josep Egozcue fue un elemento básico de nuestro equipo en el Observatorio de Bioética y Derecho, pero, ante todo, fue un amigo a quien queríamos y admirábamos. Él fue la mejor prueba de que el trabajo interdisciplinar es posible y grato, de que la colaboración entre hombres y mujeres es factible y enriquecedora, de que se puede brillar no sólo sin hacer sombra a nadie, sino ayudando a todos los que te rodean, y... ¡de tantas y tantas cosas buenas!
El doctor Egozcue tuvo una trayectoria académica y profesional brillante que ha sido ampliamente reconocida, fue una autoridad nacional e internacional en biología celular. Además de dedicarse a la investigación punta y a su trabajo académico, se ocupó también de la divulgación científica porque entendía que los investigadores tienen una especial responsabilidad para con la sociedad, ya que es ella la que se beneficia de sus descubrimientos y la que debe juzgar sobre sus aplicaciones. Josep Egozcue siempre se ocupó de dar información porque consideraba que el saber es el mejor antídoto contra el miedo y lo único que permite decidir libremente, con conocimiento y responsabilidad. Por eso, fomentó la autonomía de las personas y el reconocimiento de los derechos de los ciudadanos en todos los ámbitos, también en sanidad. Fue un docente muy querido por sus alumnos porque tenía cosas que enseñar y transmitir y porque respetaba a las personas por igual. Era un verdadero demócrata -diría que visceralmente demócrata- y una persona de pensamiento libre y agudo que ejercitaba el razonamiento sin las ataduras de los dogmas, ni de las hipocresías de lo políticamente correcto. Y era un caballero tan educado y gentleman que nunca podías tomar a mal el disenso, cuando existía.
Tuvo una vida buena. En ella no faltaron los trances duros, pero tuvo también todas las cosas buenas que hacen pensar que la vida vale la pena. Adoraba a sus nietos, a sus hijos, a su mujer -Marta- y ponía pasión en todo lo que hacía, porque creía en ello. Murió ayer de un cáncer, él que tanto se había ocupado de los límites de la ciencia y de los tratamientos, los sufrió en carne propia. Puesto que todos hemos de morir, Josep sabía bien que no es un fin de la medicina evitar la muerte, sino "evitar la muerte prematura". Pero ¿cuándo no es prematura la muerte de quienes queremos?
Los que le conocimos siempre echaremos de menos su energía, su buen ánimo y su compañía. Por eso anoche la terrible noticia me hizo recordar su vitalidad y su sentido del humor: abrí mi mejor tinto para brindar por su salud eterna y ¡por la nuestra!
María Casado es directora del Observatori de Bioetica i Dret de la Universidad de Barcelona.
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