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Reportaje:

El 'graffiti' es arte en Leganés

El Ayuntamiento de la zona sur crea un museo dedicado a esta expresión de cultura urbana y la feria Arco le presta, en su 25º aniversario, una atención especial

Daniel Verdú

Corriendo por los márgenes del arte, delante de la policía y con el dedo índice marcado de pintura. Sin más reconocimiento que el de ver, de vez en cuando, el paso sincopado de los vagones de un tren estampados con su firma. Y de que otros artistas, cuando los muros no faltan, respeten las paredes donde lucen las mejores obras.

Pero hoy el valor artístico del graffiti está ya a salvo de duda. Este año, en su 25 aniversario, Arco dedica una sección especial al street art en el programa on youth culture. No es extraño, teniendo en cuenta el giro artístico y de tendencia que está dando gracias al segundo auge del hip-hop y el skate que vive el mundo de la música y la moda. Otro asunto es que lo reconozcan los Ayuntamientos, como ha sucedido en Leganés, donde se ha creado un espacio/museo del graffiti y en cuya normativa de civismo se reconoce como arte. "El objetivo es que los chavales vean reconocida su capacidad creativa y que la gente aprenda a valorar su parte artística", explica Kiko, responsable de la iniciativa y miembro de la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Leganés.

Los molinos de viento son aerosoles de pintura y Don Quijote empuña un rodillo en vez de una lanza. Es la visión de algunos de los jóvenes graffiteros del municipio sobre el imaginario mundo del hidalgo de Cervantes, tema impuesto por la concejalía en esta edición. Cuatro muros cedidos por el Ayuntamiento contra los que cada año los artistas seleccionados podrán disparar sus sprays. "Estamos pintando Leganés gratis; tampoco estaría mal que nos pagaran un poco", explica David, uno de los participantes. Lleva pintando "en serio" desde 1995, pero se gana la vida instalando pladur.

En la modalidad de expresión libre, a partir del 15 de febrero, cada artista podrá solicitar permiso al Ayuntamiento para pintar muros que no formen parte del museo. Para ello se ha creado un registro al que cada graffitero deberá inscribirse. De este modo, el Consistorio puede tener cierto control sobre el contenido y la calidad de las obras y se asegura el derecho a veto de las todas las propuestas que resulten ofensivas o agresivas.

Uno de los murales está realizado sobre la tapia de la comisaría de policía. La mejor prueba de que Leganés asume la legitimidad y legalidad del graffiti. "La policía está encantada, porque siempre se les ha asociado a la represión de este tipo de manifestaciones", explica Kiko. Pero el riesgo de que la iniciativa desvirtúe un tanto una tendencia contracultural que hallaba su esencia en la transgresión es evidente. Por eso, "respetaremos donde tradicionalmente los chicos han pintado", explica Kiko; "pero el museo es otra cosa, porque el graffiti no es sólo saltar muros, es una cultura", añade.

En la imagen, un <i>graffiti</i> en un mural habilitado en las instalaciones del recinto ferial de Ifema.
En la imagen, un graffiti en un mural habilitado en las instalaciones del recinto ferial de Ifema.PAULA VILLAR
El Ayuntamiento de la zona sur crea un museo dedicado a esta expresión de cultura urbana y la feria Arco le presta, en su 25º aniversario, una atención especial.
El Ayuntamiento de la zona sur crea un museo dedicado a esta expresión de cultura urbana y la feria Arco le presta, en su 25º aniversario, una atención especial.
Este año, en su 25 aniversario, Arco dedica una sección especial al <i>street art</i> en el programa on <i>youth culture</i>.
Este año, en su 25 aniversario, Arco dedica una sección especial al street art en el programa on youth culture.
Los molinos de viento son aerosoles de pintura y Don Quijote empuña un rodillo en vez de una lanza. Es la visión de algunos de los jóvenes <i>graffiteros</i>.
Los molinos de viento son aerosoles de pintura y Don Quijote empuña un rodillo en vez de una lanza. Es la visión de algunos de los jóvenes graffiteros.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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