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Reportaje:

A un metro de ganar a Woods

En su primer torneo del año, Olazábal sólo cede en el desempate ante el mejor golfista del mundo

Carlos Arribas

A finales de noviembre pasado, mediadas sus vacaciones anuales, José María Olazábal recibió una carta de Tiger Woods. El mejor golfista del mundo le invitaba a participar en un torneo que organizaba su fundación en diciembre. "Imposible", le respondió el de Hondarribia tras expresarle su agradecimiento por haber pensado en él: "Esos días pienso pasármelos en el gimnasio poniéndome fuerte para ir a por ti la próxima temporada".

Desde que hace unos años, incapaz por entonces de soltar el palo un solo minuto de su vida, descubriera los efectos benéficos de dejar oxidar sus hierros durante la pausa invernal y, en vez de comerse el tarro, soltar adrenalina y ganar músculo en el gimnasio, la tortura de las pesas es una parte del menú que no se saltaría Olazábal por nada en la vida. Y la perfección de Woods, en la cúspide del golf, es el acicate necesario para seguir vivo.

El pasado fin de semana, en la primera oportunidad del año en la que ambos jugadores agarraban los palos en serio, Olazábal, que nunca amenaza en balde, se quedó a un metro de su presa. Fue en el Buick Invitational, un torneo que Woods ya había ganado tres veces y el vasco una, hace cuatro años. Fue en el campo californiano de Torrey Pines sur, que en 2008 será escenario del Open de Estados Unidos. Fue en el último día de la competición.

Olazábal, que se había sentido ligeramente invisible durante la semana pese a haber solventado el segundo día con una magnífica tarjeta de 64, comenzó la jornada a cuatro golpes del liderato, en el que se encontraba Sergio García, y a tres de Woods, agazapado a la espera. El día fue horroroso para García, errático con el driver y el putter; normalito para Woods, que aguantó el par gracias a un birdie en el hoyo 18, y espléndido para Olazábal, que cerró en -3 con birdie en el 18 también y empatado a golpes en la cabeza con el propio Woods y el novato australiano Nathan Green.

En el desempate subsiguiente Green cedió a la primera con un bogey. Olazábal y Woods se quedaban solos para su cara a cara. Las apuestas, claro, a favor de Woods, que llevaba nueve desempates jugados en el circuito norteamericano y había ganado ocho. Olazábal había perdido el único que había disputado, hace diez meses, en Atlanta. Y allí, en el hoyo 16, en un par-3, Woods fue práctico y Olazábal fue mágico sacando la bola de un búnker y dejándola a un metro de la bandera. Tenía ante sí un putt cuesta abajo, sobre una superficie tan rápida que más le pareció una pista de descenso de esquí. Para embocar la bola, Olazábal pensó que lo mejor era darle fuerte y firme, sin pensar en la caída. Pero la mano no le obedeció y no la dio ni lo suficientemente fuerte para que fuera recta al objetivo ni lo suficientemente suave para que cogiera la caída y desembocara en su sitio. Falló. Woods, no.

Como ambos están ya en edades en las que la sabiduría sustituye a la fogosidad -Woods acaba de cumplir los 30 años y Olazábal cumplirá 40 en unas semanas-, su reacción tras el duelo fue admirable. "Ollie ha sido amigo mío desde que era amateur", dijo Woods; "por eso me fastidia haber ganado gracias a un fallo suyo y no con un birdie mío". "Con la edad uno aprende a olvidar los fallos enseguida", dijo Olazábal; "la semana ha sido muy positiva, teniendo en cuenta que he llegado con el juego oxidado después de diez semanas sin tocar un palo".

José María Olazábal felicita a Tiger Woods tras perder el desempate contra él.
José María Olazábal felicita a Tiger Woods tras perder el desempate contra él.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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