La plaza mayor de La Mancha
Dicen, los que se han entretenido en contarlos, que en Ocaña hay 143 escudos. Ello no sólo demuestra que hay gente a la que le sobra el tiempo, sino que ésta fue una villa asaz importante. Fue residencia de los maestres de la orden de Santiago y sede de Cortes en 1422 y 1468. Aquí ratificó Enrique IV lo pactado en los toros de Guisando, aquí aceptó Isabel casarse con Fernando y de aquí salieron los mejores caballeros -los Osorio, Busto, Castañoso, Gamarra, Chacón, Cárdenas...- que lucharon en Granada.
Bien podría decirse que España, como los botijos blancos, es un producto de Ocaña. Además de historia y blasones, Ocaña tiene mucha (quizá demasiada) plaza Mayor: un ágora porticada y cuadrilonga de 52 por 55 metros, con 70 arcos de ladrillo apoyados sobre pilares de sillería caliza, que tardó dos siglos en construirse -desde 1782 hasta 1961-, que recuerda vivamente la plaza Mayor de Madrid y que resulta un pelín excesiva para los 7.000 habitantes del lugar. De ahí la chistosa cuestión que, desde que se inventó el turismo, plantean todos los visitantes: "¿Dónde está la ciudad de esta plaza?".
La palma del grandor se la lleva la Fuente Grande, sostenida por 20 pilastras de sillería
Enormes monumentos embellecen la villa toledana que fue residencia de los maestres de la orden de Santiago
La palma del grandor en Ocaña, sin embargo, se la lleva la Fuente Grande, que es del tamaño aproximado de un campo de fútbol, con una galería monumental sostenida por 20 pilastras de sillería y con dos lavaderos tales que, según es fama, podían faenar holgadamente en ellos hasta 300 mujeres a la vez. Bolas y efigies de leones adornan este Escorial de los lavaderos, que fue diseñado por Juan de Herrera a finales del siglo XVI y levantado por los canteros ocañenses encima de un inagotable manantial que, aún hoy, suministra la cuarta parte del agua que bebe la villa.
También útil y grandecito es el palacio de los Cárdenas, que fue erigido en el siglo XVI por los hijos de aquel Cárdenas que entró en Granada portando el pendón de la orden de Santiago y ahora es sede de los juzgados de primera instancia de la comarca de Ocaña. Tras sus 50 metros de adusta fachada pétrea, guarnecida con rejas carcelarias, se esconde una suntuosa obra gótico-mudéjar, con un patio de cuento moro y mil filigranas de yeso y madera. En una de éstas se lee (o eso afirman los que saben árabe) la siguiente inscripción: "No hay más Dios que Alá; Mohamed es su mensajero".
Muy cerca, en la calle Lope de Vega -autor, entre otras 2.000 obras, de Peribáñez y el comendador de Ocaña-, se alza una colosal picota o rollo de justicia del siglo XV, copia de la que la orden de Santiago entregó tres centurias antes a Ocaña como símbolo de villazgo. Y, justo enfrente, abre sus puertas el coqueto teatro Lope de Vega, construido en 1832 sobre (o, más bien, dentro de) la iglesia de un antiguo convento de jesuitas. Los dos palcos decorados con pinturas, por ejemplo, eran las bóvedas de sendas capillas.
Tampoco quedan lejos -nada lo está aquí, en realidad- las iglesias de Santa María y de San Juan Bautista, que antes que eso fueron mezquita y sinagoga, respectivamente. De la primera, lo que más gusta es la portada plateresca. De la segunda, los arcos de herradura mudéjares y la historia de la capilla de Santa Ana, donde, según es fama, Isabel de Castilla puso la primera piedra -un compromiso unilateral de matrimonio con Fernando de Aragón- de esta casa de tócame Roque a la que, para abreviar, llamamos España.
Otra arquitectura religiosa que sería pecado no visitar es el convento de Santo Domingo, que además del claustro renacentista, atribuido a Covarrubias, y de la sillería del coro, tallada en madera de nogal en 1573, alberga el museo Porticum Salutis, éste con curiosas piezas -como una armadura de samurái- procedentes de las misiones dominicas en Extremo Oriente.
Por cierto, que en ésas anduvo san Valentín de Berriochoa hasta que fue decapitado en 1861, tal como puede verse en un óleo muy informativo que cuelga en el claustro.
Botijos, queso, hojaldres y vino
- Cómo ir. Ocaña (Toledo) dista 65 kilómetros de Madrid yendo por la A-4. Hay autobuses de Samar (Tel.: 91 468 48 39) y Aísa (902 19 87 88), que salen de la Estación Sur (Méndez Álvaro).
- Qué ver. Plaza Mayor, Fuente Grande, palacio de los Cárdenas, teatro Lope de Vega, picota, iglesias de Santa María y de San Juan Bautista, y convento de Santo Domingo (museo Porticum Salutis).
- Comer. Rincón de Pepe (Tel.: 925 12 12 48): cocina tradicional castellano-manchega a dos pasos de la Plaza Mayor; precio medio, 20-25 euros. Casa Carmelo (Tel.: 925 13 07 77): gachas, migas y asados -cordero, cochinillo y conejo de campo-, en una casa del siglo XV con patio y cueva; 30-35 euros. Mi Pueblo (Tel.: 925 12 11 88): curioso restaurante, decorado como la calle de un pueblo, donde se hacen platos modernos y carnes a la brasa; 14 euros. Martín (Tel.: 925 12 13 54): cocina casera; 25-30 euros. El Comendador de Ocaña (Tel.: 925 13 10 92): carnes al carbón; 30 euros.
- Dormir. Emperatriz (Tel.: 925 15 61 90): 37 habitaciones de cuidado diseño, muy modernas y con todas las comodidades; doble, 60 euros. Plaza Mayor (Tel.: 925 12 06 50): hotel céntrico, bien equipado y económico; 36 euros. Los Hermanos (Tel.: 925 13 00 42): apartamentos de reciente construcción, con garaje; 50-80 euros.
- Compras. Botijos blancos, en los alfares de la calle Norte. Queso curado en aceite, en Hijos de Miguel Romero (Cardenal Reig, 17). Hojaldres y tortas dormidas, en Cepao (Mayor, 2). Vino y aceite ecológico, en Bodega Pérez Arquero (Ctra. N-301, Km., 63,5).
- Actividades. Turismo Ecuestre-Casa Carmelo (Tel.: 925 13 07 77): rutas a caballo. Aerolibre (Tel.: 687 75 21 42): cursos de paracaidismo y saltos en tándem. Senasa (Tel.: 925 13 07 00): vuelo sin motor.
- Más información. Oficina de Turismo de Ocaña (Plaza Mayor, s/n; Tel.: 925 12 08 91): organiza visitas guiadas para grupos por 50 euros. En Internet: www.diputoledo.es
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