Nueva docencia frente a nuevos alumnos
Los modelos de innovación educativa, que se extienden al calor de la convergencia europea, chocan con la aparición de un tipo de estudiante que no se dedica sólo a la carrera
"Es todo lo que siempre quisimos hacer y no hacíamos por falta de tiempo, de grupos reducidos y de permisos, sobre todo de permisos". Lluís Pasqual describe así el proyecto de innovación docente que coordina en la Facultad de Biología de la Universitat de València. Un caso concreto entre las decenas de iniciativas de renovación educativa surgidas al calor del proceso de convergencia europea. El objetivo de todas es el mismo: Reducir las clases magistrales, la educación pasiva, y colocar al estudiante en el centro del sistema.
Después de dos años y medio de funcionamiento, asegura Pascual, el nuevo modelo ha resultado tener numerosas ventajas y algún inconveniente. Exige, en todo caso, más trabajo, tanto para los profesores como para los alumnos.
Esta última circunstancia ha llamado la atención del vicerrector de Estudios y Organización Académica, Antonio Ariño, encargado de supervisar los proyectos. El nuevo método de aprendizaje, advierte Ariño, basado en la idea del "estudiante a tiempo completo", puede chocar, antes de generalizarse, con la aparición de un nuevo universitario: Un tipo que compatibiliza el trabajo con los estudios o que tiene otras inquietudes, tanto de ocio como formativas, al margen de la carrera. Es lo que Ariño, que es sociólogo, llama "estudiante a tiempo parcial".
La irrupción de este nuevo alumno no invalida las experiencias de innovación docente. Pero requiere, según Ariño, "diseñar itinerarios apropiados para ellos, porque sino los tendremos que expulsar".
La figura es todavía una hipótesis. Ariño e Ignacio Alfaro, director de la Oficina de Convergencia Europea, han solicitado al Ministerio de Educación que subvencione un estudio a fondo del fenómeno, en el que participarían varias universidades. Si la respuesta es negativa, asegura el vicerrector, la Universitat de València pondrá en marcha el proyecto de forma individual.
La figura es una hipótesis, pero algunos datos parecen respaldarla. Los estudiantes deben matricularse de 60 créditos, como mínimo, en su primer año de carrera. No es raro, sin embargo, que reduzcan el número de créditos en los siguientes cursos, o que no se examinen de todos los que se matriculan.
Esto ocurre ahora, con un modelo de créditos universitarios pre europeo, que establece la equivalencia entre un crédito y 10 horas de clase. En la mayoría de carreras, 10 horas de clase significan exactamente eso: Permanecer sentado, escuchar al profesor y tomar apuntes. Dado que los apuntes son fotocopiables y la asistencia al aula no suele ser obligatoria, el alumno a tiempo parcial puede transitar por la universidad y acabar la carrera a su ritmo sin demasiados sobresaltos.
Los proyectos de innovación docente derivan del llamado proceso de Bolonia, en alusión a la ciudad italiana en la que se firmó, en 1999, el primer gran acuerdo para la puesta en marcha del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), que debería funcionar en el año 2010. La declaración de Bolonia y el resto de documentos producidos por los ministros de Educación han ido perfilando cómo deberá transformarse la docencia para el nuevo espacio.
Una de las piezas del EEES es el sistema de créditos europeo (ECTS en sus siglas en inglés). Con este modelo, un crédito equivale a 25 de horas trabajadas por el estudiante. El concepto de trabajo deja de estar limitado a las horas que el alumno pasa en clase. Abarca también el tiempo que el alumno dedica a la elaboración de trabajos -muchos de los cuales se realizan en grupos-; a las tutorías; a las actividades complementarias (como excursiones y visitas) e incluso a las horas empleadas para estudiar los exámenes.
Los créditos europeos nacieron con la beca Erasmus y persiguen, en palabras de Ariño, garantizar "elementos de medida comparables y transparentes" de los currículos de los estudiantes entre las distintas universidades.
El proceso de Bolonia pretende también que la educación superior dé una respuesta más adecuada "a las demandas sociales y del mercado laboral". Lo que significa que los universitarios no salgan de los campus sólo con conocimientos, sino con lo que se describe como "habilidades, competencias y destrezas".
¿Cómo se traduce eso en la práctica? El grupo de innovación educativa de Biología ha introducido como elementos evaluables la capacidad para trabajar en grupo y también para liderarlo; para hablar en público; redactar artículos científicos; organizar congresos científicos o resolver problemas. El Aprendizaje Basado en Problemas, es un sistema que sitúa al estudiante ante un caso concreto que debe resolver sin contar con más información que la de su enunciado, explica Pascual, que es profesor de Genética. El sistema, añade, "los espabila, los hace madurar y pensar como genetistas".
Lluís Pasqual asegura que los alumnos del proyecto piloto de innovación educativa aprenden más y se forman mejor como biólogos. Siempre que dispongan de tiempo. "La experiencia nos dice que los que se implican desde las primeras semanas, van bien. Los que no, van renqueando todo el curso, o se lo dejan", asegura el vicerrector Ariño.
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