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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Clima revuelto

El primer año de vigencia del Protocolo de Kioto ha venido acompañado de un oportuno muestrario de los desastres naturales que pretende evitar. No hay ciencia que pueda atribuir un huracán concreto como el Katrina al calentamiento global, pero el número total de huracanes y tormentas tropicales ha alcanzado una cota histórica en 2005, en paralelo con la fusión de los hielos árticos y con la temperatura media del planeta. Es cierto que la Tierra se puede estar calentando por una variedad de causas, pero una de ellas -la única sobre la que cabe actuar- son las emisiones de CO2 por la combustión de petróleo y carbón. La ciencia del clima no necesita trazar un nexo causal entre cada desastre y cada tubo de escape: ya tiene argumentos aplastantes para recortar las emisiones de CO2 de manera drástica y urgente.

La percepción del cambio climático como un problema de las generaciones futuras es un completo error. En realidad, los gases que ya hemos emitido garantizarían un calentamiento sostenido durante décadas aun cuando no quemáramos una gota más de gasolina desde mañana. Pronto veremos cambios en el patrón de lluvias, nuevas olas de calor y más sequías, un problema para el que España debería estar preparándose a conciencia, puesto que está situada en una de las zonas que resultarán más castigadas por la escasez de agua.

Debido al difícil pasado de la especie, los humanos se comportan instintivamente como si fueran a morir al día siguiente. Eso debe explicar que Estados Unidos, el mayor emisor de CO2 del planeta Tierra, sea también el peor estorbo para el único programa sensato para reducirlas, y que España tenga por ahora un penoso registro de cumplimiento con sus compromisos. También debe explicar que las casas se construyan con el diseño óptimo para estimular el consumo de aire acondicionado, que las energías renovables no puedan competir con los combustibles fósiles y que cada vez más coches sigan atascándose en una red de túneles cada vez más tupida. Es el instinto propio de un homínido que prevé morir al día siguiente.

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