La policía resuelve un crimen de hace 29 años en Mallorca que quedará sin castigo
Una mujer murió a manos de su amante, que la emparedó en el hotel donde trabajaban ambos
El crimen de María Dolores Santiago Palenzuela, que hoy tendría 83 años, ha estado enterrado 29 años en un sótano del hotel Augusta de Palma de Mallorca, en el que la mujer trabajó hasta que desapareció en enero de 1977. Pero en junio de 2005, un obrero halló al abrir una zanja un cadáver emparedado. La policía identificó el cuerpo de Dolores y, siete meses después, descubrió que supuestamente la mató a golpes su amante y compañero de trabajo, Pep, de 71 años. Un crimen casi perfecto que quedará sin castigo, porque, a los 20 años, prescribió.
La reconstrucción del crimen de Dolores se inició cuando el obrero avisó a la policía de que había hallado unos huesos enterrados en un sótano ciego situado bajo la lavandería del hotel. La Policía Científica extrajo los restos óseos, que identificó como pertenecientes una mujer blanca, de 1,50 metros y unos 50 años. Estaba en una posición encogida, nada natural, y llevaba puesto un reloj de la marca Cauny y la ropa interior. Presentaba fracturas en las costillas y el cráneo, producto posiblemente de una paliza.
La policía logró saber que el cuerpo pertenecía a Dolores, que desapareció el 11 de enero de 1977, cuando tenía 53 años. La policía recuperó las pesquisas efectuadas entonces, tras la denuncia de desaparición presentada por su familia, que incluía el acta del registro de la habitación de la cuarta planta del hotel Majórica (ahora Augusta), donde se alojaba la víctima. El caso era extraño. La mujer era una trabajadora muy responsable y no faltaba nada en su cuarto.
Tras un trabajo combinado del Grupo de Homicidios de Baleares, la Brigada Provincial de Policía Científica y las Comisarías Generales de Policía Judicial y Policía Científica, se logró identificar a los 294 empleados que trabajaban entonces en ese hotel, la mayoría retirados o jubilados. Tras hablar con muchos de ellos y con los familiares de Dolores en Granada, reconstruyeron sus últimos días en Mallorca y dieron con su presunto asesino.
Noviazgo en el hotel
Dolores, soltera, viajó de Granada a Mallorca en 1972, en las oleadas de miles de temporeros del turismo que se alojaban en los hoteles. En la angosta lavandería, en la que logró trabajo gracias a su sobrina Manoli, trabó relaciones con Pep, colega del hotel, un mallorquín casado y con hijos. Salvo ellos dos, nadie tenía acceso a esas dependencias, sitas bajo la piscina del hotel. La relación se hizo estable, lo que llevó a Dolores a proponerle a su amante que rompiese su matrimonio, algo que hizo justo el día antes de que Dolores anunciara a su sobrino que iba a regresar a Granada y a abandonar a su amante.
El día 10 de enero de 1977, ante las amenazas continuas de Pep de hacer una locura si lo dejaba o se lo decía a su esposa, la sobrina de Dolores le propuso que se fuera a vivir con ella a Santa Ponsa. La mujer sufría entonces un profundo ataque de ansiedad. Entre las 22.00 y las 11.00 horas del día siguiente se produjo el presunto homicidio de Dolores, cuando ambos amantes se citaron para hablar, presumiblemente en el mismo lugar en el que el cadáver fue hallado emparedado. El sobrino de la víctima fue a hablar entonces con Pep, también conocido como José es picapedrer (la policía se niega a dar su identidad). El interpelado respondió de forma violenta y le amenazó con represalias si se volvía a acercar a él.
Hace unos días, quien fue a visitar a Pep fue la policía. "No sé quien era. No sé de quien me habla. No conocí a esta mujer", respondió a los policías que lo interrogaron. Pep no fue detenido ni pasó a disposición judicial, ya que el delito había prescrito. Pero, tras incurrir en numerosas contradicciones, llevó a la policía al convencimiento de que, sin duda, había sido él.
"Yo siempre sospeché de Pep, el mallorquín", declaró anoche Manuela Morón Santiago, la sobrina que más directamente vivió el caso. "Cuando mi marido fue a verle entonces se puso muy agresivo con él y casi le pegó". Manuela lamenta "los 30 años de angustia" de la familia y que su madre muriera "sin saber donde estaba la tía Dolores". La familia conocía su relación con Pep. "Los tratábamos con normalidad. Ahora lamento que no pague el mal que hizo. Quisiera tenerlo a la cara para llamarle lo que se debe. Es un gran sinvergüenza, un criminal".
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