Canadá cambia el paso
Los canadienses se han desembarazado de los liberales para elegir por primera vez en doce años a un gobierno derechista, con un mandato limitado para alterar las prioridades políticas del país norteamericano. A Stephen Harper, el líder conservador que ha conseguido revivir, fundiéndolas y llevándolas al centro, a dos formaciones derechistas desahuciadas, le ha ayudado mucho en su triunfo el cansancio ciudadano con el partido liberal, de centro izquierda, que ha dado a Canadá un largo periodo de estabilidad política y crecimiento, pero que acusaba ya, bajo la inepta batuta de Paul Martin desde 2003, todos los síntomas de las formaciones que tienden a perpetuarse en el poder: arrogancia, tendencia a los negocios sucios, falta de dirección y fragmentación.
Harper, un economista joven, ha prometido no tocar los fundamentos del Estado de bienestar canadiense; también que reparará las maltrechas relaciones con Washington, recortará impuestos, mantendrá la disciplina fiscal y será implacable con la delincuencia. No es ajena a su victoria la moderación de algunos de los impulsos más chirriantes de su partido (sobre aborto u homosexualidad, por ejemplo), algo que a los liberales les había servido hasta ahora para pintar a sus rivales como extremistas sociales proclives a las ideas más reaccionarias. Pero en Canadá los Gobiernos minoritarios rara vez duran, y al próximo primer ministro le van a hacer falta más que promesas para mantenerse con un Parlamento en el que carece de aliados naturales. Los conservadores han obtenido 124 escaños, lejos de los 155 que garantizan la mayoría. Lo probable es que para sacar adelante sus proyectos legislativos Harper necesite caso por caso el apoyo de sus adversarios: el Bloque Quebequés, que ha perdido fuerza, los liberales de Martin o los izquierdistas Nuevos Demócratas, que han pasado de 18 a 29 escaños.
La victoria conservadora representa también un balón de oxígeno en una política territorialmente estancada. Harper será, después de 25 años, el primer jefe de Gobierno con base política en una provincia occidental, Alberta. Muchos canadienses del oeste se creen insuficientemente representados en Ottawa, donde dominan Ontario y Quebec, con la consabida letanía separatista de esta provincia francófona en la que los conservadores han pasado de cero a diez diputados. El triunfo de Stephen Harper puede servir, en este ámbito, para equilibrar el centro de gravedad canadiense y aliviar las tensiones centrífugas de la federación.
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