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Reportaje:PODER

El maharajá del acero

Tiene apenas 55 años y una sonrisa de terciopelo que apenas oculta una voluntad forjada día tras día en la acería que se tragó las horas que de niño no dedicó a jugar. Lakshmi Mittal, que controla casi el 88% del gigante del acero Mittal Steel, y que ha lanzado una OPA sobre el grupo franco-hispano-luxemburgués Arcelor, moldeó su carácter y su vida entre hierros candentes, hasta imponer a la siderurgia mundial su propio sello.

"Nunca pensé que mi hijo podría convertirse en el número uno y controlar el 10% del mercado mundial del acero. Desde el día en que nació, siempre fue muy agresivo y se arriesgó", declaraba hace meses Mohan Mittal, de 79 años, cuando su hijo aún no había puesto totalmente de manifiesto su sed insaciable por devorar competidores para convertir su imperio industrial en una ciudadela inexpugnable.

Mittal se gastó en 2004 50 millones de euros en la boda de su hijo, una gran fiesta a caballo entre París y Versalles a la que acudieron 1.000 invitados

Lakshmi, que lleva también el nombre de Nivas, parece haber acaparado toda la influencia de esa deidad hindú de la prosperidad y la riqueza. La revista Forbes calculó que sus bienes ascendían el año pasado a 20.600 millones de euros, lo que le convierte en el tercer hombre más rico del mundo. La compra, en 2003, de una mansión a pocos pasos del palacio en el que vivía la princesa Diana, en el exclusivo barrio londinense de Kensington, le permitió entrar en el Libro Guinness de los Récords con la casa más cara del mundo. Pagó 100 millones de euros por la ahora conocida como Taj Mittal, que dicen que fue construida con mármol traído de las canteras de Agra, las mismas de las que, en el siglo XVII, salió el mármol blanco para levantar el Taj Mahal, el bellísimo mausoleo mongol, emblema de India.

El chatarrero Mohan Mittal fue el primero en buscar fortuna lejos del pueblo del Estado indio de Rajastán en que vivía y al que en 1950 ni siquiera había llegado la electricidad. Cuando su hijo apenas contaba un año, se llevó a la familia a Calcuta, donde compró una pequeña acería.

Pocos, aparte de Lakshmi, sueñan con acerías mientras realizan sus estudios universitarios. Nada más terminarlos, cuando en la década de los setenta India restringió al máximo la producción de acero, se fue a Indonesia a fabricarlo. La necesidad de hierro para alimentar la planta le llevó, en 1989, a Trinidad Tobago, donde compró una acería pública que perdía 100.000 dólares diarios. En menos de un año dio la vuelta a la cuenta de resultados.

A partir de ese momento, con una visión de futuro sin límites, aprovechó la racha en que los Gobiernos se desprendían de grandes empresas obsoletas. Con el convencimiento de adaptarse al ritmo de los tiempos, los de la globalización, compró y renovó siderurgias en Suráfrica, Kazajistán, México, Canadá, EE UU, Bosnia-Herzegovina, Irlanda y Rumania, entre otros países.

Su compra en Rumania le llevó a las portadas de la prensa británica, en 2002. El primer ministro, Tony Blair, escribió a su homólogo rumano una carta de presentación de su amigo Mittal, quien meses antes había donado al Partido Laborista 125.000 libras, algo que Blair dijo desconocer. El maharajá del acero, que se había instalado en Londres en 1995, ayudado de su generosidad, se filtró en los círculos más influyentes. En 2005 fue el mayor contribuyente del Partido Laborista: donó un millón de libras.

El magnate sostiene que no es un depredador, sino que quiere lo mejor para las empresas que absorbe y para sus empleados. "No pretendo crear un gigante, sino una industria duradera con sinergias sin precedentes", declaró al anunciar su intención de comprar Arcelor por 18.600 millones de euros. Confiado en sus dotes de persuasión, Mittal inició esta semana con el ministro de Economía francés, Thierry Breton, una serie de entrevistas para frenar el rechazo que desató su OPA. Orgulloso de ser indio y convencido de que el futuro pasa por Asia, asegura que su gran competidor saldrá de China, donde Mittal Steel ya ha comenzado a invertir.

El maharajá del acero esquiva a los periodistas y a los medios de comunicación, pero no es pacato a la hora de exhibirse entre quienes le interesan. A la boda, en 2004, de su hija Vanisha con otro magnate indio residente en Londres acudieron más de 1.000 invitados. Como manda la tradición india, fue celebrada a lo largo de cinco días, pero entre París y Versalles, y tuvo un costo de 50 millones de euros. La de su hijo, Aditya, celebrada en 1998 en Calcuta, también fue espectacular.

Aditya, de 29 años, es director financiero de Mittal Steel, que produce 57,6 millones de toneladas de acero al año. La empresa tiene sede en Holanda, pero Lakshmi Mittal se ha manifestado dispuesto a trasladarla a Luxemburgo si triunfa la OPA.

En septiembre, Vanisha, de 25 años, que realiza un master en Estudios del Sur de Asia y de África, entró a formar parte del Consejo de Administración. Este dominio familiar es precisamente una de las cuestiones que más hostilidad genera en Arcelor.

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