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La Casa Blanca coloca a otro juez conservador en el Tribunal Supremo

El Senado aprueba por estrecho margen el nombramiento de Alito

Samuel Alito, un juez de 55 años, fue confirmado ayer por el Senado para ocupar un puesto en el Tribunal Supremo con un margen muy estrecho de votos (58-42) comparado con lo habitual en estos casos, reflejo de la polarización de la clase política. El de Alito es el único triunfo reciente de George W. Bush, que, a falta de otros legados, dejará un Supremo conservador que jugará un papel decisivo en el perfil político, social y cultural de los próximos 25 años en EE UU.

El proceso ha puesto de relieve, además, la ausencia de liderazgo claro en las filas demócratas. Todos los republicanos, excepto uno, respaldaron a Alito; todos los demócratas, excepto cuatro, votaron en contra. Hace cinco meses, el también conservador John Roberts, actual presidente del Supremo, tuvo el apoyo de todos los republicanos y de 22 demócratas. Ni siquiera en la peleadísima confirmación de Clarence Thomas, en 1991, hubo una división partidaria semejante: 11 demócratas votaron por Thomas, aunque debido, en buena parte, a que era afroamericano. Ayer, el enfrentamiento fue nítido: para el republicano Bill Frist, "Alito satisface los niveles de excelencia más elevados". Para el demócrata Patrick Leahy, votar por Alito era "votar contra los derechos y libertades de los norteamericanos".

La elección -además de hacer que el tribunal, por primera vez en su historia, tenga mayoría de católicos, algo notable en un país en el que esa religión es seguida por la cuarta parte de la población- desplaza al Supremo hacia la derecha, afianzando la tendencia de los últimos 20 años. Ahora, cuatro de los magistrados son conservadores (dos de ellos, Roberts y Alito, muy jóvenes, con 51 y 55 años), cuatro liberales y uno, Anthony Kennedy, es un conservador moderado cuyo voto es decisivo, como ocurría con Sandra O'Connors, a la que sustituye Alito. Pero el carácter vitalicio del puesto determina un alto grado de independencia de los magistrados: tanto Kennedy como O'Connors fueron nombrados por Reagan, por ejemplo. Y en numerosas ocasiones -la última, el fallo contra la intención del Gobierno de anular la ley de eutanasia de Oregón- los votos son imprevisibles. El Supremo, asimilable a un Constitucional, es clave en las grandes batallas políticas y sociales. A corto plazo, tendrá que tomar decisiones de gran calado, como las limitaciones del poder presidencial a la hora de juzgar a los presos sospechosos de terrorismo o la constitucionalidad de una ley federal que prohíbe los abortos fuera de plazo, entre otras.

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