La ministra holandesa de Inmigración quiere que en la calle sólo se hable holandés
El plan busca "armonía social", pero irrita a la oposición de izquierdas y a los empresarios
Convertida en una figura que parece comandar a veces la agenda política holandesa desde su ministerio, el de Inmigración e Integración, la liberal Rita Verdonk ha levantado la última y más densa polvareda nacional que se recuerda. Ha propuesto que todos los ciudadanos hablen sólo holandés en la calle. La reacción ha sido inmediata. A favor de la idea se ha mostrado la democracia cristiana, que gobierna en coalición con los liberales. En contra, las asociaciones de inmigrantes, la oposición socialdemócrata, los liberales de izquierda y los empresarios, entre otros.
Rita Verdonk dice que con su propuesta habrá más "armonía social". A favor están personajes prominentes, como la diputada de origen somalí Ayaan Hirsi Ali, amenazada por sus críticas al islam. En cambio, la Confederación de Empresarios está en contra -por lo que tiene de provincianismo nocivo para la economía- y también buena parte de la ciudadanía. Cuando la polémica era ya imparable, Verdonk aclaró con aplomo que la gente podrá hablar lo que quiera fuera de casa. "Siempre que no produzca inseguridad a su alrededor y se conozca lo suficiente el holandés para manejarse en público". Acto seguido, viajó a Kenia, donde ha animado a los refugiados acogidos en el campo de Kakuma, con 90.000 personas desplazadas de Somalia, Etiopía o Sudán por culpa de las guerras, a no emigrar a Europa. "Sus patrias les necesitan. Regresen lo antes posible a sus hogares", les dijo.
El plan lingüístico de la ministra no es en realidad suyo. Supone una ampliación a escala nacional del código de conducta puesto en marcha en Rotterdam para favorecer la convivencia. Organizado en torno a siete normas esenciales de respeto mutuo y rechazo a la discriminación racial, religiosa o de pensamiento, el ayuntamiento de la ciudad portuaria incluía un apartado sobre el idioma. "En Rotterdam usamos el holandés como nuestra lengua social. Lo hablaremos en la calle, la escuela, el trabajo y el barrio. También educaremos a nuestros hijos en holandés para asegurarles un futuro mejor".
En marzo de 2004, la propia Rita Verdonk declaraba que si los hijos de los inmigrantes hablaban holandés en el colegio, "era mejor que en casa también le animaran a aprenderlo bien". Al anunciar esta semana que estudiaría con los expertos la posibilidad de extender este catálogo de normas y valores a todo el país, añadió: "Oigo decir a menudo a los holandeses autóctonos que si alguien se ha establecido aquí, debe hablar sólo holandés".
Con 16 millones de habitantes, Holanda suma 3,1 millones de extranjeros. Alrededor de un millón es de origen turco y marroquí y de religión musulmana. Según la Universidad de Amsterdam, en 2015 las minorías étnicas serán mayoría en las cuatro grandes ciudades: Amsterdam, Rotterdam, La Haya y Utrecht.
Integración
En el caso de Verdonk, las primeras voces contrarias han surgido de las filas de su propio partido liberal (VVD). Pieter van Woensel, concejal de La Haya, ha declarado que preferiría que se multara por dejar la basura en la calle "a poner sanciones por no hablar holandés fuera".
Desde las filas socialdemócratas -grupo mayoritario de la oposición- le han pedido que mejore de una vez la integración de los inmigrantes (la pasada semana se supo que un 40% de los mismos entre 18 y 23 años está en paro, el doble que hace cinco años). Apoyan, sin embargo, la idea de un código cívico "siempre que no se impusiera desde arriba". Para la Confederación de Empresarios, el monolingüismo reduciría las oportunidades comerciales de un país acostumbrado a manejarse en varios idiomas.
Pero las voces más realistas, por la experiencia extraída de su código cívico, provienen del Ayuntamiento de Gouda. Aplicado entre 2002 y 2004, una de sus principales reglas era la de "hablar holandés para entendernos todos". Con un 20% de población inmigrante, la mitad de origen marroquí, este grupo se sintió señalado. Como si la norma fuera sólo para sus miembros, concluyeron en la Universidad de Utrecht tras analizar la eficacia del plan. "Se formuló mal. De lo que se trata es de entenderse. Porque los jóvenes de ascendencia turca y marroquí hablan a menudo mejor holandés que los autóctonos. Así que más vale aplicarse con cosas que cuenten realmente para la integración", aconseja Wim Cornelis, alcalde de Gouda, a la ministra liberal.
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