El coraje salva al Depor
Un penalti castiga al Valencia, que no supo aprovecharse de un rival que jugó una hora con uno menos
En una noche de fútbol metálico y estridente, con el chirrido de dos acorazados anulándose mutuamente en el centro del campo, el coraje rescató al Deportivo de una situación muy comprometida. El cuadro de Joaquín Caparrós se había empantanado ante un Valencia fiel a su tradición de equipo pétreo e impenetrable. No encontraba soluciones el Depor, que, con casi una hora por delante, se quedó con un jugador menos por la expulsión de Duscher. A partir de ese momento, al Valencia le faltó resolución y al Depor le sobró coraje. Y el árbitro le devolvió lo que le había quitado con un penalti muy confuso en el tramo final del partido, suficiente para lograr una ventaja valiosísima, dadas las circunstancias.
Deportivo 1-Valencia 0
Deportivo: Molina; Manuel Pablo, Coloccini, Juanma, Capdevila; Guzmán, Duscher; Iván Carril Romero, m. 57), Valerón (Sergio, m. 70), Munitis; y Arizmendi (Iago, m. 83).
Valencia: Mora; Miguel, Marchena, David Navarro, Carboni; Rufete (Angulo, m. 84), Albiol, Fabio Aurelio, Regueiro (Baraja, m. 66; Mista (Aimar, m. 60) y Villa.
Goles: 1-0. M. 78. Sergio, de penalti señalado tras un leve agarrón de Carboni a Capdevila en un córner.
Árbitro: Iturralde González. Expulsó con roja directa a Duscher por una entrada con los pies por delante a Albiol (m. 37). Amonestó a Coloccini, a Regueiro, a David Navarro y Carboni.
Unos 15.000 espectadores en el estadio de Riazor.
Dijo Caparrós tras la derrota del Depor contra el Alavés que había descubierto la causa la debilidad de su equipo en Riazor y, aunque no quiso exponer sus conclusiones, anoche actuó en consecuencia. El enigma que el técnico no había desvelado se explicó por sí mismo al ver su alineación, cuyo propósito evidente era fortificar el centro del campo, un síntoma de que el técnico lo había visto muy blando en los partidos más recientes. La baja de Andrade a última hora le impidió situar a Coloccini en el pivote, como era su intención, y tuvo que recurrir al habitual Duscher, reforzado con De Guzmán, un tiramillas que llevaba tiempo sin asomar por el equipo. Caparrós buscaba consistencia y la encontró. El Depor apenas dio oportunidades al Valencia para lanzar el contragolpe. Pero, como suele ocurrir en estos casos, al taparse por abajo se descubrió por arriba.
Tan pocas concesiones ofreció el Depor a su rival como ínfima resultó su producción atacante. Nadie fue capaz de rellenar la vasta extensión entre el centro del campo y el área del Valencia, ni siquiera Valerón, que tuvo una noche accidentada. El contrario le sometió a una estricta vigilancia, para la que no reparó en medios. Un codazo de Carboni en un salto le abrió una ceja, y Valerón, el chico de seda, jugó casi toda la noche con una venda que la tapaba media cabeza, como uno de aquellos gladiadores de la prehistoria del fútbol. No podía ser más contradictoria la imagen con el espíritu de Valerón, que, entre golpes y constantes salidas a la banda, nunca acabó de encontrar el hilo del juego. Lo peor que lo podía ocurrir a Arizmendi, quien, pese a su afanosa puesta en escena, no encontró a nadie que lo aprovisionase de balones.
Al blindaje de Caparrós respondió el Valencia con una estructura todavía más acorazada. Quique Flores también hizo del medio centro una fortaleza, erigida sobre los pilares de Albiol y Fabio Aurelio. Y donde no llegaban ellos aparecía cualquier otro, porque nadie se escabulló del trabajo en la cadena de montaje de Quique. El Valencia respondió exactamente a la identidad que se ha forjado en los últimos años, un equipo espartano y hermético, casi inabordable para el rival. Tampoco se prodigó mucho en ataque, aunque en la primera parte llevó más peligro que el Depor, sobre todo cada vez que el juego de decantó por el flanco del electrizante Regueiro.El cuadro de Caparrós no encontró manera de vadear el centro del campo del Valencia y se fue al descanso sin más aportaciones ofensivas que un remate lejano de De Guzmán.
Para entonces, el Depor ya estaba con uno menos. Duscher se dejó llevar por un impulso que le sale de vez en cuando y que ya le ha costado otros disgustos, como una sonada lesión a Beckham cuando éste aún jugaba en el Manchester United. Se tiró al suelo con los pies por delante a por un balón raso que trataba de llevarse Albiol. Duscher arrolló con todo, la pelota y el jugador, y el árbitro, en medio de un considerable escándalo, le mandó a la ducha en el minuto 36.
La reacción del Depor fue meritoria. No sólo no se descompuso, sino que, tras el descanso, redobló su determinación y se fue arriba con más energía que nunca. Quique replicó rescatando a Aimar del banquillo, que por un momento pareció devolver al Valencia la iniciativa. Villa tuvo entonces la mejor ocasión, pero la pelota se paseó por la línea de gol sin decidirse a entrar.
El Valencia, sin embargo, no acabó de tomar conciencia de su superioridad. Y el Depor, arengado sin pausa desde el banquillo, jamás claudicó, dispuesto a sacar provecho de cualquier cosa. Finalmente fue un córner y un penalti un tanto confuso. Nada brillante, pero casi heroico ante lo sucedido.
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